La terquedad y el carácter violento del imperialismo de los EEUU, la UE y su brazo ejecutor, la OTAN, no pudieron soportar el cambio de tendencia en la hastiada clase trabajadora ucraniana en 2013 y no dudaron en desatar en la Europa del siglo XXI una guerra de inimaginables consecuencias.

El 20 de noviembre de 2013, el Gobierno de Ucrania liderado por el prorruso Partido de las Regiones de Víktor Yanukóvich, suspendía la firma del Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea. Los motivos, el hartazgo absoluto del pueblo ucraniano con las falsas promesas de prosperidad de occidente.

En ese mismo mes de noviembre de 2013, el diario español El País, nada sospechosos de ser prorruso, publicaba un artículo en el que afirmaba los siguiente:

“En el conjunto de Ucrania el apoyo social a la Unión Aduanera con Rusia es ligeramente superior (38% de la población) al obtenido por el acuerdo de Asociación con la UE (37,8%), pero la ventaja de la opción prorrusa es aplastante en las regiones del sur y del este, que produce cerca de la mitad del PIB del país, según encuestas del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KMIS, en sus siglas en ucraniano)”

La tendencia era clara, el pueblo de Ucrania se iba decantando por Rusia como socio comercial prioritario en un intento de elegir el “mal menor” en esa disyuntiva entre capitalismo occidental o capitalismo ruso, que de igual manera garantizaba miseria para el pueblo trabajador, pero se veía con mejores ojos. Los lazos históricos con Rusia, la nostalgia hacia la próspera vida pasada dentro de la Unión Soviética y las mentiras de occidente, colmaron el vaso de la paciencia ucraniana.

Tras el cambio de tendencia social en Ucrania y tras la decisión del Partido de las Regiones, occidente, con EEUU y la Unión Europea a la cabeza, entraron en cólera. Los planes de alejar a Ucrania de la esfera de influencia de Rusia, los planes para el desmantelamiento de su tejido industrial y los planes de introducir a Ucrania como miembro de segunda categoría de la OTAN y la UE para asediar a la Federación Rusa, entre otros, se fueron al traste de la noche a la mañana.

La perspectiva de la UE, EEUU y la OTAN estaba clara, si el gobierno de Ucrania no accedía a sus demandas, ellos harían lo posible por revertir la situación por los medios que fuesen necesarios. Occidente ya había adquirido experiencia de cómo se teje la red de episodios para dar un golde de Estado, sin que parezca un golpe de Estado (antaño no se molestaban en disfrazarlos). En 2004 la llamada “revolución naranja” había servido de experimento para futuros “golpes suaves” e inauguraba una “nueva” herramienta de injerencia imperialista, cuyo guión acrecentado sería utilizado en el norte de África y en Oriente Próximo y más tarde, a finales de 2013 y principios de 2014 en Ucrania.

Un bombardeo masivo de propaganda prooccidental, un mar de noticias falsas, la introducción de grupos de agitadores y mercenarios extranjeros en el país y la utilización de grupúsculos neonazis locales extremadamente violentos, fueron la receta de occidente para comenzar el acoso y derribo del Gobierno de Viktor Yanukóvich. Entre los principales instigadores del golpe, tras el que se escondía la mano de la UE, EEUU y la OTAN, se encontraban organizaciones políticas pro-UE, grupúsculos ultranacionalistas y de extrema derecha como el Pravy Sektor (Sector Derecho), uno de los principales organizadores del movimiento golpista en Kiev e instigador de los disturbios más violentos y el partido parlamentario de extrema derecha Svoboda ("Libertad"), así como la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev, que también se unió a las filas nazi-fascistas instigadas y financiadas por occidente.

Fruto de la campaña de desinformación y manipulación de occidente y también fruto del historial de corrupción del gobierno burgués de Yanukóvich, una parte importante de clase trabajadora ucraniana salió a secundar las protestas tras la que se escondían todos esos grupos fascistas, llenando así la Plaza de la Independencia (Maidán Nezalézhnosti) en Kiev, dando inicio al golpe de Estado conocido como Euromaidán. Calles abarrotadas de gente protestando en una lucha de bandera ajena y un gobierno ucraniano asediado por todos los flancos, eran el caldo de cultivo perfecto para que occidente subiera un escalón más en su intervención golpista en Ucrania.

A principios de 2014 los enfrentamientos entre los grupos neonazis pro occidentales y la policía ucraniana en medio de manifestaciones civiles, se recrudecieron. Los grupos ultranacionalistas y nazis aparecieron armados con equipos de protección de “dudosa” procedencia y armas letales. Los disturbios escalaron y los muertos causados por el terrorismo nazi se contaban por decenas. El 20 de febrero fue el día más violento del golpe de Estado, hasta esa fecha, con más de 60 fallecidos, la mayoría civiles, principalmente en los alrededores de la plaza Maidán. Las impactantes imágenes dieron la vuelta al mundo por internet a través de las redes sociales, habían sido asesinados por francotiradores y la matanza fue utilizada por EEUU, la UE y la OTAN para poner la sentencia final sobre el Gobierno ucraniano.

El 5 de marzo de ese mismo año, se publicó una grabación de una conversación entre la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, y el ministro de exteriores de Estonia, Urmas Paet, donde Ashton decía que "se hace cada vez más evidente que detrás de los francotiradores no estaba Yanukóvich sino alguien de la nueva coalición". La autenticidad de la grabación fue reconocida por Paet y según los testigos presenciales de la matanza, 20 manifestantes opositores fueron disparados desde los propios edificios controlados por los mismos opositores, quedando tras todo esto al descubierto, que la matanza y las protestas en sí mismas no eran más que un ataque de falsa bandera organizado por la inteligencia de la OTAN, la UE y EEUU, que eran quienes financiaban el golpe de Estado y a los matones nazis.

Tras las matanzas, extendidas ya por todo el país, el aparato de propaganda occidental exprimió falsamente la supuesta autoría gubernamental de las mismas hasta la saciedad, provocando el descredito y la caída del Gobierno, la destitución mediante una pantomima en la Rada Suprema del Presidente Viktor Yanukóvich, que huyó a Rusia, la colocación de un títere pro occidental llamado Oleksandr Turchínov como jefe provisional, cuya suma certificaba el “éxito” del golpe de Estado (transición democrática según la UE y EEUU).

La extrema derecha ucraniana en el poder: Ilegalización del Partido Comunista y persecución y limpieza de la clase obrera del este y sur del país.

Los golpistas ya entronados por occidente, comenzaron una caza de brujas contra todo aquel que cuestionara la legitimidad del nuevo régimen títere de Kiev. La UE, EEUU y la OTAN financiaron y armaron a los nazis del gobierno del Maidán para estos fines. En lo institucional, las primeras medidas del gobierno fascista pro-europeo fueron, el intento de abolir la Ley Sobre las bases de la política lingüística estatal de 2012, que establecía que en los raiones (segundo nivel de división administrativa de Ucrania) donde un determinado idioma fuese hablado por al menos 10 % de los habitantes, dicho idioma podía adquirir el rango de lengua cooficial, cuyo intento de abolición era un claro ataque a los derechos lingüísticos de las minorías y sobre todo de los rusoparlantes del este y el sur de ucrania, así como los intentos de ilegalizar al Partido Comunista de Ucrania (ilegalizado finalmente en 2015) y la persecución de sus militantes. También los militantes del Partido de las Regiones que no se pasaron a las filas del nuevo régimen, fueron perseguidos.

Fuera del campo “institucional”, la represión fascista fue mucho peor, iniciando el gobierno nazi de Kiev una persecución física a cualquier detractor del régimen títere, que se maximizaba si la persona en cuestión era rusoparlante, de ideología socialista/comunista o manifestaba sentimientos prorrusos o sencillamente anti-Maidán. Se producían matanzas por todo el país, como la del incendio en la Casa de los Sindicatos de Odessa, en el que miembros del grupúsculo nazi pro-OTAN Sector Derecho, quemaron vivas a 31 personas, ante lo cual, regiones de mayoría rusoparlante como el Donbass o Crimea, decidieron oponer una resistencia firme a la agresión golpista.

Las Repúblicas Populares de Donestk y de Lugansk.

Entre febrero y marzo de 2014, las manifestaciones y acciones contra el nuevo gobierno nazi se extienden a la región industrial del Donbass, de mayoría rusoparlante. También en Crimea, el gobierno local que no reconoció al nuevo gobierno fascista, anunció la celebración de un referéndum de autodeterminación en la península, en el que se escogería entre la pertenencia a Ucrania, la independencia y la unión a Rusia. Las autoridades de Crimea autorizaron al ejército ruso a entrar en la península y mantener el orden, hasta la celebración del referéndum. Los resultados fueron inequívocos, el 96,77% del pueblo de Crimea voto a favor de la integración en la Federación de Rusia, con una participación del 83,1% (1.274.096 votos). El 18 de marzo de ese año fueron firmados los acuerdos de adhesión a la Federación de Rusia de la recién declarada República de Crimea y Sebastopol. La República de Crimea se incorporó bajo el estatus de «república», mientras que Sebastopol lo hizo bajo el estatus de «ciudad federal» al mismo nivel que Moscú y San Petersburgo.

La ofensiva violenta del golpismo pro-OTAN continuaba en el resto de Ucrania y la resistencia popular en el sudeste de aumentaba también, hasta que finalmente en abril de 2014 el pueblo del Donbass declaró la proclamación de una República Popular. Se celebró un referéndum popular de autodeterminación en el que el 89% de los electores Donetsk y el 96% de los de Lugansk votó a favor de la independencia de la RPD. A raíz de la decisión popular, los golpistas nazis de Kiev lanzaron una ofensiva despiadada, con combates a gran escala que se iniciaron en el aeropuerto Internacional de Donetsk.

Desde entonces y hasta el momento en el que nos encontramos, al asedio al que han sido sometidos los habitantes del Donbass ha sido constante. Los ataques indiscriminados del gobierno golpista de Kiev, de mayor o menor escala, han causado la muerte a más de 14.000 civiles inocentes, incluidos niños y la destrucción de infraestructuras clave para el desarrollo social de la región.

En todo este tiempo, los intentos de la UE, EEUU y la OTAN, por integrar a la parte occidental de Ucrania en la OTAN y cercar a Rusia han sido innumerables, alcanzando acuerdos inasumibles por parte Rusia, tales como venta de armamento pesado al régimen golpista de Kiev o financiación y logística para intentar retomar los territorios independizados de Crimea y el Donbass.

Rusia por su parte ha estado ayudando de manera más o menos velada (lo ha negado en innumerables ocasiones) a las Repúblicas Populares del Donbass con apoyo financiero, militar y logístico, así como con soporte político y de inteligencia. Como potencia imperialista, aunque en situación decadente como el resto del mundo capitalista, Rusia ha jugado a dos bandas en el conflicto durante estos años, por una parte, ayudando al Donbass a mantener su derecho a la autodeterminación y finalmente reconociendo la independencia de las Repúblicas Populares, pero también legitimando al golpismo ucraniano cuando en 2014 reconoció las elecciones burguesas orquestadas por occidente en las que salió como presidente Petró Poroshenko, al que también reconoció como presidente legítimo de Ucrania.

Rusia también ha tenido un papel negativo en el desarrollo del movimiento popular organizado que dirigió buena parte de la resistencia al golpe de Estado del Maidán. El peso del movimiento popular y de los comunistas en Lugansk y Donestk ha ido decreciendo paralelamente al crecimiento de la asistencia rusa, donde se ha arrinconado a una buena parte del pueblo organizado y al Partido Comunista local, que ha pasado de dirigir la resistencia popular en muchos puntos del Donbass y tener varios representantes en el Consejo Popular, a no tener ninguno.

Al Partido Comunista de la República Popular de Donetsk se le prohibió participar en las elecciones del Donbass en 2014 aduciendo "errores administrativos" en las candidaturas presentadas. Finalmente se aceptó que 3 miembros del PCRD fueran elegidos para el Consejo Popular, con el beneplácito de Moscú; los camaradas Boris Litvinov, Vadim Zaibert y Nikolai Ragozin, eso sí, integrados en las listas prorrusas. Zaibert murió más tarde en combate heróico y no fue reemplazado por ningún otro comunista en su escaño en el Consejo Popular, dejando así solo dos miembros del Partido en el mismo. Finamente en 2016, Litvinov y Ragozin fueron expulsados del Consejo Popular por una supuesta "pérdida de confianza del consejo", dejando al PCRD sin representantes y fuera de cualquier capacidad para la toma de decisiones. Actualmente, las Repúblicas Populares del Donbass están dirigidas por Leonid Pásechnik y Denís Pushilin, ambos políticos de derechas afines al Kremlin y ajenos al movimiento obrero y popular.

Por su parte, la OTAN, brazo armado de las políticas terroristas de la UE y de EEUU, ha continuado durante todo este tiempo tras el golpe de estado del Maidán, armando y financiando a los neonazis de Kiev, tapando sus crímenes de guerra y de lesa humanidad en el este de Ucrania, fomentando un genocidio en toda regla. Tampoco han detenido el cerco a la Federación de Rusia, aumentando el personal militar, el número de armas ofensivas y el número de bases en países como Estonia, Letonia, Lituania, Polonia o Rumania entre otros, amenazando claramente la seguridad del país eslavo.

Las tensiones azuzadas por la OTAN han producido un terrible estancamiento en la aplicación de los acuerdos del hasta ahora inservible Protocolo de Minsk y el sobrevuelo de la idea de incorporar a Ucrania a la OTAN “lo antes posible” por parte de occidente, no ha hecho sino dinamitar una situación ya de por sí explosiva. En el marco de esos acuerdos, ni el fin de la ofensiva militar golpista en el este, ni el traspaso de mayores competencias para las RRPP del Donbass, ni la retirada de mercenarios pagados por occidente, entre otros, han sido respetados por el golpismo de Ucrania y sus valedores occidentales, tras lo cual, la Federación de Rusia ha realizado un reconocimiento de las RRPP de Donbass que tampoco se ajusta a los acuerdos y una intervención militar que pone en peligro a la población civil de toda Ucrania y que tampoco se ajusta a la exigencia de paz que se persigue para la región.

La mecha prendida por la OTAN

La guerra imperialista provocada por el imperialismo occidental, con la OTAN a la vanguardia, no responde a los intereses de la clase obrera y el pueblo.

Las pugnas interimperialistas son una lucha de bandera totalmente ajena para los intereses de las y los trabajadores del mundo. La actual crisis bélica provocada por la OTAN y respondida por Rusia, va a traer aparejada junto con las demenciales sanciones de occidente, un recrudecimiento de las condiciones de vida del pueblo trabajador europeo y mundial.

La paz entre los pueblos del mundo es tan innegociable como la lucha de clases y si algo hay que extraer de esta guerra entre burgueses es la oportunidad de reforzar el movimiento obrero y popular y la solidaridad antiimperialista para la toma del poder obrero y la sociedad socialista.

"Es evidente que emplear en este caso el concepto de guerra "defensiva" o de "defensa de la patria" sería falsificar la historia.

[...]

Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos."

"Para esto, es preciso ante todo que los socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra es, en un triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud."

V. I. Lenin

"EL SOCIALISMO Y LA GUERRA" 1915

Redacción UyL

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