Reproducimos la reciente declaración del SG del PCFR, por los interesantes datos que aporta sobre la situación sociopolítica y económica de Kazajistán, que ayudan a tener una visión más clara de la realidad material del conflicto. Nuestro análisis y posición al respecto pueden conocerla de forma más elaborada en el artículo "El conflicto kazajo" publicado recientemente por UyL (El conflicto Kazajo).
Kazajstán vive días muy duros. El descontento que se acumulaba durante largo tiempo se tradujo en temerosas acciones de descontento masivo y protestas.
Todo movimiento amplio contiene diferentes componentes. Los acontecimientos en Kazajstán contienen elementos del descontento social, de la actividad de la “quinta columna», y la acción de los grupos terroristas. En este caso, la “quinta columna” incluye a los extremistas adeptos del islamismo radical. Y las numerosas organizaciones sin fines de lucro alimentadas por Occidente. Así como a algunos representantes de los órganos de fuerza que buscan ventajas en las aguas turbias de la inestabilidad. Y a los clanes oligárquicos que están dispuestos a utilizar las protestas masivas en la lucha por el reparto del poder.
Los pueblos hermanos de Rusia y Kazajstán están vinculados por las relaciones seculares de la historia común. Juntos creamos la Unión Soviética, construíamos y vencíamos, nos enorgullecíamos por las impresionantes conquistas económicas y sociales. Juntos rehabilitábamos los procesos integracionistas, creamos la Eurasia, la Organización de Cooperación de Shanghái y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva.
Hoy nuestros compañeros y amigos viven un período muy complicado. Por todo el Kazajstán se levantaron las olas de protesta masiva. En la capital del sur –Alma-Atá tuvieron lugar desórdenes sangrientos con un número enorme de víctimas y destrucciones.
Un análisis preciso y multilateral de los acontecimientos debería tomar en consideración muchas cosas. Es bien claro que la situación en Kazajstán es la consecuencia directa de la tragedia que se produjera con todos nosotros hace 35 años. La desintegración de la Unión Soviética, el rechazo del sistema socialista y el Poder soviético “minaron” a muchos Estados “independientes” y “democráticos”. El capitalismo primitivo en el que se vieron las repúblicas postsoviéticas, condenaron inevitablemente a la miseria y la falta de derechos a los trabajadores, originaron la desigualdad flagrante. Al mismo tiempo, nuestros pueblos se hicieron vulnerables extremadamente frente a las amenazas externas.
A despecho de las promesas de los tribunos liberales, los nuevos Estados no llegaron a ser miembros con plenos derechos del “mundo civilizado”. El capital global les concedió el rol de los apéndices de materias primas y los mercados de venta, fuentes de la mano de obra barata y peones en las aventuras geopolíticas de las potencias imperialistas.
Kazajstán también siguió un camino inestable. Las ramas productivas avanzadas desaparecieron en el torbellino de las privatizaciones. El sector de las materias primas se hipotecó al capital extranjero. En el sector del petróleo y el gas se han afianzado las corporaciones Chevron y Exxon Mobil (EE.UU.), Total (Francia), Royal Dutch Shell (Gran Bretaña y Países Bajos). El nuevo amo de la industria siderúrgica es la empresa multinacional Arcelor Mittal.
En una relación muy íntima con el capital extranjero sobre la explotación de los recursos laborales y las materias primas se enriquecía la joven burguesía de Kazajstán. Al igual que en Rusia y Ucrania ella de nada prescindía en el proceso de la “acumulación primaria del capital”. Muchos de los superricos se aliaron de hecho con el poder. Como casi en todo el espacio postsoviético, en Kazajstán fue creado el sistema oligárquico-comprador muy típico para el capitalismo salvaje.
En la república acrecentaba permanentemente la desigualdad. En cuanto a la renta nacional, el pueblo recibió unas cuantas migajas. Ahondaba la división material y la tensión social. En 2011, la huelga que duró varios meses de los trabajadores de petróleo en Zhaneosen, terminó en enfrentamientos y la muerte de 16 personas. Las autoridades mostraron abiertamente su actitud ante el pueblo con el aumento de la edad de jubilación hasta 63 años para hombres y mujeres.
La pandemia de coronavirus finalmente ha hecho añicos en el mito de la “paz social” en Kazajstán. Incluso la tasa oficial de pobreza ha subido. Si tenemos en cuenta el estándar mundial de requisitos mínimos de 5,5 dólares por día, entonces uno de cada siete habitantes aquí es pobre.
Según las encuestas, la proporción de quienes ni siquiera tienen suficiente comida ha aumentado del 3 al 13 por ciento. Otro 44 por ciento admite que solamente tiene suficiente dinero para alimentos. Al mismo tiempo, el número de multimillonarios con dólares en el primer año de la pandemia aumentó de cuatro a siete y su fortuna conjunta casi se duplicó.
A lo largo de los últimos dos años en Kazajistán no cesaban las huelgas. Las protestas masivas tuvieron lugar en las regiones occidentales. Siendo la principal fuente de las mercaderías de exportación básicas -petróleo y gas-, estas regiones son líderes en cuanto a la desigualdad en el país. Miles de personas se indignaban por las demoras en el pago del salario y despidos, exigían que subieran los pagos en el contexto del crecimiento desenfrenado de los precios. Incluso según datos oficiales la inflación de los precios de los productos alimenticios fue durante dos años un 20 por ciento.
Las demandas justas de los ciudadanos descontentos se ignoraban por las autoridades. La ayuda social durante la pandemia fue insuficiente evidentemente. El descontento de la población lo provocaban también las rigurosas medidas de la cuarentena. Al igual que Rusia, Kazajstán vivió la “optimación” destructiva de la salud pública lo que surtió sus efectos correspondientes sobre el grado la preparación para la epidemia.
La gente percibió algunas de las medidas tomadas por las autoridades como una burla. Así, en otoño, el presidente del país prometió a los ciudadanos que podrían utilizar parte de sus ahorros de pensiones. Sin embargo, unos días antes del nuevo año, el “umbral de suficiencia” se elevó considerablemente: la cantidad mínima acumulada por encima de la cual se permite retirar los recursos. Para los residentes de 59 a 62 años, ascenderá a más de 9 millones de tenge, o 1,5 millones de rublos. Pero el número de propietarios de tales “ricas reservas” en Kazajstán es escaso.
En vez de resolver los problemas sociales la clase gobernante prefería dividir la sociedad, provocando la rusofobia y la enemistad nacional. Leyendo los libros de texto los jóvenes del país conocen sobre el “colonialismo ruso” y el “totalitarismo soviético sangriento”. Se lanzó al nivel nacional la campaña de la rehabilitación total de las “víctimas de las represiones”, incluyendo a los colaboracionistas que pasaron al lado de Hitler. A tales figuras como Mustafa Sokai que colaboró con los fascistas les dedican monumentos. Con sus nombres se llaman las calles y escuelas. Las autoridades especularon cada vez más activamente con el tema de la “hambruna kazaja” tergiversando burdamente los hechos históricos. Las fuerzas nacionalistas próximas al gobierno exigieron directamente que se reconociera la hambruna como “genocidio” y se realizara la “decomunización final”.
Con las ruidosas campañas en el país se destruían los monumentos de Lenin, cambiaban los nombres de las calles, distritos, poblados y ciudades enteras. La nueva ola de esta infamia política recorrió el país al final del año pasado. Decenas de la calles cambiaron su nombre en Uralsk, Semeya y otras ciudades más. En Karagandá, el distrito Oktiabrski fue llamado por el nombre de Aliján Bukeijanov, líder del partido burgués “Alash” que en alianza con Kolchak y el atamán Dutov libraron la lucha contra el Poder soviético.
A pesar la amistad de los pueblos promulgada oficialmente, la dirección de Kazajstán iba restringiendo de una manera paulatina la esfera de aplicación del idioma ruso, discriminaba a los ciudadanos rusoparlantes. Al final del año pasado, el Parlamento aprobó el anteproyecto que permite la publicación de la información oficial exclusivamente en idioma kazajo. Antes de 2025, está programado pasar por completo del alfabeto kazajo del cirílico al latino.
Este tipo de política ha llevado a una fuga masiva de la población. La proporción de rusos en la república ha disminuido durante el período postsoviético del 38 al 18 por ciento. Entonces, en 2019, 45 mil personas abandonaron el país, el 85 por ciento de los cuales son rusos, ucranianos, alemanes. En Kazajstán, existe un programa estatal para el reasentamiento de ciudadanos de la nacionalidad autóctona en las regiones del norte, predominantemente de habla rusa.
Un fenómeno repugnante son las llamadas “patrullas lingüísticas”. Al humillar a los habitantes de la nacionalidad no autóctona, sus participantes exigían públicamente ante las cámaras las disculpas por no hablar el kazajo. Durante mucho tiempo las autoridades se cerraban los ojos ante semejantes hechos. Las denuncias muy insignificantes de tales acciones solamente empezaron luego de una resonancia muy amplia en los medios de difusión masiva rusos.
Esa política fue saludada con todos los medios por las numerosas organizaciones sin fines de lucro prooccidentales que se atrincheraron en la república. El mismo poder pronunciándose por el apoyo de la integración euroasiática al mismo tiempo hacía juego a los capitales occidentales. Las relaciones con Estados Unidos ascendieron al nivel de la “asociación estratégica ampliada”. Cada año en la república se llevan a cabo simulacros militares “Águila de estepas”, junto con la OTAN. Con participación de los norteamericanos fueron construidos varios biolaboratorios cuyas investigaciones suscitan muchas dudas a los expertos locales y extranjeros.
En realidad, respaldando a los nacionalistas el gobierno de Kazajstán está destruyendo de una manera metódica a la oposición de izquierda. El blanco de una presión muy dura son los comunistas y los sindicatos independientes.
Es sobre este fondo que se produjo el estallido social. El motivo directo fue la subida muy brusca de dos veces a la vez del gas licuado. Antes de ello las autoridades declararon sobre el paso a la “formación de precios de mercado” y el rechazo completo de los subsidios. El foco de descontento fue Kazajstán occidental. Primero, el gas licuado se usa aquí muy ampliamente para la calefacción de las viviendas y para llenar los tanques de los automóviles. Segundo, el combustible se fabrica precisamente en esta región con esfuerzos de muchos de sus habitantes, pero se propuso a la gente olvidarse de esto y “subordinarse al mercado libre”. Y, tercero, las olas anteriores de la crisis asestaron al Kazajstán occidental un golpe más sensible, al convertirlo en el centro de protesta activa.
En pocos días la indignación se proyectó sobre otras regiones de la república. Inicialmente las protestas tenían un carácter puramente político. Los participantes en los mítines exigían la rebaja de los precios, la subida de los salarios y subsidios, insistían en el retorno a la edad de jubilación anterior. Como signo de solidaridad con los protestantes se declararon en huelga también los trabajadores de varios yacimientos de petróleo.
Sin embargo la situación cambió rápidamente y ya no obedeció al control. Los primeros actos de terror y vandalismo se realizaron en las ciudades de Zhaosen y Actau de la provincia de Manguistaus en el sud-oeste de Kazajstán. Después los disturbios se volcaron en enfrentamientos muy graves en Alma-Atá y otras ciudades. En particular, fue paralizado el funcionamiento de los aeropuertos de Actobe, Actau y Alma-Atá. Surgió un peligro de seguridad para el cosmódromo de Baikonur. Un grupo de jóvenes agresivos armados atacaron a las unidades del ejército, se apoderaban y destruían los edificios, atacaban a los médicos, bomberos y ciudadanos pacíficos. Se levantó en el país la ola de saqueos.
Es bien evidente que las acciones destructivas fueron cometidas por quienes nada tienen que ver con la mayoría de los protestantes. Los grupos criminales se aprovechan de la mayoría de los protestantes. Los grupos criminales utilizan las acciones de protesta para lograr sus propios objetivos. Antes que nada, son células islamistas radicales. Su activismo muestra la brutalidad evidente en cuanto a los representes de las fuerzas del orden. Incluso hubo casos cuando se cortaron cabezas a los uniformados. Se activaron también los agentes de las fuerzas externas. Y, ante todo, en Alma-Atá. Que tradicionalmente se considera como el baluarte de la influencia liberal. Aquí se ubican las sedes de un número considerable de las organizaciones sin fines de lucro prooccidentales. Hay desenfreno excepcional de las pandillas de criminales vinculadas a los grupos nacionalistas. Lo demuestran claramente los ataques a los edificios de las fiscalías y servicios especiales, con casos de su incendio, apoderamiento de las armas, los pogromos en las tiendas y otros espacios públicos.
No se puede descartar que las acciones de todas estas fuerzas se coordinaron desde un centro único, que sueña con desestabilizar a Kazajstán. Pero no se puede quitar la responsabilidad a los dirigentes de la república por el hecho de que los funcionarios favorecieran la acción de las fuerzas prooccidentales y ocupaban una posición reconciliadora para con los islamistas. El Comité de seguridad nacional del país declinó muchas demandas sobre la ilegalización del salafismo (wahabismo). En Kazajistán operaban los misioneros que habían cursado estudios en Arabia Saudita y demás países árabes.
Nuestro país debe considerar todo el curso de los acontecimientos en un contexto internacional amplio. A lo largo de los últimos meses la situación político-militar en las fronteras occidentales de Rusia se empeoró. La presión económica, informativa, diplomática y militar sobre nuestra Patria se reforzaba. Los medios de comunicación, los diplomáticos, políticos, representantes de la OTAN en muchas ocasiones expresaban en plena voz una profunda “preocupación” por los planes de “agresión contra Ucrania” y amenazaban a Moscú con las “medidas preventivas combinadas”.
En el contexto de la agudización de la situación en torno a nuestro país recibimos un golpe en las fronteras del sur. Con el año nuevo los adversarios de Rusia en la palestra internacional subieron bruscamente las apuestas en el juego en el “tablero de ajedrez grande”. El 2 de enero la población de Kazajistán sufrió un choque del “regalo del año nuevo” hecho por las autoridades: la subida del precio del gas. El estallido de la indignación fue aprovechado sin demora por los grupos clandestinos cuya dirección se apoya sobre la experiencia militar de los yihadistas en Siria e Irak. Fueron organizadas acciones masivas para desestabilizar la situación. Los representantes de la clandestinidad, por un lado, lograron unirse con las masas de los protestantes y, por el otro, apoyarse en los elementos desclasados y criminales.
En estos momentos, miles de personas sufrieron daño por estas acciones criminales. Centenares de personas fueron hospitalizadas, decenas de ellas están internadas en las salas de terapia intensiva, hay víctimas mortales. Los saqueadores obstaculizan el funcionamiento de la ambulancia y los centros médicos, usan armas de fuego, intimidan a la población, saquean los centros comerciales y roban mercaderías. El carácter de las acciones testimonia que se dan los pasos planificados, coordinados y financiados desde el extranjero.
El presidente de Kazajstán declaró la implantación del estado de emergencia y decretó la dimisión del gobierno. Tomando en consideración la dimensión de los acontecimientos y la intromisión de las fuerzas externas, las autoridades de la república se dirigieron con una petición de ayuda a los socios. El Consejo de seguridad de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva tomó la decisión de prestar este tipo de ayuda para estabilizar la situación en la República de Kazajstán.
Según las estimaciones del PCFR, el envío de las fuerzas de paz es una medida obligatoria, pero adecuada y oportuna llamada a sofocar la llama del nuevo “golpe del Estado de color”. El Partido Comunista de Rusia denuncia decididamente las acciones de la reacción mundial y de los elementos criminales. Consideramos que son completamente inadmisibles tanto la intromisión en los asuntos internos de Kazajistán como los intentos de desestabilizar a Asia Central que representan una amenaza directa para nuestro país.
El PCFR se pronuncia por que Kazajstán retorne a la vida pacífica. La tarea principal del contingente de las fuerzas de paz la consideramos como la defensa los centros estratégicos que deben asegurar una vida normal de la población. Los habitantes de la república deben ser defendidos frente a los ataques terroristas de los yihadistas que recurrieron a la “táctica de intimidación”.
Estamos seguros que la misión pacífica de la Organización del Tratado de Defensa Colectiva va a contribuir a la estabilización de la situación en la región de Asia Central. Al mismo tiempo, opinamos que las fuerzas de paz deben ser empleadas solamente con fines declarados. La participación de las fuerzas de paz en la contienda interna de los clanes del poder y grupos es inadmisible.
Para los dirigentes de Kazajstán sería un error ir por el camino de persecución de los protestantes pacíficos tachándoles de “terroristas “y “comandos”. Creemos que el gobierno necesita establecer inmediatamente un diálogo con los trabajadores y los políticos prestigiosos. Y cumplir inmediatamente sus demandas justas del mejoramiento de su situación socio-económica.
El PCFR considera que ha llegado la hora de erradicar decididamente las expresiones de la rusofobia y la política antisoviética en la república. Se requiere urgentemente analizar minuciosamente la acción de las organizaciones prooccidentales y los medios de comunicación. Todo ello a lo largo de muchos años le convertía a Kazajstán en la arena de la acción de las fuerzas antirrusas y de la mentalización de los habitantes en contra de la amistad con nuestro país.
Ha llegado la hora de un debate franco y de la erradicación de las causas fundamentales de una división social maligna no solamente en Kazajstán sino también en Rusia. Para nuestro país sonó una nueva señal temible de que la política que origina la división, desigualdad y pobreza, llena inevitablemente la copa de la paciencia del pueblo. Actuando en beneficio de los oligarcas, echando a los trabajadores “migajas de la mesa de los señores” cualquier poder tropezará inevitablemente con la demanda de la responsabilidad por sus acciones. En este caso ya no ayudarán las duras represiones, ni el opio del nacionalismo, ni las patrañas de los adeptos del antisovietismo y la rusofobia.
Una importantísima conclusión en cuanto a los acontecimientos en Kazajstán se refiere consiste en el hecho de que los intentos de la burguesía nacional de integrar a sus pueblos en el mundo del capitalismo global les convierten a ellos en títeres de la oligarquía mundial. Los intereses cardinales de los pueblos de Rusia, Kazajstán y todos otros Estados consisten en el abandono de esta política nefasta. Hoy, como nunca antes, es muy actual nuestro programa “Diez pasos hacia una vida digna” y las experiencias ricas de las empresas populares. ¡Ni el capital extranjero, ni el capital “nativo”, sino son las masas populares las que deben convertirse en los amos de sus respectivos países!
G. Ziugánov
Presidente del Comité Central del Partido Comunista de la Federación de Rusia
Publicado el 12 de enero, 2022 en https://cprf.ru/