Los anticonceptivos hormonales supusieron un gran avance en la libertad sexual de la mujer, su legalización en España supuso el control de las mujeres sobre sus cuerpos. Pero detrás de este gran avance se escondían algunos de los mayores ataques contra la mujer.

Si bien como método anticonceptivo la famosa píldora presenta múltiples ventajas, también son numerosos sus riesgos como la formación de trombos, afectaciones al sistema endocrino o aumentar las posibilidades de sufrir cáncer de mama. Además, este método conlleva innumerables efectos secundarios sobre el plano emocional y físico; como es la demostrada disminución de la libido, pero claro, la libido de la mujer poco importa en este sistema patriarcal; o las náuseas, los dolores o el aumento de peso. Pero no es este el único ataque que ocultan los anticonceptivos hormonales, el mayor riesgo de los anticonceptivos hormonales para las mujeres llegó con su uso como medicamento.

Para entender el problema que esto supone debemos comprender primero que desde los inicios de la medicina las afecciones relacionadas con el cuerpo femenino y su aparato reproductor han sido obviadas, silenciadas o normalizadas. Desde que nos viene nuestra primera regla nos cuentan que es normal que duela, que los sangrados abundantes o múltiples síntomas inhabilitantes son cosa de “familia” y que debemos acostumbrarnos a ellos, que son algo inherente a la mujer y es nuestra naturaleza.

Nada más lejos de la realidad, pues amplios y rigurosos estudios muestran que una menstruación en un cuerpo sano no resulta dolorosa ni incapacita para la vida diaria, sino que una menstruación con estos síntomas es indicador de que existe una afección mayor. Pero claro, llegar al fondo de la cuestión, encontrar en cada caso cual es el origen de estos síntomas requiere destinar recursos económicos y sanitarios que el sistema no esta dispuesto a permitir que se invierta en afecciones propias de la mujer, total llevan toda la vida aguantando, que sigan haciéndolo.

Y es aquí donde entra en juego la mencionada píldora, pues con ella, al paralizarse el ciclo menstrual, se frenan todos los síntomas “molestos” que produce el mismo. Pero la realidad es que no se erradica el verdadero problema que podría continuar agravándose en el peor de los casos o que en el mejor hace dependiente a la mujer de esta medicación para la mayor parte de su vida, perjudicándola a la vez, pues la pausa forzosa llevada a cabo con el ciclo hormonal tendrá consecuencias a largo plazo en su cuerpo mientras el verdadero problema sigue oculto y sin hallar solución, pues esta paralización del ciclo no es más que un “parche” al verdadero problema.

Y es aquí también cuando el uso como medicamento de los anticonceptivos hormonales se convierte en una cuestión que afecta de lleno a la mujer trabajadora. Pues esta, sin acceso al servicio sanitario privado que le proporcione todas las pruebas necesarias, depende de una sanidad pública cada vez más mermada, en la que no existen ni se destinan recursos a estudiar e indagar en los casos de cada mujer y se les receta de forma automática estas pequeñas pastillas, sin posibilidad de acceder a las pruebas médicas necesarias para identificar la verdadera solución a sus afecciones.

Resulta especialmente alarmante su uso indiscriminado con adolescentes y jóvenes como tratamiento contra el acné, hirsutismo (vello facial) o caída del cabello. Esta sintomatología en un amplío porcentaje de los casos está relacionado con un estilo de vida y una alimentación inadecuados. Pero continúa siendo más fácil y barato para el sistema recetar estas pastillitas en lugar de proporcionar orientación y educación para la salud a estas mujeres.

Si nos fijamos en la farmacéutica Bayer, uno de los grandes productores de anticonceptivos hormonales, sus ventas supusieron 158 millones de euros sólo en 2020, siendo su quinto producto más vendido. Gran negocio este para las farmacéuticas, un medicamento de bajo coste al que una sanidad que le niega a las mujeres una atención medica enfocada de verdad en su salud receta sin ton ni son a toda mujer que entre con la más leve señal de ser candidata a la píldora. Un medicamento que mes a mes la mujer tendrá que comprar durante largos años de su vida.

Estas pequeñas pastillas que parecieron tan gran avance para la libertad sexual de las mujeres, dejaremos para otro artículo el hecho de que el control de la no concepción siga cayendo sobre nuestros hombros, han resultado ser un caballo de Troya contra la mujer trabajadora, a la cual se menosprecia su salud y se la hace de nuevo un objeto de ganancia para el gran capital, de la mano en este caso de las grandes farmacéuticas y en connivencia con un sistema sanitario deteriorado y sin recursos.

Inés.

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