El 11 de julio fue la fecha elegida para mostrar públicamente una campaña bien diseñada y orquestada por el imperialismo contra Cuba, se promovieron manifestaciones que a través de una poderosa campaña mediática con directrices muy concretas, tanto en los medios tradicionales como en redes llenaban nuestras retinas y cerebros de falsedades, desinformación y manipulación en un nuevo episodio de ataques no sólo ya hacia su soberanía sino a la integridad física de las cubanas y cubanos.

La campaña diseñada minuciosamente y con antelación, ha sido lanzada oportunamente en la coyuntura provocada en la isla por la crisis global de la COVID-19 sumada a las limitaciones provocadas por el recrudecido bloqueo económico impuesto por EEUU desde hace más de 60 años. Un episodio más de la larga serie de guerra que el imperialismo lleva protagonizando contra Cuba desde 1959, cuyo argumento es siempre el mismo, agredir, acosar, violentar hasta lograr quebrar la voluntad del pueblo cubano y acabar con su proceso revolucionario.

Entendieron que el momento era propicio a sus intereses y se llamó a tomar las calles, hecho en sí mismo legítimo si nace de la voluntad popular, pero una agresión si se hace desde una potencia extranjera y se invierten cientos de miles de dólares en una campaña en redes en la que además de falacias se promovió el uso de la violencia contra las personas, cualquiera que se les opusiera en el camino y en especial contra las y los comunistas, se ordenó el sabotaje de recursos estratégicos y el saqueo, en medio eso sí de la escenografía llena de pancartas con llamados a la “democracia” y “la libertad” y como recurso novedoso “Patria y Vida”. Acto seguido se pidió la intervención extranjera con la creación de un corredor humanitario y “ayuda humanitaria”.

Pasado el buscado primer impacto mundial y recibido el apoyo en primer término del gobierno de los EE.UU (no en vano, habían pagado la operación), de los disidentes cubanos en Miami ni hablamos, estaban eufóricos, le siguieron disciplinadamente la UE, España que siempre ejerce de ex potencia colonial y de todo aquel estado que se precie de defensor de las libertades, eso sí de las que promueve, potencia y permite la economía de mercado que llaman los socialdemócratas, siempre aparentemente equidistantes y siempre entregados al capitalismo y sus instituciones.

Han pasado los días y se acerca el 26 de julio y Cuba no ha caído, ni su gobierno, ni instituciones populares y democráticas, ni el pueblo está alzado en protestas y huelgas como en muchos puntos de América, no ha habido contrarrevolución de colores, ni tan siquiera el ejército ha dado un golpe de estado de esos que le gustan tanto a la “comunidad internacional”.

La campaña ha fracasado otra vez, no erraron en la oportunidad que reunía condiciones propicias para la protesta, pero si en lo fundamental: el pueblo cubano tiene una fuerte cultura política, cree en su proceso revolucionario basado en dos principios fundamentales: la soberanía popular, les costó 467 años conseguirla, hasta el triunfo revolucionario, y la justicia social que llevan construyendo desde entonces y saben que con una intervención extranjera no solo se destruirá todo lo conseguido sino que les robaran sus recursos y sus país dejará de pertenecerles.

A Cuba hay que agradecerle muchas cosas, una de ellas y no menor es que sirve de “prueba del algodón”, sirve para distinguir a quienes tienen realmente pensamiento crítico y revolucionario de quienes no, demasiados al analizar el proceso cubano sencillamente no la pasan. Otras que nos reivindicamos del campo revolucionario, del lado bueno de la Historia, llevamos un nuestro ADN las palabras de Fidel y seguimos gritando con orgullo: Patria o Muerte. Venceremos.

Tatiana Delgado Plasencia.

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