La situación de la juventud trabajadora en la educación actual está atravesada por la precariedad: pese a ser un derecho, seguimos teniendo que movilizarnos por este, para que sea pública, gratuita y de calidad. Las consecuencias de que esto no sea así seguimos viviéndolas generación a generación.

La juventud accede a clases no presenciales por distintas razones:

- Estudiar a distancia, para poder compaginarlo con trabajo, o cargas familiares.

- Estudiar de forma presencial, pero no poder asistir a todas las clases por lo mencionado arriba.

- La situación de pandemia y la adaptación de nuestros estudios al modo no presencial.

El curso pasado comenzó con el estudiantado matriculándonos (pagando lo mismo) sin saber cómo iba a ser ese curso, si íbamos a tener que asistir a clase (con lo que suponía en ese momento) ni el formato, ni si tendríamos recursos suficientes para las clases no presenciales. Esta situación la vivimos una juventud que salíamos del confinamiento en el cual nuestros empleos habían sido destruidos, éramos culpadas/os repetidas veces por las distintas olas de COVID para apartar el foco de la gestión de la pandemia, y nos enfrentábamos a la incertidumbre sobre los estudios.

Parte de la juventud obrera tuvo dificultades para acceder a las clases no presenciales por carecer de los medios tecnológicos necesarios, o sufrió que el profesorado no tuviese acceso o formación en estos, junto con el cierre de bibliotecas.

Por supuesto, la pandemia afecta a toda la población, pero como siempre que hay una crisis, es nuestra clase la que más la paga y sufre las consecuencias.

¿Cómo nos afecta a la juventud obrera este acceso a la educación?

Acceder a una educación no obligatoria supone un esfuerzo personal y/o familiar muchas veces para nuestra clase, y el curso anterior solo ha precarizado más nuestra educación.

Esta siempre se ha visto condicionada por nuestra clase, ya que no tenemos acceso a los mismos medios (clases de refuerzo, libros, tiempo de formación), ni las mismas oportunidades, o la posibilidad de seguir formándonos.

La juventud estamos dedicando nuestra fuerza de trabajo a poder estudiar, para –como nos han vendido – el  día de mañana tener un trabajo estable. Nos han vendido el sueño universitario para salir a competir a un mercado de trabajo en el que los hijos de la burguesía siempre van a jugar con ventaja.

Incluso aunque estudiemos en las mismas universidades, no estamos en la misma condición.

El acceso a nuestra educación se ve atravesado por nuestra realidad socioeconómica, que nos aleja de las clases, nos dificulta el estudio. Nuestra clase acude a formarse pero seguimos en una situación de vulnerabilidad frente a la burguesía.

Entramos en el mismo circuito formativo muchas veces, pero accedemos en condiciones muy diferentes.

También, entramos en este circuito que nos venden de formación, para así buscar un trabajo digno. Nos hacen creer que necesitamos x años de formación para merecer un trabajo digno, pero no es así: un trabajo digno, seguro y que nos permita cubrir nuestras necesidades es un derecho, así como la educación. No podemos permitir que continúe el círculo vicioso de trabajo precario para poder estudiar, estudiar para poder conseguir un trabajo digno, que siempre nos explotará y con el que seguiremos enriqueciendo a la burguesía a través de nuestra formación, o nuestra precariedad.

Como conclusión, nuestra situación en la educación está atravesada por nuestra clase. Hemos entrado en un sistema educativo que busca que compitamos por un futuro que nos venden digno, pero no en igualdad de condiciones, como hemos mencionado. Esto genera en la juventud una presión, que busquemos una salida a esta precariedad formándonos en una situación de desigualdad.

La solución no se encuentra en clases presenciales o no, ya que son un arma de doble filo, que nos permiten seguir estudiando muchas veces, pero en peores condiciones.

La propuesta política ante esto, debe ser de movilización desde los centros de estudio, y organizarnos por una educación gratuita, incluyendo los recursos necesarios para acceder a ella, y así acercarnos a que no tengamos que trabajar a la vez para pagar nuestros estudios.

Debemos movilizarnos desde el estudiantado, para conseguir una educación en igualdad de condiciones, y extender la conciencia sobre el empleo digno; para movilizarnos el día de mañana en nuestros empleos.

Edurne Batanero

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