El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia supone el penúltimo intento del bloque oligárquico-burgués de frenar la irremediable tendencia al decrecimiento constante de su tasa de ganancia.

Tal como “Jesucristo descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos” (quinto artículo del Credo), el imperialismo agonizante pretende emular la hazaña y gracias a la pandemia de la Covid-19, convertida en la undécima plaga de Egipto; la recuperación, la transformación y la resiliencia se han reencarnado en símbolo de la nueva fe tecnofílica.

El objetivo de incrementar la productividad de la economía, fundamento transversal del Plan (noventa y dos menciones en el mismo) no debe entenderse empujado por un déficit en la misma que justifique la necesidad de aumentar las mercancías que llegan al mercado para ser “disfrutadas” por una clase obrera en rol de “consumidor”, sino  como la búsqueda de la productividad de valor que esas mismas mercancías encierran; y más aún, como productividad del plusvalor.

¡Vamos!, lo que desde la  economía marxista venimos llamando plusvalía relativa, que no es más que un incremento de la explotación de quienes todo lo producimos.

Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. ...  Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.  Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce canastas llenas. (Mateo 14:13-21). Pero la producción de panes y peces en nuestra parábola no nace del milagro, sino del esfuerzo, la explotación y la pérdida de derechos de la clase obrera.

Será posible inyectando dinero público a los monopolios, convirtiéndolo en capital que implemente un desarrollo tecnológico, abaratando así la inversión del capital constante e incrementando por ende, la productividad. Una trasnsubstanciación no “de agua en vino”, sino de dinero público a capital industrial.

Las herramientas para llevarlo a cabo, los PERTEs (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica), instrumentos mediante los cuales se gestionará gran parte del dinero llegado de Europa. El Real Decreto Ley 36/2020, de 30 de diciembre, introduce esta figura que no es ni más ni menos que la institucionalización de los “lobbies”, de la gestión privada de los fondos públicos con carácter de permanencia. En este sentido marcarán las líneas mesiánicas de las decisiones económicas sectoriales en el futuro inmediato. “Sobre esta piedra construiré mi Iglesia.” (Mateo 16:18)

Según la norma citada, “Este instrumento pretende servir como un punto de conexión entre la iniciativa pública y privada para ofrecer un marco jurídico previsible, en el que se puedan desarrollar soluciones innovadoras, estratégicas y colaborativas... aunando esfuerzos y sentando las bases para la transformación estructural del conjunto de la economía española.” Es decir, se pretende asegurar que las inversiones sean rentables para lo cual, se transferirá dinero de la esfera pública a la privada y las decisiones económicas serán participadas directamente por los monopolios insertos en la administración pública.

"Sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho" (Libro Samuel 8, 3).

Entre otras condiciones, el PERTE debe representar una importante contribución al crecimiento económico, tener gran carácter innovador y cuantitativa y cualitativamente relevante, lo que está al alcance solo de entidades como Iberdrola o el Grupo Volkswagen que han constituido el primer gran consorcio público-privado del Gobierno para montar la primera planta de baterías para coches eléctricos en España.

(Lucas 15:11-32) Parábola del hijo pródigo: “Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. Y les repartió los bienes...”

Kike Parra

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