A lo largo de varios artículos de análisis, en Unidad y Lucha, se ha detallado y profundizado, en la medida de las posibilidades, en las características básicas y esenciales que comprende hoy la OTAN como organismo operativo y orgánico del imperialismo estadounidense.
Por situar, brevemente, las claves de dichas caracterizaciones: la OTAN se convierte en el principal organismo de intervención militar y política de EE. UU. y su bloque aliado (básicamente la UE), siendo su misión fundamental la de mantener el statu quo del orden internacional favoreciendo la hegemonía del dólar como divisa internacional principal.
¿En qué contexto opera la OTAN dentro de este escenario internacional? Sobre la base de la agudización de la crisis mundial capitalista, la pugna entre áreas de influencia se vuelve vital para el capitalismo internacional: la crisis alimentaria, con la subida de las materias primas y la agricultura intensiva de exportación; la lucha por el dominio sobre los grandes acuíferos del planeta; la crisis energética derivada del encarecimiento de la producción de crudo y petróleo; la pugna por los mercados y circuitos comerciales; la amenaza que supone para EE. UU. el desarrollo de la vía comercial de la llamada “Nueva Ruta de la Seda” planeada por China, que uniría Asia con Europa; etc. Estamos frente a un escenario tremendamente complejo y prebélico en la pugna interimperialista.
En este panorama internacional, la apuesta fundamental que posee EE. UU. para el mantenimiento de su hegemonía mundial pasa, necesariamente, por fortalecer la OTAN; por incrementar los gastos militares vinculados a este organismo; acrecentar el peso económico del complejo militar industrial; y mantener, auspiciar y potenciar focos permanentes de conflictos sociales y militares en torno a países y fronteras nacionales que bordeen los Estados enemigos, en este caso, Rusia y China.
El planteamiento del gobierno de EE. UU. es, por tanto, consustancialmente bélico y militarista. Su poderío económico, toda su proyección internacional, el mantenimiento de su hegemonía dependen enteramente del incremento de la OTAN como instrumento de intervención armada en favor, exclusivamente, de su estatus como potencia imperialista. Aquí no hay ningún tipo de duda ni de matices, los intentos que pueda realizar el gobierno y el Estado de Norteámerica solo pueden estar dirigidos a potenciar la OTAN como instrumento de guerra y muerte. Por tanto, la política ejercida por la UE y, principalmente, por el Gobierno español de rearme al Estado ucraniano y de potenciación de su participación en la estructura militar de la Alianza Atlántica es una política que, primero, es suicida, dado que empuja inexorablemente a la humanidad, paso a paso, a la Tercera Guerra Mundial y luego es, cuanto menos, antisoberana, en la medida que supedita los intereses propios de la soberanía del Estado español a los intereses tácticos y estratégicos del imperialismo estadounidense. Los ejemplos son amplios y evidentes y, por situar el último conocido: la posición del Gobierno español ante la cuestión de la soberanía del pueblo saharaui y su supeditación total a los intereses expansionistas y coloniales de Marruecos a la vez que su alejamiento absurdo a Argelia como país preferente en el comercio entre ambos países.
La escalada bélica de la OTAN en su enfrentamiento al bloque Rusia-China se extiende a todo el planeta y, aunque su epicentro geoestratégico está hoy en Ucrania, es indudable que África es una zona de enorme valor estratégico, no solo en términos de lucha por los recursos naturales y las materias primas, sino también por el dominio de las rutas comerciales y el tráfico internacional.
En este caso, el África subsahariana es clave en el dominio mundial de EE. UU. y concretamente la zona de El Sahel. Eso sitúa Canarias como pieza fundamental en el esquema ofensivo de la OTAN, en la medida que cubre la zona sur del franco europeo de la Alianza Atlántica, con lo cual Canarias pasa a ser una frontera militar de control e intervención rápida en toda África sahariana y subsahariana, incluyendo El Sahel como elemento esencial en el control de las rutas comerciales y de tráfico humano a través de las rutas de emigración del norte del continente africano.
Un dato que habría que señalar como importante es que esta nueva función de la OTAN en el esquema estratégico de EE. UU. y su bloque de alianza está condicionada por la crisis que está atravesando la dominación estadounidense apoyada por el proceso de globalización neoliberal y que tiene al Fondo Monetario Internacional y al grupo del G7 como elementos e instrumentos políticos y económicos de dominación internacional. Este mecanismo de globalización neoliberal, caracterizado por la intervención económica y política en la soberanía de los Estados implementando planes económicos y financieros cuya esencia es permitir la implantación de las grandes corporaciones capitalistas en dichos países y la aplicación de planes de ajustes que destruyan las conquistas obreras o que produzcan un deterioro de las condiciones laborales y de vida de la inmensa mayoría de la población, está en franco retroceso ante el avance del bloque de Estados de economía de mercado, unidos bajo la Organización de Cooperación de Shanghai, que agrupa países como Rusia, China, India y Pakistán, entre otros, que basan el acuerdo precisamente en el principio de soberanía de los Estados y de aceptación de aquellas ayudas y planes que no están condicionados a ninguna norma impositiva, sino siempre en la cooperación y en la aceptación de las mismas reglas y normas para todos sus componentes. Por situar datos que ayuden a entender esta decadencia de los mecanismos de dominación internacional del bloque de EE. UU., el G7 representaba en los años 80 el 51 % de la economía mundial, en el año 2000 representaba el 43.6 %, en el año 2020 la cifra cae al 31.2 %. Vemos, por tanto, un evidente retroceso del peso general del G7, que contrasta, por el contrario, con la tendencia alcista del peso económico mundial de los Estados pertenecientes al Grupo de Shanghai. Este es el panorama al que nos enfrentamos en el escenario actual, la lucha por el dominio de las áreas comerciales, de las tierras productivas, de los recursos energéticos, por los mercados mundiales, por las fuerzas productivas, por las tecnologías. La pugna, en definitiva, tal como sucedió en las anteriores guerras mundiales, por superar las crisis cíclicas de sobreacumulación de capitales que genera el proceso de acumulación capitalista. En esta pugna capitalista, el gobierno de Sánchez, de Yolanda Díaz, del progresismo, se sitúa como aliado del bloque más agresivo, más bélico, más decadente y más demente. Aquel cuya única salida al mantenimiento de su hegemonía se basa en el incremento de los gastos militares, de las políticas de intervención y de la creación permanente de focos y conflictos bélicos, como en el caso del conflicto de Ucrania, cuyo objetivo por parte de la OTAN es crear las condiciones para que Rusia caiga en otro Afganistán que provoque un debilitamiento militar y económico continuo al Estado ruso, enquistando el conflicto bélico a través del suministro de armas a Ucrania y potenciando ejércitos mercenarios y grupos paramilitares. Por tanto, es totalmente necesario que entendamos que este conflicto en Ucrania no es más que el preámbulo de otros más virulentos y graves, el mantenimiento de la hegemonía estadounidense pasa por reforzar la OTAN como instrumento bélico y conducir a la humanidad a una situación tal que su propia existencia esté en cuestión. De ahí la necesidad de entender que la lucha por la paz y contra la guerra es una lucha contra el capitalismo y por el socialismo. En este caso cobra toda su dimensión la consigna “ socialismo o barbarie”.
Alexis Dorta