Colombia, y las perspectivas que se abren con la victoria electoral de Gustavo Petro y Francia Márquez, necesita un artículo que contextualice y profundice la nueva situación que se abre, lejos de ilusiones y sesgos más o menos preñados de pensamiento mágico e idealismo.

Entender la realidad social, económica y política colombiana no es fácil desde la perspectiva europea. Colombia es un país que en sus 200 años de historia republicana ha vivido inmerso constantemente en conflictos de carácter interno; desde la guerra contra España, el conflicto entre el General Santander y Simón Bolívar, las guerras entre liberales y conservadores, la guerra interna contra diferentes guerrillas comunistas, de izquierdas y étnicas (FARC-EP, ELN, EPL, M-19, Quintín Lame…), los choques entre guerrillas, el fenómeno del narcotráfico, el paramilitarismo, los conflictos étnicos, los conflictos entre indígenas y campesinos pobres que se veían y ven obligados a ocupar los territorios indígenas, etc.

Todos esto conflictos tienen un actor común, una oligarquía que no ha dudado en ejercer la violencia en sus formas más extremas y brutales. 200 años de guerra y terror contra el pueblo han marcado el carácter de la sociedad colombiana. El poder ejercido por la oligarquía ha sido absoluto, y nunca han dejado margen a ninguna expresión social y política que pudiera disputarles ni un pedacito de su hegemonía. El asesinato del líder liberal Gaitán, de Galán (liberal), Jaime Pardo Leal (Unión Patriótica – Partido Comunista) y Bernardo Jaramillo (Unión Patriótica – Partido Comunista), han frustrado cualquier intento desde posiciones progresistas de obtener la presidencia de la República.

En los 200 años de historia de Colombia como nación independiente, nunca ha habido un presidente de izquierda, ni de izquierdilla, ni del llamado centro. La oligarquía ha copado la política, familias de oligarcas tienen miembros en el Congreso, han sido presidentes, senadores y alcaldes bisabuelos, abuelos, padres e hijos. Si se mira el árbol genealógico de muchos de ellos, se observa como estas familias están aferradas a la política como una correa de transmisión de sus negocios y del expolio del país en favor de ellos. Pongamos dos ejemplos de ello.

La senadora ultraderechista María Fernanda Cabal. Su familia forma parte de la oligarquía cañera del Valle del Cauca (Cali, sur del país), dispone de varios ingenios azucareros y miles de hectáreas de plantaciones de caña de azúcar, está casada con José Félix Lafaurie, un gran ganadero.

Los orígenes del poder de la familia Cabal vienen desde los tiempos de la colonia, en los que el Virrey le dio inmensas tierras a los Cabal, literalmente “lo que pueda abarcar la vista”, fueron los responsables del despojo de tierras indígenas y de la explotación de mano de obra esclava y semi-esclava en sus plantaciones de azúcar. Un ancestro de ella, José María Cabal, participó en la guerra de independencia junto a Antonio Nariño, y, desde entonces han estado aferrados a la vida política y económica del país.

Otro ejemplo es el expresidente Andrés Pastrana, hijo de Misael Pastrana, quien también fue presidente, su suegro fue alcalde de Bogotá, ministro y congresista.

Así podríamos hacer una interminable lista de clanes políticos, de familias enteras que reparten sus miembros entre el poder económico, político, militar y narco-paramilitar, como piezas de ajedrez para sostener un férreo control del país, como si fuera una extensión más de sus fincas ganaderas o de sus monopolios.

En este contexto, la victoria de Petro y de Márquez es un hecho histórico. Por primera vez un candidato de izquierdas llega a la presidencia colombiana. Pero no nos engañemos, Petro no es un revolucionario, él mismo dice que su misión es “modernizar el capitalismo en Colombia”, ni más ni menos. Es un socialdemócrata convencido, cuyo objetivo fundamental es matizar las desigualdades sociales (Colombia, después de Haití y Honduras es el país más desigual de América, y el cuarto más desigual del mundo). Su fórmula es clásica, redistribuir a través de los impuestos, crear un sistema universal de salud y educación, reforma agraria, reindustrialización y apertura del mercado a la iniciativa privada de pequeños empresarios, que disputen espacios a los monopolios existentes.

Por lo tanto, no esperemos una revolución en Colombia. Pero para una oligarquía, acostumbrada a tratar al país (y a su pueblo) como tratan su finca de ganado, estas propuestas son el advenimiento del comunismo castro-chavista, básicamente porque pretende poner normas y límites a quienes han estado siempre por encima de cualquier restricción y control.

Pero la victoria de Petro-Márquez, presenta muchos interrogantes.

Petro ha contado con el apoyo de la burguesía de Bogotá, la más “moderna” y “civilizada”, cuyo exponente político más destacado es el criminal y asesino expresidente Santos. ¿A cambio de qué?

Las oligarquías regionales (Medellín, Barranquilla y Cali) y las oligarquías terratenientes y ganaderas de todo el país, han manifestado su oposición frontal a Petro. Son capaces de dejar al pueblo sin carne, leche, huevos, maíz y arroz por años. ¿Qué capacidad de reacción tiene Petro ante un más que probable bloqueo económico?

Colombia es socio extracontinental de la OTAN, aliado preferente no-OTAN de los EEUU, quien tiene 9 bases en territorio colombiano y a la DEA actuando a sus anchas en el país. Petro ha evitado confrontar y desmarcarse de los EEUU. ¿Hasta dónde pueden llegar los cambios sociales sin afectar los intereses yankees?

Hay muchos más interrogantes que certezas sobre el alcance real que podrá tener el primer gobierno progresista de Colombia.

En primer lugar, es preciso saber quién es Gustavo Petro, proviene de la guerrilla del M-19, una guerrilla patriótica, nacionalista, cuyas bases provenían de las universidades de las grandes ciudades y que contó con el apoyo del presidente panameño Omar Torrijos. El M-19 se desmovilizó en 1990, después de un acuerdo de paz con el gobierno. Una vez desmovilizado, sus máximos dirigentes fueron asesinados, el más destacado fue su líder Carlos Pizarro, quien era candidato a la presidencia.

El gran logro del acuerdo de paz fue una nueva constitución que sustituía la constitución del S/XIX. Una constitución más moderna y garantista, pero que en nada cambiaba las relaciones de poder y la estructura de clases del país.

A la sangría de líderes y militantes del M-19 asesinados sobrevivieron un puñado de cuadros, algunos que se pasaron a la extrema derecha uribista, otros, como Petro, que fueron haciendo camino en el progresismo, primero como senador, destacando por ser un fuerte opositor a Uribe y del paramilitarismo, y que en 2010 lanzó su primera candidatura a la presidencia, consiguiendo poco más del 9 % de los votos.

En 2012 fue elegido alcalde de Bogotá, destituido a través de triquiñuelas legales provocadas por sus políticas antimonopolistas en el sector salud, transporte público y gestión de basuras.

En 2018, lanzó su segunda candidatura a la presidencia, consiguiendo pasar a la segunda vuelta presidencial y siendo derrotado por Iván Duque, el que puso Uribe.

Y a la tercera va la vencida, su movimiento político, llamado Colombia Humana, aglutinó a la mayoría de la izquierda del país en lo que se dio a conocer como Pacto Histórico (Sectores del Polo Alternativo, del Partido Verde, del liberalismo, toda la Unión Patriótica-PCC, MAIS, líderes indígenas y afrocolombianos…). Consiguiendo a la tercera, la Presidencia de la República.

La composición de clase del gobierno y de sus aliados. Como todo en Colombia, esta cuestión no es binaria, no es un blanco y negro. Y definirlo en términos de clase es complejo:

  1. El núcleo duro de Petro, y él mismo, son los profesionales liberales provenientes de diversas clases sociales, desde la pequeña burguesía urbana a sectores de origen obrero y popular que han conseguido cierto ascenso social.
  2. El movimiento obrero, étnico y popular. Entorno a Petro se ha articulado toda la izquierda que representa el campo popular, sindicalistas, líderes étnicos (la vicepresidenta, Francia Márquez, es una líder afrocolombiana del Cauca, de los sectores más pobres y golpeados del país), etc…
  3. Sectores “modernos” de la mediana y alta burguesía, fundamentalmente de Bogotá.

Pero Petro, para dar estabilidad a su gobierno ha tenido que calmar a la oligarquía colombiana, y cuenta con el apoyo explícito de la oligarquía de Bogotá, encabezada por el expresidente Juan Manuel Santos, quien fue ministro de Defensa de Uribe, responsable del asesinato en Ecuador de Raúl Reyes, de los falsos positivos (asesinato de más de 6.000 de civiles para hacerlos pasar por guerrilleros de las FARC), de la ejecución de Alfonso Cano, líder de las FARC-EP en pleno proceso de diálogo, para abrir paso dentro de la dirección de la guerrilla a los traidores de Rodrigo Londoño y Carlos Antonio Lozada, quienes acabarían firmando el acuerdo de paz y liquidando a la organización insurgente para llevarla a la más absoluta irrelevancia.

El apoyo de Santos y de su partido (Partido de la U), le da estabilidad y mayorías a Petro en el Congreso, pero eso no es gratis, por supuesto.

El primer gobierno de Petro es reflejo de esta diversidad y de los equilibrios que se derivan, un potaje o como se dice en Colombia, un sancocho. Con los nombramientos ministeriales intenta contentar a todos los sectores que lo apoyan, y a la vez lanza mensajes para tranquilizar a los EEUU y a las oligarquías (en plural).

Los ministerios más críticos, y con los que Petro hLos ministerios más críticos, y con los que Petro ha hecho equilibrios son:

  • Ministerio de Defensa -Iván Velásquez-, coloca a un abogado y magistrado de Medellín, implicado en la lucha contra Pablo Escobar en los 90, magistrado de la Sala penal de la Corte Suprema destacado por relacionar al entonces presidente Uribe con el paramilitarismo, y miembro de la comisión de la ONU de lucha contra la corrupción en Guatemala.

Con este nombramiento lanza un mensaje a la cúpula militar y al uribismo, vinculados estrechamente al narco-paramilitarismo, a la policía (que depende de Defensa y que Petro ha prometido pasarla a Interior), a las insurgencias (ELN, FARC-EP Segunda Marquetalia, disidencias de las FARC…) con quien pretende abrir un nuevo ciclo de procesos de paz para desarmarlas, a los narco-paramilitares de las AGC-Clan del Golfo (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) con quien también quiere abrir un proceso de paz…

  • Ministerio del Interior -Alfonso Prada-, un abogado vinculado al Partido Verde, pero también al gobierno de Santos, dónde ocupó responsabilidades de segundo nivel. Deberá asumir el traspaso de la Policía Nacional a su ministerio y las relaciones con la Justicia, es un nombramiento de cuota de Santos, pero con un perfil que no desagrada a nadie.
  • Ministerio de Hacienda -José Antonio Ocampo-, un académico de la economía, vinculado a las universidades de Notre Dame (Francia), Columbia, Cambridge, Oxford y Yale (USA), a la universidad de los Andes (una de las universidades privadas más prestigiosas de Colombia) y a la ONU.

Un nombramiento aplaudido por la oligarquía de Bogotá; es uno de los suyos, y no representa una ruptura con la política económica colombiana ni con los intereses de la oligarquía urbana, su misión, la misma que Petro, modernizar el capitalismo en Colombia.

  • Cancillería (Relaciones Exteriores) -Álvaro Leyva-, político conservador, formó parte del equipo de Santos en las negociaciones de paz con las antiguas FARC-EP, otra cuota de Santos y de la oligarquía bogotana, que, además, da tranquilidad a los EEUU.
  • Agricultura -Cecilia López-, una política vinculada al liberalismo tradicional, cuota del ex-presidente Samper, un mensaje contra el uribismo y contra la oligarquía terrateniente, pero tranquilizadora hacia los mercados, va a “modernizar el campo”.
  • Educación -Alejandro Gavíria-, vinculado al Partido Liberal, fue ministro de Santos y cargo intermedio de Uribe. Un tecnócrata de la oligarquía urbana.
  • Ministerio de Trabajo -Gloria Inés Ramírez- , dirigente del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, exsenadora por el Polo Democrático Alternativo, responsable de RRII del PCC, exsindicalista del sector de maestros. Un nombramiento muy aplaudido por la izquierda del Pacto Histórico.
  • Ministra de Salud -Carolina Corcho-, Mujer de confianza de Petro, muy crítica con el sistema de salud colombiano en manos de las EPS (empresas privadas). La lucha contra las empresas privadas de salud y contra el sistema de salud instaurado por Uribe, es una de las obsesiones de Petro, esta designación marca la línea roja a la burguesía que lo apoya, la salud debe ser reformada.
  • Energía y Minas -Irene Vélez-, una ambientalista que debe encabezar el proyecto de transición energética del extractivismo de petróleo y carbón a las energías verdes.
  • Medio Ambiente -Susana Muhamad-, ambientalista miembro de la Colombia Humana de Petro.
  • Cultura -Patricia Ariza-, reconocida dramaturga cercana al Partido Comunista.

Todavía falta conocer los nombramientos en ministerios importantes como el de Industria, Comercio y Turismo, Planeación (Fomento), Vivienda y Transporte. Pero por el momento ya se ven claras las cuotas y los mensajes:

  1. Tranquilizar a la oligarquía “moderna” y a los EEUU: Defensa, Interior, Hacienda, Exteriores (Cancillería), Agricultura, Educación. Perfiles moderados, que no van a romper con el orden establecido, pero lo van a modernizar y “democratizar”. No se va a cuestionar el marco de relación con los EEUU, aunque se va a destensar la relación con Venezuela, en consonancia con la política de Biden.
  2. Un ataque al Uribismo, al ejército y a la policía: Defensa, Interior y Agricultura. Se van a depurar las FFAA y la policía, las relaciones en el campo se van a modificar. Es un aviso a la oligarquía periférica, de base terrateniente y estrechamente vinculada al narco y al paramilitarismo. También a las fuerzas armadas, corrompidas hasta el tuétano por el narco y la corrupción pública. Básicamente les dice que se deben reformar y acomodar, que seguirán teniendo poder, pero que éste ya no será absoluto.
  3. Un mensaje a las insurgencias y a los narco-paramilitares. Tienen la oportunidad de desarmarse e incorporarse a la vida civil y legal, pero que, si no lo hacen, este será su último tren. Para Petro las FARC y el ELN son unos extremos iguales que las oligarquías mafiosas terratenientes y narco-paramilitares, tiende la mano a que se acomoden a su visión de una Colombia moderna y democrática.
  4. Un mensaje a la izquierda y al movimiento popular, con la Vicepresidencia, Trabajo, Cultura, Energía, Salud y Medio Ambiente. Este es el ámbito donde se podrán realizar reformas profundas, y que estas, especialmente en lo referente a trabajo (relaciones laborales y salarios) Energía (petróleo y carbón) y Salud (empresas privadas de salud) es dónde habrá el conflicto con la “burguesía moderna” que lo apoya.

Este juego de encajar un puzzle tan complejo representa un reto que a mi entender es, por no decir imposible, muy complejo. En este sentido hay diversidad de factores que hacen que la visión de Petro de “modernizar el capitalismo en Colombia” (sic) como un medio para “desarrollar las fuerzas productivas” (sic) y una vez hecho esto, poder abrir una segunda etapa de transformaciones sociales profundas (no recuerdo la frase exacta, pero esa era la idea principal) sean casi una quimera.

Desde un paradigma marxista, el desarrollo de las fuerzas productivas es un paso imprescindible para la construcción del socialismo. Este desarrollo de las fuerzas productivas para la construcción y el perfeccionamiento del socialismo se ha realizado desde diferentes perspectivas, en función de las realidades históricas y nacionales. Desde la economía planificada, o desde abrir espacios controlados a la economía de mercado, y hasta el desarrollo capitalista ilimitado pero con el control del Partido Comunista. En cada país socialista y en cada momento histórico se han realizado acciones de desarrollo de las fuerzas productivas con el objetivo de perfeccionar y crear las condiciones de construcción del socialismo. Pero este no es el caso de Colombia ni de la visión socialdemócrata de Petro, ni se parte del socialismo ni el objetivo es el socialismo. Como todo socialdemócrata, se parte de la convicción que es posible un capitalismo humano en la que la lucha de clases queda matizada por el interés común y un equilibrio en el que todos los intereses de clases quedan lo suficientemente satisfechos (win-win); siendo resueltas las disputas en la institución parlamentaria y el estado como campo neutral de discusión y concertación.

Obviamente los y las comunistas estamos lejos, muy lejos, de esa visión acientífica e idealista. Pero este es el plan. Y de entrada este plan tiene unos claros inconvenientes.

  1. Petro solo tiene 4 años para llevar a cabo las reformas pactadas con la oligarquía liberal, desde 2015 se prohíbe ser reelegido. Una de las condiciones de la oligarquía ha sido abandonar la idea de una constituyente para hacer una nueva constitución. Después de esos 4 años, para continuar el plan de reformas, deberá posicionar a una candidata o candidato que siga por la senda que ha marcado. La oligarquía y los EEUU tienen muy claro que Petro solo tiene 4 años, para iniciar algunas reformas y situar un delfín para un siguiente mandato.
  1. Petro depende del apoyo de un sector de la oligarquía colombiana, si esta decide retirarle su apoyo, su posición quedará muy debilitada.

Petro parte de una situación objetiva, hay una fuerte pugna inter burguesa en Colombia, hay un enfrentamiento muy fuerte entre la oligarquía urbana de Bogotá muy vinculada al sector financiero y las oligarquías periféricas, ya sean terratenientes (ganaderas, cañeras, palmeras…) o industriales (Medellín, Cali y Barranquilla). Esa pugna inter burguesa, por muy fuerte que sea, nunca pondrá en riesgo los intereses de clase, y si en algún momento ven amenazados sus intereses, sin dudarlo aparcarán sus diferencias y harán frente común.

  1. La(s) oligarquía(s) tienen la capacidad de situar la economía colombiana en un estado crítico en un abrir y cerrar de ojos. Como se hizo con Allende en Chile y con Chávez en Venezuela, la burguesía tiene la capacidad de desabastecer a las grandes ciudades de alimentos, medicamentos y bienes de primera necesidad; devaluar la moneda y cortar el flujo de bienes importados. 4 años pasan muy rápido y la oligarquía colombiana, después de 200 años de saqueo y con sus fortunas a buen recaudo en paraísos fiscales, en Europa y en los EEUU, tiene la capacidad de bloquear toda la estructura económica si las reformas de Petro tocan intereses vitales o no pactados previamente.
  1. Colombia es un narcoestado, la industria de la cocaína, la marihuana y en menor medida la amapola, representan la base económica del país. Los flujos de capitales provenientes del narcotráfico permean directamente toda la sociedad, desde el campesino pobre que debe cultivar hoja de coca, o rasparla, o trabajar en insalubres cocinas de cocaína, hasta lo más alto del sistema financiero y económico del país. La principal fuente de entrada de divisas no es el petróleo, ni el café, ni el oro… es el polvo blanco para las narices europeas y estadounidenses.

Y quien controla todo este lucrativo negocio es la DEA (agencia antinarcóticos estadounidense), es quien controla las rutas y los flujos de dinero, dinero que termina en el sistema financiero y pagando las operaciones ocultas de todas las agencias federales, desde la CIA, a la NSA, desde los laboratorios clandestinos de armas biológicas repartidos por el mundo hasta al DAESH. El dinero de la droga paga todo lo que no puede aparecer en los presupuestos que el Congreso norteamericano aprueba cada año.

Las drogas, además, justifican la falsa “war on drugs” que es la coartada perfecta para intervenir en los asuntos internos de los países, justificar invasiones, golpes de estado y la presencia militar en todo el mundo.

Petro habla de sustitución voluntaria de cultivos, deja entrever políticas de legalización, o por lo menos de despenalización, pero la realidad es que la DEA campa a sus anchas por Colombia, y la cocaína representa más del 4% del PIB (más que el café y el petróleo), pero esta estimación es solo el cálculo de toneladas producidas x valor en mercado. Ese 4% del PIB entra en los canales legales, en empresas “productivas” que legalizan los capitales, en bancos que los mueven por las bolsas de todo el mundo, en bienes de consumo y de lujo que compran los capos y lugartenientes del narco… para terminar convirtiéndose, sin miedo a exagerar, en un 20% de la economía colombiana.

Luego, cuando ese valor, llega a occidente multiplicado por 10 y hasta por 15, imaginemos los intereses económicos, políticos y geoestratégicos que existen para que Colombia siga siendo el productor de la cocaína que se esnifa en occidente.

  1. El ejército (y la policía) es un poder fáctico en Colombia, podrido por la corrupción y el narco, y dependiente de los EEUU e Israel. Una depuración a fondo del ejército implicaría remover los cimientos de la institución y meterle el dedo en el ojo a los yankees.

Petro no ha cuestionado la presencia militar de los EEUU en las 9 bases que tienen a su disposición, ni el papel de Colombia como socio de la OTAN, ni la presencia de la DEA, ni los contratos y compromisos armamentísticos con la metrópoli.

Por lo que la renovación de los mandos y de la doctrina militar será más estética que efectiva, y siempre bajo tutela estadounidense.

Entonces, ¿qué margen de maniobra tiene el nuevo gobierno para transformar las condiciones de vida de las inmensas mayorías de Colombia? Sinceramente muy poco. El gobierno de Petro sabe que cambios muy pequeños son suficientes para contentar a las grandes mayorías cansadas de miseria y violencia, pero que esos pequeños cambios, si tocan intereses de las oligarquías y los EEUU son suficientes para que lo derroquen.

Si bien Petro cuenta con el apoyo del sector campesino, sindical y de las organizaciones populares; estas organizaciones no están orgánicamente ligadas al gobierno y si las reformas prometidas no se cumplen, fácilmente retirarán el apoyo al gobierno. Todo un ejercicio de equilibrismo el que tiene por delante.

Hablemos de lo posible, o casi posible.

La reforma agraria: Petro se ha comprometido a no expropiar ni un cm2 de tierra a los terratenientes, pero el Estado colombiano tiene miles de hectáreas de su propiedad (baldíos). Tiene la posibilidad de entregar tierras productivas al campesinado pobre y crear una política de soberanía alimentaria basada en estas tierras y en esta clase social, pero para ello necesitará agrupar al campesinado en cooperativas, industrializar con dinero público el campo y crear canales de transformación y distribución públicos al margen de los que están en manos de la oligarquía.

Sustitución de las divisas provenientes del petróleo y el carbón por divisas provenientes del turismo: Una de sus propuestas estrella y un brindis al sol, para ello afirma que debe pacificar los territorios, desarmando a las guerrillas, a los narcos y a los paramilitares. Y aunque eso suceda, se debe construir una infraestructura turística inexistente en los territorios, y si consigue todo eso, dependerá de los grandes monopolios del turismo a nivel internacional, que regulan el flujo de turistas por el mundo.

Paz integral: Desarmar a los actores armados, a través de diálogos nacionales y regionales. Básicamente continuar lo que hizo Santos con las FARC-EP. Pero hay dos inconvenientes, mientras el narcotráfico siga siendo la principal actividad económica del país será imposible llegar a esa paz integral, y las insurgencias, aunque han manifestado su voluntad de dialogar con el nuevo Gobierno, si ven en Petro y sus reformas como un fenómeno efímero con fecha de caducidad de 4 años, difícilmente llegarán a un acuerdo de desarme para ser asesinados por el siguiente gobierno, y mucho menos después de la experiencia de las FARC-EP con Santos e Iván Duque.

Reforma de las pensiones, la salud y de la educación: Unos negocios multimillonarios en manos de grandes grupos económicos transnacionales, algunos españoles. Además, es donde su aliada oligarquía bogotana, tiene grandes intereses económicos.

Petro deberá tener mucha inventiva para no pisarle el callo a Juan Manuel Santos y a los suyos a la vez que garantiza pensiones, salud y educación dignas y universales, tal y como prometió.

El nuevo gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez es una victoria popular, un hecho histórico y una esperanza para millones de colombianos y colombianas; la realidad es tozuda y extremadamente compleja.

Desde la izquierda colombiana se valora esta victoria en unos términos llenos de emotividad e idealismo. Después de décadas siendo asesinados, torturados, encarcelados y desaparecidos, la izquierda siente la victoria electoral como una revolución. Una población con más del 50% de pobreza, en unas condiciones de vida extremadamente precarias, donde las esperanzas terminaban con el dinero que se conseguía para pasar el día; la victoria de Petro es como maná caído del cielo, la esperanza ya no es por un mañana (literal) en el que garantizar el arroz y los huevos del almuerzo, si no que la esperanza es de un futuro mejor, con todas las mayúsculas y exclamaciones que se quieran poner.

Por ello, debemos reconocer la victoria popular, las expectativas que se abren y las esperanzas que despiertan, pero también debemos ser conscientes de las enormes limitaciones del propio proceso.

Ferran N

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