Nacida en Quito el 27 de diciembre de 1797, es una vida de las más tergiversadas de la historia. Rebelde, valiente, transgresora y desprejuiciada, la sociedad burguesa la vilipendió y calumnió por ser mujer irreverente, adelantada a su tiempo y no cumplir con los preceptos patriarcales.

En la historiografía patriarcal, que reserva a las mujeres el papel de madres, esposas o putas, únicamente figura como la amante del Libertador Simón Bolívar. Pero La Generala, como la llamaban los soldados, hizo y fue mucho más que una mujer definida por el hombre con quien se relacionó amorosamente.

Destacada combatiente en las guerras de independencia de América del Sur y avanzada defensora de los derechos femeninos, su incorporación a la lucha es temprana. Niñez acomodada en la hacienda materna, nunca aceptó la situación que mantenían los negros esclavos, a cuyos barracones acudía a escondidas, dando muestras del carácter infantil indomable. En 1809, con 14 años, presenció la revolución independentista de Quito, acción que involucró a muchas mujeres. Un año después, tras la represión y nueva matanza de independentistas, quedó sellado su rechazo hacia los españoles y la ocupación del continente. Con 22 años inicia sus actividades y compromiso firme con la causa independentista.

Tras un matrimonio de conveniencia, según la costumbre de la época, se estableció en San Sebastián de Lima. Allí, junto a Rosita Campuzano, ejerció labores informativas sobre los avances de las fuerzas independentistas desde el norte y desde el sur hacia Perú. Por estas acciones, ambas mujeres serían galardonadas con la Orden del Sol del Perú y reconocidas con el grado de Caballeresas del Sol. También en Lima conoció Manuela Sáenz a Simón Bolívar, durante un baile en honor del Libertador, pero esa historia es sobradamente conocida.

Tras separarse del marido regresó a Quito y participó en los preparativos de la batalla de Pichincha (1822), determinante en la libertad de Ecuador. También combatió en la batalla de Ayacucho, que coronó la soberanía de Perú. En una carta Sucre describe así su participación: "se ha destacado particularmente por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos".

Tras la muerte del Libertador (1830), al que en dos ocasiones salvó de ser asesinado, acabó sus días en 1856 en Paita, como una peregrina exiliada y enferma de difteria.

"Combatiente que rompió con las estrictas normas vigentes en ese entonces, vistió uniforme militar, aprendió a usar armas, desarrolló tácticas de espionaje para ayudar a los planes independentistas". Así la describe la historiadora y socióloga ecuatoriana, Jenny Londoño, pues los procesos bolivarianos en Latinoamérica reivindican la figura de La Generala Manuela Sáenz por derecho propio, dado su aporte a la causa de la lucha anticolonial.

Lila M. Cerro

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