Difundimos el importante artículo elaborado por la camarada Jan Zavadski, militante del DKP, por su gran interés a la hora de situar los que a nuestro modo de ver, son los elementos centrales y necesarios para analizar el imperialismo desde las  categorías científicas y, consecuentemente,  dialécticas del marxismo-leninismo.

Además, la exposición de la camarada marca un estilo de debate profundamente respetuoso y abierto a la confrontación de opiniones, que es el camino que necesariamente debemos transitar para convertir nuestros análisis en referenciales para el movimiento obrero en su conjunto.

Opinar y contrastar opiniones entre camaradas  siempre permite avanzar.

Sin embargo, el estilo arrogante de quienes denostan la realidad por no ajustarse a su hipótesis y propuestas, debiera ser definitivamente descartado de nuestras filas de Vanguardia,  llamadas a tener una creciente capacidad de interpretación de la realidad que nos conduzca a una mayor y efectiva dirección política de masas.

Agradecer a los camaradas de Unión Proletaria la traducción y difusión inicial del texto.

Redacción UyL. 

LA TEORÍA MODERNA DEL IMPERIALISMO Y LA ESCISIÓN DEL MOVIMIENTO COMUNISTA

Jana Zavadski

(Partido Comunista Alemán)

Línea divisoria

El 24 de febrero de 2022, el movimiento comunista en Alemania, Europa y Rusia se paralizó repentinamente.

De hecho, no hay nada de inesperado en esto: muchos de esos aspectos que deberían haberse acordado hace muchos años,  han pasado dialécticamente a un nuevo escalón. La operación militar que Rusia lanzó en Ucrania nos puso a todos frente a las preguntas: ¿de qué lado estamos? ¿Cómo evaluamos esta situación? ¿Qué debemos decir a los trabajadores?

Todos estos problemas deberían haberse resuelto antes. El mundo ha estado en llamas durante mucho tiempo, la guerra está en todas partes, nada es nuevo. No se trata de evaluar a ningún país, y no solamente a Rusia. La propia teoría general del imperialismo ha llegado a un callejón sin salida en los últimos años. Una comprensión clara e inequívoca es que el imperialismo está perdido.

Es cierto que esto no se aplica a todos los comunistas. Por ejemplo, el Partido Comunista de Grecia (KKE) no ha tenido interrogantes, pues ya durante mucho tiempo había desarrollado una nueva teoría del imperialismo, y parece que para el KKE esta es una herramienta confiable para evaluar correctamente cualquier evento mundial. Gracias al gran prestigio del KKE a nivel internacional, muchos partidos y comunistas individuales cayeron bajo la influencia de la teoría mencionada, incluso les parece la única «continuación de la teoría leninista del imperialismo en un nuevo nivel» posible.

Brevemente, según la teoría de la pirámide imperialista, el imperialismo es la etapa del capitalismo a la que llega cada país individualmente cuando en su interior han aparecido los monopolios y ha surgido la exportación de capitales. De hecho, esto significa que todos o casi todos los países capitalistas modernos son al mismo tiempo imperialistas. Como los potenciales económicos de los países no son iguales, se forma una “pirámide” común: los estados en la cima de la pirámide dominan a los demás, en la base de la pirámide están los países más pobres (sin embargo, también imperialistas).

Vassilis Opsimou (miembro del Comité Central del KKE) en su artículo «La teoría del imperialismo de Lenin y sus distorsiones» (1) criticando severamente a muchos «oportunistas» que dudan de esta teoría. Por ejemplo, escribe (mi traducción del idioma alemán):

Todos estos intentos se caracterizan por las excusas constantes, y advierte de estas cortinas de humo un signo típico del oportunismo, que Lenin criticó en su momento. No solo se niegan a enseñar las lecciones de la historia, sino que también se alejan de los fundamentos de la dialéctica revolucionaria, un análisis específico de las circunstancias específicas y el regreso a las formas petrificadas de la estrategia reformista menchevique «moderna».

En principio, esta cita se da solo con un propósito: mostrar en qué tono el KKE, en principio, lidera una discusión, y cómo los comunistas tienen que evaluar a quién se atreva a dudar de la teoría de KKE.

El camarada Opsimou escribe sobre «la cháchara oportunista, que supuestamente reconoce el imperialismo como una nueva etapa del capitalismo, pero distingue entre los países «imperialistas» y no imperialistas, en el «sistema» del imperialismo” (son los entrecomillados aporte mío).  Además, critica con dureza sus consecuencias prácticas: la posibilidad de liberación nacional y cooperación con la burguesía nacionalista en los países oprimidos.

Volveremos a recurrir al artículo de camarada. Opsimou. ¡Ahora veremos quiénes son estos oportunistas que se atreven a dividir a los países en imperialistas y no imperialistas!

Cronológicamente, el primer oportunista es … V.I. Lenin. Camaradas. El propio Opsimou le señala en su famoso trabajo sobre el imperialismo, pues Lenin muestra las colonias y varios tipos de dependencia (sobre los ejemplos de Argentina y Portugal, 10). ¡Pero hoy todo es diferente! Sin embargo, podemos ver otras obras de nuestro clásico. Por ejemplo, en un discurso en el IIº Congreso de la Komintern, Lenin aclara:

En primer lugar, ¿cuál es la más importante, la idea principal de nuestras tesis? La diferencia entre naciones opresoras y oprimidas. Hacemos hincapié en esta diferencia, en contraste con la IIª International y la Democracia burguesa. Para el proletariado y la Internacional Comunista, es especialmente importante, en la era del imperialismo, establecer los hechos económicos específicos y, al resolver todos los problemas coloniales y nacionales, no proceden de posiciones abstractas, sino de los fenómenos de la realidad concreta.

El rasgo característico del imperialismo es que el mundo entero, como vemos, se divide actualmente en una gran cantidad de naciones oprimidas y un número insignificante de naciones opresoras que tienen una enorme riqueza y una poderosa fuerza militar…” (resaltado por mí).

No puede expresarse mejor, la idea de cuál es la distinción entre la minoría de los estados imperialistas y la mayoría de las naciones oprimidas (que incluyen no solo colonias, sino también estados dependientes), esta es una actitud bolchevique hacia el tema.

En el mismo discurso, Lenin habla de las alianzas con la burguesía:

.. Nosotros, como  comunistas, solo apoyamos  y apoyaremos los movimientos de liberación burgueses en los países coloniales, cuando estos movimientos son realmente revolucionarios, cuando los representantes de ellos no nos impedirán educar y organizar el campesinado y las amplias masas de explotadas en el espíritu revolucionario. Si no hay estas condiciones, entonces los comunistas deben luchar contra la burguesía reformista en estos países” (ibid.).

Es decir, según Lenin, las alianzas con la burguesía no están en absoluto descartadas, aunque siempre implican una evaluación concreta de si tal alianza es beneficiosa o perjudicial para la clase obrera.

Posteriormente, la posición de los comunistas no cambió. En el siglo XX, esta posición no estaba, en principio, sujeta a revisión alguna -excepto por parte de la ciencia burguesa, que, por supuesto, no estaba dispuesta a aceptar tal punto de vista. En este sentido, Stalin también era discípulo de Lenin y apoyaba los movimientos de liberación nacional. Para él, la división de los países en imperialistas y dependientes era algo natural. Esto se manifestaba no sólo en discursos y escritos, sino también en la política práctica. Por ejemplo, recomendó a los comunistas que colaboraran con el Kuomintang burgués hasta 1927, e incluso tras la traición de la burguesía nacional y la brutal represión de los comunistas, la URSS rompió inicialmente con el Kuomintang, pero en 1937 restableció relaciones con él y apoyó tanto al PCCh como al Kuomintang. Se pueden encontrar muchas declaraciones de Stalin sobre el movimiento nacional burgués en China. Por ejemplo, esto es lo que dice sobre un posible futuro gobierno revolucionario en China:

«El futuro gobierno revolucionario en China tendrá la ventaja sobre el gobierno de MacDonald de que será un gobierno antiimperialista.

No se trata sólo en el carácter democrático-burgués del poder cantonés, que es el embrión del futuro poder revolucionario de toda China, sino sobre todo se trata de que este poder es y no puede sino ser antiimperialista, de que cada avance de este poder supone un golpe al imperialismo mundial, por lo tanto, un golpe a favor del movimiento revolucionario mundial» (3)

Éstos son los «oportunistas» que, según el camarada Opsimou (KKE), no consideran imperialistas a todos los países capitalistas.

Otros «oportunistas» son, por ejemplo, los dirigentes de Corea y Cuba, que a pesar de ello han conseguido dirigir revoluciones socialistas. Kim Jong Il (4) hablaba de neocolonialismo en relación con los países que acababan de liberarse de la opresión colonial. Por ejemplo, esto es lo que escribió en 1960 sobre la República de Corea (RDC):

«Debido a la antigua política colonial del colonialismo japonés, el rostro de Corea era el de una colonia dependiente, pero la Corea del Sur de hoy, víctima de la política neocolonial estadounidense, es una colonia bajo la máscara de un «Estado independiente» (4, como no he podido encontrar una versión rusa de esta obra, he aquí mi traducción del alemán).

Según Kim Jong-Il, las colonias se han transformado en Estados dependientes y el robo colonial continúa de forma oculta: los imperialistas exportan capital y retrasan el desarrollo de la economía nacional. Y esto que puede ser interesante con respecto a Ucrania, «las convierten en sus bases militares» (ibid.).

Pero la RPDC en todo caso, en términos del KKE, es «revisionista». ¿Quizás los comunistas cubanos tenían una opinión diferente?

Che Guevara:

«…debemos recordar que el imperialismo, última etapa del capitalismo, es un sistema mundial, y que es necesario un enfrentamiento a escala mundial para derrotarlo. El objetivo estratégico de nuestra lucha es la destrucción del imperialismo. La participación de nuestros pueblos, de los pueblos de los países atrasados y explotados, debe conducir inevitablemente a la destrucción de las bases de aprovisionamiento del imperialismo, a cortar su control sobre nuestros países oprimidos: los países de donde el imperialismo extrae hoy sus capitales, extrae materias primas baratas y profesionales baratos, donde dispone de mano de obra barata y donde envía nuevos capitales, como instrumento de dominación, armas y otros medios para mantener nuestra total dependencia”. (5, el énfasis resaltado es mío).

La lista de afirmaciones de este tipo podría continuar ad infinitum.

Además, hay que señalar que las revoluciones exitosas o casi exitosas del siglo XX se guiaron principalmente por la idea de la liberación nacional, a diferencia de la Revolución Rusa (que también tuvo sus propias características, que no abordaremos aquí). El grupo de Fidel Castro y su ejército revolucionario no eran marxistas, estaban formados principalmente por campesinos (la clase obrera en Cuba era todavía pequeña y subdesarrollada), sólo había comunistas individuales (como el Che) y sólo después de la victoria de la revolución, Cuba se hizo socialista bajo la influencia de la URSS (lo que, por supuesto, contribuyó a su éxito posterior). En China, Vietnam y Corea, los motivos de liberación nacional eran más fuertes en las masas populares que el trabajo del proletariado para construir el socialismo. No obstante, los Partidos Comunistas de estos países fueron capaces de dirigir el movimiento nacional. Estos fenómenos pueden valorarse de forma diferente, pero no pueden negarse. Y hay, por supuesto, muchos más hechos de este tipo en el mundo de los que se pueden citar aquí.

Así: en el siglo XX, en el movimiento comunista ni siquiera se dudaba del hecho de que existen países imperialistas («un puñado de países» según Lenin) y que son imperialistas precisamente porque otros países son víctimas de ellos. Este fue el punto de vista que se adoptó en la URSS y en la RDA.

Esta actitud frente a la opresión neocolonial fue algo habitual durante todo el siglo XX. Tampoco encontramos otras percepciones en el movimiento comunista de la RFA. Así, Michael Opperskalski describe la situación en el siglo XXI como la hegemonía de EE.UU. y de la nueva potencia imperialista emergente, Europa, liderada por la RFA (6); estas potencias buscan asegurarse recursos baratos de otros países. Más adelante, Opperskalski se refirió también a otros centros imperialistas, entre los que incluyó a Japón y Rusia. También habló de antiimperialismo. La lucha antiimperialista se consideraba en el movimiento comunista como una parte esencial del mismo. El autor de este artículo fue miembro de la desaparecida Iniciativa Comunista, en la que M. Operskalski y F. Flegel formaban parte de la dirección. En aquella época, 2008-2015, apoyamos a Siria como Estado antiimperialista y criticamos la equidistancia cuando algunos comunistas, por ejemplo durante la Revolución Verde en Irán en 2009, pensaban que era necesario un cambio de régimen. Entendíamos que Irán era ciertamente un Estado conservador de derechas y anticomunista, pero en aquel momento Irán tenía una postura antiimperialista. Durante la crisis, criticamos las acciones de la RFA contra el pueblo griego y luchamos contra la representación mediática de estas acciones como «ayuda a los griegos vagos». Para nosotros, los comunistas de la RFA, se trataba de un ataque evidente del imperialismo de la RFA contra Grecia.

Ahora resulta que los comunistas griegos, rechazan en principio la noción de antiimperialismo y consideran a todos los países con economías capitalistas como imperialistas: se diferencian entre sí cuantitativamente, por su potencial económico, pero no cualitativamente. Dado que el KKE goza de gran prestigio internacional, su teoría es compartida por otros partidos (por ejemplo, el también muy fuerte Partido Comunista Turco). Parte de los comunistas de la RFA también han caído bajo esta influencia y ahora rechazan la lucha antiimperialista, a menos que esa lucha sea directamente socialista y proletaria. El autor de este artículo ha oído incluso en diversas discusiones que Venezuela y Nicaragua son también países imperialistas, porque allí domina la economía capitalista. Y estas eran declaraciones de miembros muy experimentados y dirigentes de organizaciones comunistas.

En vista de todo lo anterior, se puede resumir que el punto de vista propuesto por el KKE es totalmente nuevo y no se puede llamar un desarrollo de la teoría leninista del imperialismo a un nuevo nivel. Además, para aceptar la teoría piramidal, habría que abandonar las experiencias revolucionarias de Cuba, Corea, China, Vietnam y la Unión Soviética.

De ello se deduce que la contradicción en el movimiento comunista no se debe a las diferentes valoraciones de un país o de una guerra, sino que es mucho más profunda y grave.

Y es esta contradicción la que primero hay que aclarar. Sólo entonces podremos hablar de Rusia, Ucrania o cualquier otro país.

Sobre el enfoque científico

La teoría marxista pretende ser una ciencia. Ciertamente, el marxismo es una ciencia, pero de ello no se sigue que todo lo escrito por estos o aquellos marxistas cumplan los criterios de cientificidad.

La cuestión del debate

A diferencia del planteamiento posmodernista, que parte de la base de que no existe la verdad sino sólo opiniones diferentes, el marxismo sí parte de la existencia de una verdad objetiva que es independiente de nuestros puntos de vista. En este sentido, algunos camaradas critican la existencia misma de «diferentes puntos de vista» (ellos mismos afirman conocer la verdad y todos los demás sólo tienen «puntos de vista»).

Sin embargo, este extremo tampoco es científico. En las áreas de la ciencia que aún no están establecidas, en la búsqueda de la verdad, precisamente deben existir diferentes puntos de vista. Robert Koch, por ejemplo, creía que la causa de la tuberculosis era el bacilo que había descubierto, mientras que Rudolf Virchow veía la causa en las condiciones sociales. El desarrollo posterior de la ciencia ha demostrado que ambos tenían razón, pero en su momento este desacuerdo fue fuente de encarnizados debates entre los científicos.

Sí, existe una verdad absoluta objetiva, pero el problema es que los humanos sólo podemos acercarnos a ella con verdades relativas, que contienen partes de la absoluta. La ciencia no es más que un intento de establecer esta verdad (véase La dialéctica de la naturaleza, de Engels). Por lo tanto, son necesarias diferentes opiniones, y la verdad sólo se alcanza en el proceso de la discusión científica, la observación y la experimentación. Esto también es válido para el marxismo. Por lo tanto, yo no llamaría indiscriminadamente a mis oponentes «revisionistas» y «oportunistas» sin ni siquiera discutirlo. Para empezar, habría que conocer al menos su punto de vista.

La cuestión de la autoridad

La autoridad científica y la autoridad política son categorías diferentes. Los logros políticos significan en el marxismo más o menos lo mismo que un experimento exitoso en las ciencias naturales. Por eso consideramos a Stalin un clásico, y a Mao, Kim Il Sung y Kim Jong Il, destacados teóricos: precisamente porque lograron éxitos indudables en el terreno político.

Pero cuando se trata de ciencia, también hay que tener en cuenta las ideas teóricas de quienes no han alcanzado el éxito político. Es más, incluso los desarrollos de los científicos burgueses deben ser estudiados y aplicados (por ejemplo, si hablamos de economía). Los fundadores del marxismo hicieron precisamente eso: Marx utilizó las ideas de Adam Smith, es más, basó su teoría en ellas, el libro de Engels «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» fue escrito sobre la base de las investigaciones de Lewis Morgan, ciertamente un científico burgués. Lenin utilizó muchas fuentes burguesas para su libro sobre el imperialismo y, por ejemplo, la obra de un auténtico oportunista como Hilferding.

Pero hoy algunos están convencidos de que sólo hay que tener en cuenta la opinión de los miembros de los partidos comunistas «correctos» (no trotskistas, maoístas o revisionistas). Todas las demás personas, aunque sean competentes en algún área del conocimiento, no pueden decirle nada nuevo a un marxista. Huelga decir que esta posición no tiene nada que ver con la ciencia.

La competencia científica

El marxismo es una ciencia muy compleja y, de hecho, un marxista debería cursar primero estudios universitarios en ciencias políticas y economía. También sería bueno tener títulos en historia, filosofía, psicología social, sociología, etc. Naturalmente, esto no es factible. Y no hace falta: en el mundo moderno cualquier ciencia es también compleja. Bastaría con comprender los fundamentos de las ciencias antes mencionadas, así como conocer a fondo los textos marxistas y la historia del movimiento obrero y de liberación. Además de eso, uno debería tener una comprensión de los fundamentos del trabajo científico. Desgraciadamente, ¡muy a menudo no es así!

Los datos numéricos de las obras de los marxistas contemporáneos se toman a menudo de fuentes oscuras y dudosas. Pero aún peor: a menudo el escritor simplemente no entiende el significado de estas cifras. Por ejemplo, se dan cifras sobre las salidas de capital de Rusia, y se hacen pasar por «exportaciones de capital».

Lo que hace falta es entender el modus operandi. Por ejemplo, para intentar demostrar que un país es imperialista, se utiliza un método sencillo: se toman los cinco rasgos del imperialismo del libro de Lenin y se «aplican» a un país determinado. Como ejemplo, se puede citar el trabajo de Cervi y Vikario «Die Notwendigkeit der Klarheit über die ökonomische Struktur Russlands» (7), pero esto también se puede encontrar en muchos otros trabajos. Dado que dos atributos (la finalización de la división territorial del mundo, la aparición de corporaciones internacionales) se aplican claramente a todo el sistema, sólo se utilizan tres atributos. Pero Lenin nunca los citó como «diagnóstico». No habló de ellos en aplicación a un país en particular. ¿Por qué se cree que este método puede utilizarse para distinguir los países imperialistas de los países «todavía no imperialistas»? No hay respuesta. Me parece que este método es irrelevante porque:

1) Considera un solo país sin conexión con el resto del mundo,

2) Asume que el imperialismo es una etapa en el desarrollo de cada país individual.

Sin embargo, la realidad no es que cada país sea primero feudal, luego capitalista y después imperialista. El imperialismo es un sistema unificado que comprende diferentes eslabones: centro, semiperiferia, periferia. Y sí, todos los países pertenecen al orden mundial imperialista, pero en este orden mundial todos los países desempeñan papeles diferentes, y no todos son explotadores internacionales (aunque dentro de cada país, por supuesto, existe su propia división y explotación de clases). La metodología según la cual los «5 atributos» sirven como criterio de diagnóstico debería haberse fundamentado pero, en lugar de fundamentación, se suelen hacer acusaciones de «alejarse de Lenin».

Si hablamos específicamente de economía, ésta es la parte más difícil: la economía de nuestro tiempo es muy compleja, es casi imposible estudiarla por uno mismo, siendo autodidacta. Pero sin economía es imposible analizar la base, y esto es lo principal en el análisis marxista.

Veo una salida en la especialización. Ya hay economistas marxistas, historiadores marxistas o filósofos. Es decir, personas versadas profesionalmente en alguna de las disciplinas mencionadas y que al mismo tiempo son marxistas.

En este artículo me referiré a menudo al trabajo de precisamente esta escuela de economistas marxistas, sin adoptar ciegamente sus creencias y valoraciones políticas.

La cuestión de la diferencia entre países opresores y oprimidos

Los teóricos del KKE son, por supuesto, conscientes de la existencia de tales corrientes económicas. Así, el camarada Opsimou también escribe sobre las «teorías de la dependencia», que, sin embargo, no disecciona en detalle, sino que simplemente rechaza en general. Sin embargo, como hemos analizado en la primera parte, todo el siglo XX estuvo dominado por la noción de dependencia neocolonial en la política. Surgieron muchas teorías que explicaban de diversas maneras los mecanismos económicos de la opresión neocolonial. Se trata de las teorías del análisis del sistema mundial (Wallerstein, Braudel, Samir Amin) o de las teorías de la dependencia (P. Baran, A. G. Frank). Los detalles de estas teorías difieren en muchos aspectos. En general, no pueden aceptarse acríticamente como un «marco ideológico». Pero estos estudios son absolutamente esenciales para comprender el imperialismo desde un punto de vista económico.

En general, se considera que el mundo es un «sistema» formado por un centro y una periferia. Existe un intercambio no equivalente entre el centro y la periferia. El capital fluye predominantemente de la periferia al centro. Esto garantiza el aumento de la riqueza del centro y la imposibilidad de que la periferia se desarrolle únicamente mediante el crecimiento económico, sin una lucha por la independencia política. El centro imperialista restringe artificialmente este crecimiento económico de la periferia.

Los países centrales invierten en las economías de la periferia para obtener allí el mayor beneficio posible. Pero también la división internacional del trabajo es en sí misma un factor importante de intercambio no equivalente.

Así, R. Dzarasov escribe (10)

«Las industrias intensivas en trabajo con una baja relación capital-trabajo (baja composición orgánica del capital) son características de la periferia del capitalismo mundial, mientras que las industrias intensivas en capital con una alta relación capital-trabajo (alta composición orgánica del capital) son características del centro. Esto se traduce en una estructura de precios superior al valor laboral para los productos de los países desarrollados e inferior al valor laboral para los productos de los países no desarrollados. Esto significa que las economías de la periferia mundial se ven obligadas a donar una gran parte del valor creado por sus trabajadores a las economías del centro. Esta es la esencia del intercambio no equivalente y de la explotación de la periferia del capitalismo mundial por su centro”.

El volumen del intercambio no equivalente descrito por Dzarasov hace posible el desarrollo de una aristocracia obrera en los países centrales que, a través de la lucha económica legal, puede conseguir unas condiciones algo mejores para sí misma, pero a expensas de la riqueza creada por los trabajadores de la periferia global. Las luchas de los trabajadores de la periferia, por otra parte, son reprimidas predominantemente de manera brutal. Estos trabajadores están sometidos a una doble opresión: por un lado es la opresión de su propia burguesía, por otro lado a través de esta misma su burguesía (llamada compradora) también la opresión del capital extranjero.

Espero que no sea necesario explicar aquí el concepto de «neocolonialismo» y su historia. Si hay necesidad de hacerlo, habría que escribir sobre ello aparte. Hay obras dedicadas específicamente a la opresión y el saqueo de África y América Latina. Aquí me salto el tema con la esperanza de que al menos la mayor parte de estos fenómenos sean más o menos conocidos por todos.

Pasamos a la cuestión que quizá sea la más importante, sobre todo en relación con los acontecimientos contemporáneos. Esta cuestión ha sido formulada por el camarada Opsimou de la siguiente manera:

«Hoy en día, los que insisten en dividir a los países en imperialistas y dependientes no pueden nombrar criterios estrictamente científicos para asignar un país a uno u otro campo» (1)

De hecho, esos criterios estrictamente científicos existen, y hablaremos de ellos dentro de un momento.

Más adelante, me basaré en los trabajos de la escuela marxista rusa de economía, más concretamente, en los trabajos de R. Dzarasov y O. Komolov. Este último es candidato a ciencias económicas e investigador principal de la Academia Plejánov, además de activista político asociado a la organización «Frente Rojo». Por cierto, las opiniones de Komolov sobre la operación militar especial en Ucrania no coinciden con las del autor de este artículo, es decir, Komolov no tiene interés en demostrar la necesidad de la Operación Militar Especial. Estamos hablando de sus obras científicas y de divulgación. Las obras de Komolov serán tratadas principalmente en la última parte del artículo.

Р. С. Dzarasov señala 4 elementos subyacentes al intercambio no equivalente:

1) estructura de precios: los precios de los productos de los países centrales suben más rápidamente que los de las economías periféricas;

2) diferencias tecnológicas: la producción de alto valor añadido se localiza en el centro, la de bajo valor añadido en la periferia;

3) relaciones monetarias: los tipos de cambio de las monedas nacionales de los países rezagados están artificialmente infravalorados, lo que facilita la fuga de recursos debido al aumento de las exportaciones;

4) flujos financieros: los ingresos de la periferia se invierten en las economías desarrolladas (16.10).

Estos criterios pueden utilizarse para determinar si un país se encuentra en el centro imperialista o en la periferia. Hay países con monedas fuertes y débiles, y el valor de la moneda está directamente relacionado con la posición del país en el sistema mundial. Tampoco es difícil determinar la estructura de la economía nacional. Los países de la periferia suministran materias primas, productos agrícolas, es decir, productos con escaso valor añadido (puede tratarse, por ejemplo, de productos metálicos laminados, pero también de productos textiles y artículos para el hogar). Por el contrario, los productos del centro son caros, complejos y absorben el coste del trabajo barato de todos los participantes anteriores en la producción, lo que genera costes elevados para dichos productos. Por ejemplo, un programador de Silicon Valley, en California, trabaja en un ordenador fabricado en Asia con materias primas suministradas por países africanos. El software creado por el usuario final tiene un coste elevado porque absorbe el coste de todos los componentes utilizados. Estos componentes, por su parte, se crean con mano de obra barata con una baja composición orgánica del capital (mucho trabajo físico, bajo nivel de automatización).

Esta división del trabajo entre diferentes países no es «natural» en absoluto, se mantiene a través de medios políticos (por ejemplo, presión política directa, revoluciones de colores, golpes de estado, guerras, intervenciones).

Sin embargo, el criterio más conveniente para distinguirla es la dirección de los flujos de capital. Los beneficios fluyen predominantemente de la periferia al centro. Esto se hace a través de diversos mecanismos: por ejemplo, el pago regular de los intereses de la deuda pública, que los países pobres no pueden permitirse dejar de pagar. O la fuga de capitales: la burguesía compradora saca capitales del país y los deposita en bancos centrales «seguros» o en paraísos fiscales. Otra posibilidad es la explotación directa de mano de obra barata en un país periférico, ya sea mediante la participación extranjera en una empresa o simplemente colocando sucursales de empresas extranjeras en ese país. Estos son sólo algunos de los mecanismos muy comunes para el flujo continuo de capital de la periferia al centro. Especialmente para los verdaderos marxistas: esto no contradice en absoluto la «exportación de capital» tal y como la definió Lenin, pues el capital se exporta para obtener beneficios superiores del capital invertido, y estos beneficios fluyen en sentido contrario.

Ésta fue una breve aclaración sobre la base económica del imperialismo moderno. Nótese que el análisis del sistema mundial y las propias teorías de la dependencia son diferentes y a menudo confusas. Hay muchas cosas que merecen una crítica seria. Y, sin embargo, es la única explicación económica que describe adecuadamente las relaciones imperialistas.

En comparación, la teoría de la «pirámide imperialista» no es una teoría económica en absoluto: es sólo una teoría política. Por el momento no existe ninguna otra herramienta económica en el marxismo que describa la situación en el mundo moderno. Y como se ha mostrado más arriba, esta herramienta no contradice en absoluto las obras clásicas de Marx y Lenin, sino que las confirma a un nivel moderno.

Veamos ahora el sistema mundial moderno desde un punto de vista político.

El imperialismo moderno

La genialidad de Lenin consiste en que, a pesar del sistema colonial que prevalecía en 1916, predijo en su libro «El imperialismo, fase superior del capitalismo» (9) todas las situaciones posibles de dependencia. En realidad, no se trataba de una profecía: simplemente describió las formas de dependencia que existían en la época, más allá de la puramente colonial.

En primer lugar, existe la dependencia neocolonial, que Lenin demostró con el ejemplo de Argentina.

«Son típicos de esta época no sólo dos grupos principales de países: los países poseedores de colonias y las colonias, sino también diversas formas de países dependientes, políticamente, formalmente independientes, pero en realidad inmersos en redes de dependencia financiera y diplomática. Ya hemos señalado antes una forma: las semicolonias. Argentina es un ejemplo de otra forma”. «Sudamérica, especialmente Argentina», escribe Schulze-Gewernitz en su ensayo sobre el imperialismo británico, «es tan dependiente financieramente de Londres que debe calificarse casi de colonia comercial inglesa». El capital colocado por Inglaterra en Argentina, lo cifra Schilder, según el Cónsul austro-húngaro en Buenos Aires para 1909, en 8¾ mil millones de francos. No es difícil imaginar qué fuertes vínculos consigue por este medio el capital financiero -y su fiel ‘amigo’, la diplomacia- de Inglaterra con la burguesía argentina, con los círculos dirigentes de toda su vida económica y política» (9).

Después de la liberación, la gran mayoría de las antiguas colonias cayeron en la dependencia neocolonial descrita por Lenin, cuyos mecanismos económicos ya han sido descritos anteriormente.

Por otra parte, Lenin también describe una situación diferente:

Una forma ligeramente diferente de dependencia financiera y diplomática, con independencia política, nos la muestra el ejemplo de Portugal. Portugal es un Estado independiente y soberano, pero de hecho durante más de 200 años, desde la Guerra de Sucesión española (1701-1714), ha estado bajo el protectorado de Inglaterra. Inglaterra lo protegió a él y a sus posesiones coloniales para reforzar su posición frente a sus enemigos, España y Francia. Inglaterra recibía a cambio ventajas comerciales, mejores condiciones para la exportación de mercancías y especialmente para la exportación de capitales a Portugal y sus colonias, la oportunidad de utilizar los puertos e islas de Portugal, sus cables, etc. a Tales relaciones entre estados grandes y pequeños separados siempre existieron, pero en la época del imperialismo capitalista se convierten en un sistema universal, pasan a formar parte de la suma de relaciones de «reparto del mundo», se convierten en eslabones de operaciones del capital financiero global.

Estas dos formas de dependencia, que Lenin describió en su momento como raras excepciones, son ahora las principales en la Tierra. La mayoría de los países son dependientes siguiendo el mismo modelo que Argentina en el ejemplo de Lenin, o son una especie de «protectorado», como lo era Portugal en aquella época.

Veamos más de cerca este sistema moderno. El economista marxista Samir Amin escribe (11):

«La Segunda Guerra Mundial culminó en una importante transformación de las formas de imperialismo, sustituyendo los múltiples imperialismos en constante conflicto por un imperialismo colectivo. Este imperialismo colectivo es un conjunto de los centros del sistema capitalista mundial o, más sencillamente, una tríada: Estados Unidos y su provincia exterior canadiense, Europa occidental y central, y Japón. Esta nueva forma de expansionismo imperialista ha pasado por diversas fases en su desarrollo, pero ha existido sin interrupción desde 1945.

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la supremacía estadounidense no sólo fue aceptada sino apoyada por la burguesía de Europa y Japón. — ¿Por qué?

Mi explicación tiene que ver con el auge de los movimientos de liberación nacional en Asia y África en las dos décadas que siguieron a la conferencia de Bandung de 1955, que condujeron al surgimiento del Movimiento de Países No Alineados y al apoyo que recibieron de la Unión Soviética y China. El imperialismo no sólo se vio obligado a aceptar la coexistencia pacífica con el vasto territorio que había escapado a su control (el mundo socialista), sino también a negociar las condiciones de participación de los países asiáticos y africanos en el sistema imperialista mundial. La unidad de la tríada bajo la supremacía estadounidense parecía útil para la gestión de las relaciones Norte-Sur en esta época. Los Estados no alineados se encontraron, por tanto, en un estado de confrontación con el casi indivisible bloque occidental».

En este sentido, las contradicciones interimperialistas pasaron a un segundo plano: tras la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo empezó a temer en principio por su existencia. Otros autores (por ejemplo, Kim Jong-Il (4)) atribuyen el desarrollo de un bloque imperialista cohesionado al poderoso desarrollo de EEUU, que obtuvo notables ventajas mientras que otros participantes en la Segunda Guerra Mundial sufrieron pérdidas.

Por supuesto, no se puede hablar de una «dependencia» de la RFA; ese país forma parte del centro imperialista, actúa independientemente dentro de ciertos límites y explota sus propias «neocolonias». Sin embargo, la situación actual es sorprendentemente diferente a la de 1914, y si alguien dijera que una guerra directa, por ejemplo entre Alemania y Francia o EEUU y Japón, es posible ahora mismo, en un futuro próximo, estaría extremadamente lejos de la realidad. Por el momento, estos Estados han dejado de luchar entre sí y han formado lo que se conoce como un bloque de «imperialismo colectivo». Esta noción me parece mejor que la expresión tan utilizada de «Occidente colectivo», ya que esta última contiene una referencia implícita a la teoría de la civilización.

Por otra parte, tampoco es una confirmación de la teoría de Kautsky, como podrían pensar los críticos. Según Kautsky, los Estados-nación deberían perder importancia, ahora estamos presenciando lo contrario. En la RDA y en la URSS se pensaba que la alianza imperialista era un fenómeno temporal debido a la existencia de un enemigo común, el sistema socialista mundial y los movimientos de liberación nacional. En la situación actual de 2022, y dado el hecho obvio de que, a pesar de la ausencia de un enemigo global, la OTAN no sólo no se ha disuelto, sino que por el contrario se ha ampliado, se puede afirmar que, a pesar de las contradicciones internas (la retirada temporal de Francia de la OTAN, el desacuerdo sobre la guerra de Irak entre EEUU y Francia, el Brexit, la disputa sobre las sanciones a China), esta alianza imperialista sigue existiendo. La alianza utiliza su poder concentrado para impedir desde el principio el más mínimo ascenso de competidores potenciales, como la Rusia capitalista o China.

Samir Amin escribe además (11):

«La clase dominante de Estados Unidos proclama abiertamente que no permitirá el restablecimiento de ninguna fuerza económica y militar capaz de cuestionar su monopolio de supremacía planetaria y, por ello, se ha otorgado el derecho a librar guerras preventivas. El objetivo podrían ser tres adversarios principales: Rusia, China y Europa.

De hecho, podemos estar de acuerdo en que, además del «imperialista colectivo», hay otros candidatos cada vez más numerosos a desempeñar el papel de imperialistas en el mundo. La cuestión es hasta dónde han llegado en este papel y cuáles son sus posibilidades.

El más cercano al papel de imperialista competidor es China, con su poderosa economía (no consideraremos aquí la cuestión de si China tiene socialismo y en qué medida). Imaginemos a China enfrentándose a EEUU en una batalla militar.

La tabla siguiente muestra una comparación directa entre los ejércitos de China y EEUU. Es cierto que se trata de una comparación muy incompleta: por ejemplo, no tiene en cuenta la presencia de bases militares estadounidenses, es decir, las posiciones que Estados Unidos mantiene directamente a lo largo de la costa china (y nótese que no hay bases chinas en las proximidades de Estados Unidos). No obstante, es posible comparar al menos puntos concretos.

Comparativa de los ejércitos de los EE.UU. y la R. P. China, 2015

 

EE.UU.

China

Soldados

1.381.250

2.333.000

Misiles balísticos intercontinentales

450

62

Cañones

7429

13380

Tanques

2831

6540

Tropas de asalto y combatientes

3130

1866

Bombarderos

157

150

Helicópteros de ataque

902

200

Portaaviones

10

1

Cruceros y fragatas

88

73

Ojivas nucleares

7.000

260

También es interesante comparar el gasto militar: en 2021, EE.UU. ha destinado 801.000 millones de dólares al gasto militar. Para gastos militares, China 293.000 millones de dólares (13). Como podemos ver, el ejército chino es numéricamente superior al estadounidense en algunos aspectos, en cuanto a tanques, artillería y personal, pero va notablemente a la zaga en cuanto a aviones, portaaviones, misiles y cabezas nucleares.

A primera vista, la diferencia puede no parecer tan grande, pero esa comparación palidece cuando se recuerda que, en un conflicto directo, China se enfrentaría al imperialismo colectivo, no a Estados Unidos. Contrariamente a los sueños color de rosa de los patriotas rusos, no existe ninguna alianza militar entre Rusia y China. La Organización de Cooperación de Shanghai, que a menudo se compara estadísticamente con la OTAN, no es en absoluto una alianza militar ni una «OTAN alternativa» (¡por no hablar de los BRICS!) No existe ningún compromiso de que Rusia vaya a proporcionar ayuda militar a China (¡y viceversa!).

No sólo la OTAN luchará contra China, sino también el nuevo bloque AUKUS, que incluye a Australia. ¿Qué posibilidades tiene China contra todas estas fuerzas combinadas?

¿Por qué China no pudo enviar tropas a Taiwán cuando la Sra. Pelosi visitó la isla con fines de provocación? Resulta que el formidable «Imperialista Número Dos» no puede permitirse ni siquiera unos pasos mínimos dentro de su propia esfera de influencia (legalmente Taiwán es incluso territorio propio de China). Ahora comparemos esto con la libertad ilimitada de que gozan los países del imperialismo colectivo en el planeta. Cualquier movimiento que hagan, incluidas las intervenciones directas, se da por moralmente justificado y no tiene consecuencias nefastas para ellos en forma de sanciones o las consecuencias de una derrota militar (si la llegaran a sufrir).

La existencia del imperialismo colectivo puede verse claramente en la guerra actual. Ni siquiera el aliado más cercano de Rusia, Bielorrusia, que se encuentra bajo sanciones como «cómplice», está proporcionando ayuda militar directa. Ni un solo soldado bielorruso ha entrado en territorio ucraniano. Irán no puede admitir directamente la venta de aviones no tripulados a Rusia, e incluso los rumores de tales ventas provocan gigantescos escándalos. Rusia está casi sola en guerra contra un imperialismo colectivo cuyos miembros llevan suministrando armas y entrenamiento al ejército ucraniano no sólo desde febrero de 2022, sino desde hace ya ocho años.

No sólo los comunistas griegos creen en «una multitud de centros imperialistas luchando entre sí como en 1914». Putin también habla de un «mundo multipolar» en el que se reproduciría la situación del pasado, de principios del siglo XX. Pero éstos son, por el momento, meros sueños del gobierno ruso.

Por no decir que no son realistas. Por el momento estamos inconmensurablemente lejos de este mundo «multipolar».

Más bien cabe imaginar crisis de increíble fuerza que sacudan al mundo occidental y una nueva sociedad socialista nacida de poderosos conflictos, en lugar de un retorno a las «buenas viejas relaciones de 1914». O se podría imaginar una aniquilación mutua en un fuego atómico, porque los miembros del «imperialismo colectivo» preferirían desencadenar una guerra nuclear antes que permitir que ganen los «regímenes autoritarios» (en otras palabras, permitir que otros candidatos se conviertan en centros imperialistas de pleno derecho).

Por lo tanto, es difícil imaginar una guerra entre centros imperialistas al estilo de la de 1914 en el mundo actual. El «imperialismo colectivo» no permite que otros Estados alcancen siquiera el papel de candidatos a ese papel. Los derriba, por así decirlo, en el despegue, en cuanto intentan salir de un estado de dependencia. Esta situación es fundamentalmente diferente de los intentos del imperialismo alemán en 1914 y en los años 30 de «alcanzar» a Gran Bretaña y Francia y apoderarse de colonias: Alemania ya era un Estado imperialista (en 1914 también tenía colonias, pero «demasiado pocas» para sus apetitos). Alemania no era dependiente; al contrario, Rusia y varios estados europeos dependían del capital alemán. Por lo tanto, la agresión del imperialismo alemán fue precisamente una agresión expansionista imperialista. Hoy no existe una situación similar en el mundo, sólo hay intentos de liberarse de la dependencia política y actuar contra el poderío del imperialismo colectivo. Eso es esencialmente una lucha antiimperialista (volveremos sobre esta noción más adelante).

Implicaciones políticas

El camarada Opsimou presenta el siguiente argumento para criticar las teorías del análisis del sistema mundial.

«(Estas teorías) ignoran la explotación a la que están sometidas las masas trabajadoras y pobres de los países capitalistas desarrollados, y que en términos numéricos (como porcentaje y como valor de la plusvalía) es mucho mayor que cualquier ‘tributo’ recibido a través de los beneficios del monopolio ‘de la periferia al centro’. Esta idea pone a los trabajadores y a la burguesía de los países más desarrollados al mismo nivel e inhibe objetivamente la lucha de clases general del proletariado a nivel mundial.» (1)

Por desgracia, no conozco ningún trabajo que compare numéricamente el valor de la explotación en los países centrales y los beneficios derivados de la periferia. Sin embargo, tal comparación sería en cualquier caso incompleta. Uno de los mecanismos de la explotación imperialista es precisamente que la periferia suministra materias primas, productos agrícolas y similares con escasa plusvalía, mientras que los países centrales producen mercancías complejas con elevada plusvalía. Un transatlántico de pasajeros o una película de Hollywood valen mucho más y generan muchos más beneficios que una camiseta o un ordenador portátil. Mientras tanto, los trabajadores locales cualificados pueden reportar a sus explotadores del centro muchos más beneficios en términos numéricos que los niños del Congo que extraen cobalto con trabajo manual. Incluso las condiciones de pobreza más abominables de Alemania, en las que viven los beneficiarios de Harz4 o los trabajadores con salarios bajos, parecerían muy atractivas para un niño del Congo, como nos demuestra claramente el flujo de refugiados hacia Europa Occidental.

El camarada Opsimou simplemente nos invita a hacer la vista gorda ante los hechos reales y a seguir insistiendo en que los problemas y las condiciones son exactamente los mismos para la clase obrera de cualquier país. Pero esto contradice no sólo los hechos reales, sino también a Marx y Engels, que introdujeron la noción de «aristocracia obrera», indicando que la mejor posición de los trabajadores ingleses está asegurada por la opresión colonial de otros países.

Así, Engels escribe: «‘La verdad es ésta: mientras persistió el monopolio industrial de Inglaterra, la clase obrera inglesa participó en cierta medida de los beneficios de este monopolio… Por eso, desde que se extinguió el owenismo no ha habido más socialismo en Inglaterra» (14).

Lenin se expresa de forma aún más aguda:

«La extensa política colonial ha llevado al proletario europeo en parte a una posición tal que no es con su trabajo como se mantiene toda la sociedad, sino con el trabajo de los nativos coloniales casi esclavizados. La burguesía inglesa, por ejemplo, obtiene más beneficios de las decenas y centenares de millones de habitantes de la India y de sus otras colonias que de los trabajadores ingleses. En tales condiciones, en ciertos países se crea la base material y económica para la contaminación del proletariado de tal o cual país con el chovinismo colonial» (15).

Durante la Gran Guerra Patria la gente de la URSS también preguntó a los agitadores del partido: ¿por qué nos atacaron los obreros alemanes a nosotros, el primer país socialista? ¿Al fin y al cabo, va en contra de sus intereses de clase, y parece que tienen una conciencia de clase muy desarrollada? ¿Quizás tengamos que empezar a pensar en categorías nacionales diferentes?

La respuesta correcta era que el imperialismo alemán dio vida al fascismo y prometió a los trabajadores construir un Reich fabuloso sobre los huesos y a costa de los pueblos «inferiores». Desgraciadamente, esta idea encontró aceptación. Eliminando a la fuerza dirigente de la clase obrera -los comunistas y los socialdemócratas consecuentes- los fascistas pudieron convencer e influir positivamente en las masas de trabajadores inicialmente escépticos e incluso hostiles con la idea de una «comunidad nacional» a expensas de los «inferiores». Mientras el éxito militar acompañó a los conquistadores alemanes, muchos de los que antes vivían en la miseria pudieron disfrutar de los frutos de esta «comunidad popular» y experimentar una sensación de éxito individual robando y asesinando a «salvajes» inferiores. Los que antes no podían ni quejarse en Alemania, de repente tuvieron la oportunidad de acostarse con cualquier chica que quisieran. Lo cierto es que el pueblo soviético no quería convertirse en los «nuevos indios» y repelió la agresión imperialista.

¿Conduce la comprensión de este hecho a una escisión de la clase obrera? Esta queja recuerda a las objeciones de los machistas: ¡no podemos hablar de ninguna opresión especial de las mujeres porque los hombres se sienten ofendidos e infravalorados, y esto divide a la clase obrera! Cierto, esto no es un problema en el movimiento comunista de Europa Occidental porque todo el mundo lo entiende: los proletarios varones son capaces de comprender que las mujeres tienen problemas adicionales, y esto es un hecho real y demostrable.

Del mismo modo, como trabajador de un país del centro imperialista, no veo ningún problema en admitir que los trabajadores de otros países viven peor: comen menos, e incluso pasan hambre, reciben menos atención médica y apoyo social. Esto no hace innecesaria la lucha sindical en Alemania. Pero sí crea una responsabilidad especial para los trabajadores de los países centrales. Tienen que estar dispuestos a apoyar solidariamente a los trabajadores de la periferia y al menos comprender su situación de doble opresión.

Quien no esté dispuesto a mostrar solidaridad internacional no tiene derecho a llamarse comunista.

¿Por qué es realmente importante reconocer esta distinción entre Estados del centro y de la periferia?

La diferencia radica en la táctica. La teoría del imperialismo de Lenin proporciona ciertas recomendaciones estratégicas y tácticas. En general, hay que apoyar la lucha antiimperialista contra el imperialismo colectivo, dirigida por EEUU, aunque esta lucha esté dirigida por un régimen burgués. Dentro de un país periférico, los comunistas deben elegir su táctica en función de si el gobierno es anticomunista o procomunista y de si ese gobierno es consecuente en el antiimperialismo. La clase obrera siempre es más consecuente contra el imperialismo que la burguesía, por lo que los comunistas deben transmitir esto al pueblo e instar al gobierno a ser consecuente en esta lucha, así como librar ellos mismos esta lucha, aparte de la lucha de clases «normal». Existen términos como «burguesía compradora» y «burguesía de orientación nacional», «liberación nacional» y «lucha por la independencia», incluso el nacionalismo puede ser hasta cierto punto de izquierdas y progresista (siempre que sea el nacionalismo de una minoría verdaderamente oprimida), etc. Las luchas en los países dependientes son en muchos aspectos diferentes de las del centro.

¿Qué nos ofrece la teoría del KKE? Independientemente de la conciencia de clase existente, según la teoría piramidal, siempre hay que luchar contra el gobierno burgués, aunque, como en Bielorrusia o Venezuela, las fuerzas prooccidentales intenten una y otra vez organizar una revolución de colores y un cambio de régimen. Es decir, se pide a la clase obrera que se solidarice con estas «ratas» y que haga el juego al imperialismo colectivo. ¡Es una estrategia muy dudosa! Mientras sólo se trate de moverse en un círculo de personas afines, está bien, a nadie le molesta. Pero si se quiere trabajar con masas concretas, con personas concretas, empiezan las dificultades. ¿Las masas trabajadoras de Venezuela, por ejemplo, tienen que solidarizarse con Guaidó y salir a manifestarse contra el gobierno chavista junto con la «oposición»? Aunque lleven consigo sus propios carteles y panfletos. Igualmente dudosas serían las consignas equiparando a Maduro y Guaido y pidiendo «¡Ni Maduro, ni Guaido!» El Partido Comunista de Venezuela, si bien no se fusiona con los chavistas modernos por su inconsistencia, sin embargo, no pone en el mismo plano a este gobierno popular y a la oposición proimperialista, sino que toma partido por uno en particular.

También se puede mostrar esto con el ejemplo de Donbass. La gente allí siente muy claramente la injusticia y la crueldad que se está perpetrando contra ellos con el apoyo de los centros imperialistas, a manos de los militares y fascistas ucranianos. Están abrumados por el sentimiento de la necesidad de defender su patria y a sí mismos, su historia y cultura y simplemente sus vidas. Para ello no necesitan propaganda. La propaganda de los medios de comunicación occidentales y ucranianos (¡a su disposición!) les presenta como «separatistas prorrusos» e incluso «fascistas», privándoles de cualquier derecho moral a defenderse. Se considera que carecen incluso de voluntad propia y de subjetividad; al fin y al cabo, sólo son «agentes prorrusos».

Incluso hay comunistas como los representantes del KKE que aceptan ciegamente esta narrativa del imperialismo colectivo, diciendo algo así como: «No sois más que siervos de otro imperialista (que en realidad es igual de malo), con la llamada república popular entre comillas, así que vuestra lucha no está justificada. Iros a casa, haced las paces con los fascistas ucranianos (¿cómo se puede hacer una paz duradera con fascistas, tal vez erigiendo voluntariamente monumentos a Bandera?) y mejor aún intentad luchar por aumentos salariales a través de los sindicatos, ese es el camino correcto. Quizá dentro de 50 años aprendáis por fin a defenderos colectivamente, consigáis un movimiento obrero organizado acorde con nuestras ideas, y además un partido comunista normal, sin desviaciones revisionistas, ¡y entonces quizá digamos que vuestra lucha es justa y correcta!»

¡Vaya! Si eso es el comunismo, desde luego que yo no soy comunista. Quiero estar en las filas donde están nuestros combatientes caídos Alexey Mozgovoy (que no es comunista en absoluto) y Alexey Markov-Dobry; donde están todavía hoy los comunistas y no comunistas que luchan o han muerto en esta lucha. Quiero estar donde se hace la historia.

Quiero estar en las filas de ese ejército mundial dirigido por el Che, Allende, Ho Chi Minh, Sankara, Lumumba y Kim Il Sung.

¡En las filas de la resistencia antiimperialista!

Por último, si los comunistas de los países centrales no reconocen los muchos problemas del proletariado en la periferia, ¿cómo pueden evaluar fenómenos como la migración (¡muy relevante para Alemania!) o las «revoluciones de colores»? ¿Cómo pueden explicar los camaradas del KKE que algunos países estén muy desarrollados y otros atrasados? ¿Quizás están repitiendo la mentira de los medios de comunicación alemanes sobre los «griegos vagos»: supuestamente los griegos no son tan trabajadores como los alemanes, y por eso tienen problemas económicos? La teoría del sistema mundial (o de la dependencia) ayuda a entender por qué, en particular, Grecia, la semiperiferia europea, sufrió tanto durante la última gran crisis económica. Sin embargo, podemos suponer que los propios camaradas adivinarán, a más tardar cuando busquen una explicación para la hambruna en África, que la causa aquí es obviamente la explotación imperialista. Cualquier otra explicación sería racista.

A veces no queda claro por qué el KKE necesita recurrir a un término como «imperialismo». Después de todo, según la «teoría de la pirámide» bastaría con decir que todos los países de hoy son capitalistas y que un país capitalista, si tiene un cierto poder militar y económico, siempre persigue una política agresiva. Y nosotros deberíamos «simplemente» ir contra todos los capitalistas y ponernos del lado de la clase obrera, ¡y ya está!

Rusia

En la última parte nos ocuparemos del «culpable» de la actual crisis de pensamiento: Rusia con su operación especial y la consiguiente guerra económica de Occidente.

Los debates en torno a Rusia en los últimos años siempre han girado en torno a las mismas cuestiones: un bando ha argumentado que Rusia es un gigante imperialista emergente (citando tres de los cinco rasgos leninistas y demostrando que son observables en Rusia). El otro bando parecía simplemente albergar un amor secreto por este país, declarando irracionalmente que Rusia era «no capitalista», casi socialista: «La Tercera Vía», «Camarada Putin», «En Rusia la política está por encima de la economía» y otras ideas descabelladas. El segundo punto de vista me parecía muy alejado de la realidad (¡y me lo sigue pareciendo!), por lo que me incliné más por el primero.

Para ver la verdadera posición de Rusia en el sistema mundial actual, volvemos al artículo de Oleg Komolov «Capital Outflow from Russia in the Context of World-Systems Analysis» (16). Hay muchos gráficos y tablas en el artículo, que no cito aquí por su extensión, y que cualquiera puede estudiar independientemente en la fuente primaria.

Komolov analiza el concepto de fuga de capitales, que incluye las categorías de salida de capitales, fuga o exportación.

«Tradicionalmente se entiende por exportación de capitales «la exportación de capitales al extranjero, realizada en forma monetaria o de mercancías con el fin de aumentar los beneficios, reforzar las posiciones económicas y políticas y ampliar la esfera de explotación».

[1, c. 96]. Esta interpretación se aproxima a la dada por V.I. Lenin en «El imperialismo, fase superior del capitalismo». La exportación de capital se define por el proceso de «sobremaduración» del capitalismo metropolitano, que busca la colocación rentable del capital en los países atrasados [2, p. 359]. Este fenómeno también es propio en cierta medida de la economía nacional. Las grandes empresas rusas y las multinacionales invierten activamente en el extranjero, adquiriendo activos y luchando por ampliar su cuota en los mercados extranjeros. Por ejemplo, PJSC Gazprom invierte 102.400 millones de rublos en el proyecto Nord Stream-2 [3]. La cartera de pedidos extranjeros de la Corporación Rosatom a finales de 2016 ascendía a 133.000 millones de dólares [4]. En total, la inversión extranjera directa acumulada de Rusia en el extranjero ascendía a 335.700 millones de dólares a finales de 2016 [5].

(Las fuentes entre corchetes pueden verse en el artículo de Komolov, véase la lista de referencias).

Por cierto, ya se puede ver aquí que todas las exportaciones de Gazprom han sido en realidad para nada; el Nord Stream 2 no aporta ningún beneficio.

«La salida (exportación) de capital es característica de las economías desarrolladas y fuertes que envían capital al extranjero para su aplicación rentable. En este caso, el país exportador tendrá una entrada neta constante de capital, en la que cada dólar exportado le reportará un beneficio teórico de 10 céntimos. Sin embargo, la salida neta de capital de Rusia durante décadas sugiere que estos beneficios o bien permanecen en el extranjero y no regresan a la economía rusa, o bien resultan insuficientes para compensar la salida de capital «no invertido» del país. Además, estas inversiones pueden utilizarse como instrumentos para trasladar activos fuera del país a zonas extraterritoriales. Por ejemplo, según el Banco Central de Rusia, en 2014 Rusia dirigió a la economía de las Islas Vírgenes Británicas más de 82.000 millones de dólares en forma de inversión directa [6], lo que supone 77 veces más que el PIB nominal anual de este país [7]. Por supuesto, tales inversiones extranjeras no pueden clasificarse como exportación de capital».

Además, también hay salidas de capital y migraciones (que sólo difieren en la velocidad y la motivación). Surgen porque los propietarios intentan trasladar sus activos a lugares más seguros.

En el movimiento comunista de la RFA existe la leyenda de que la fuga de capitales de Rusia se detuvo básicamente a finales de la década de 1990, tras la represión de Putin (7). Komolov demuestra que esto no es cierto.

«Para Rusia, en las últimas décadas, la fuga de capitales se intensificó en 2008 y 2014. – En ambos casos, el país se enfrentó a un repunte de la inflación, una caída de la demanda de los consumidores y quiebras masivas de empresas. Todo ello vino acompañado de una gran volatilidad de los tipos de cambio, expectativas de devaluación y tipos de interés al alza. Durante esos dos años, el sector privado retiró 285.000 millones de dólares de la economía rusa».

«Según algunas estimaciones, la salida de capitales no relacionada con las actividades empresariales normales y destinada más bien a su ocultación, representa alrededor del 70% de todos los activos que cruzan la frontera rusa” [11, p. 114].

¿Adónde van los capitales rusos? Durante las últimas décadas, la principal ubicación de los activos nacionales eran (y siguen siendo) en alta mar (offshore): 42 zonas de alta mar clásicas especificadas en la lista oficial del Banco Central de Rusia [12] (incluye principalmente exóticos estados insulares), así como países «conductores offshore» [13, p. 8] (Reino Unido, Países Bajos, Irlanda, Suiza, Chipre, Liechtenstein, Luxemburgo), que actúan como puntos de tránsito para el capital ruso. Se trata de jurisdicciones que ofrecen a las empresas no residentes unas condiciones fiscales atractivas, asociadas a unos tipos del impuesto de sociedades bastante bajos y una serie de ventajas fiscales, un régimen monetario favorable y un alto nivel de confidencialidad. Para determinar la parte de las empresas extraterritoriales en la salida total de capitales de Rusia, recurramos a las estadísticas de la balanza de inversiones extranjeras de Rusia (inversiones directas y de cartera). Según el Banco Central de Rusia, durante los últimos 10 años las cuentas extraterritoriales representaron alrededor del 70% de las inversiones salientes. La mayor parte se destinó a países extraterritoriales, mientras que la proporción de inversiones en islas extraterritoriales cayó al 10% en 2017 (gráfico 2).

Esta situación refleja sin duda el estado poco saludable de la economía rusa. Las autoridades al más alto nivel también hablan de ello.

El Gobierno ruso intenta tomar medidas destinadas a evitar la fuga de capitales, pero estas medidas están resultando ineficaces:

«Han pasado cinco años desde la declaración de guerra a las offshore, pero los resultados de la política de desinversión y repatriación no pueden calificarse de exitosos. La economía rusa sigue perdiendo decenas de miles de millones de dólares al año, y en 2017 la proporción de offshore en la salida de capitales superó el 82%. Mientras tanto, la disminución nominal de las salidas netas de capital en los últimos años se debe principalmente a una fuerte disminución de los ingresos en divisas procedentes de las exportaciones de materias primas y a la caída de casi el doble del tipo de cambio de la moneda nacional rusa frente al dólar.»

Komolov demuestra así que la fuga y salida de capitales en Rusia supera con creces la exportación de capitales. A continuación, explica el mecanismo de explotación de la economía rusa en particular. Las economías periféricas compiten entre sí en la venta, en este caso, de materias primas. Komolov escribe:

«Una de las herramientas más eficaces en esta lucha es la política consciente de los Estados periféricos de infravalorar las monedas nacionales, lo que crea un entorno económico favorable para los exportadores». Según M. V. Ledneva, las relaciones económicas entre la periferia y el centro del capitalismo global garantizan que los países occidentales (en los que vive el 16% de la población del planeta) consuman el 85% de los recursos naturales del mundo [22, p.46]. En general, existe una clara correlación entre el nivel de desarrollo económico del país y el grado de desviación del tipo de cambio nominal de la moneda nacional respecto a la paridad del poder adquisitivo (PPA) con el dólar estadounidense».

En 2014, el tamaño de la balanza comercial de la Federación Rusa se multiplicó por más de tres: de 60.000 a 190.000 millones de dólares [25]. La entrada a gran escala de petrodólares en el mercado de divisas ejerció una presión significativa sobre el tipo de cambio del rublo, estimulando su crecimiento. Tras la brusca caída de los precios mundiales de las materias primas en 2014, esta presión disminuyó y el tipo de cambio efectivo real del rublo cayó un poco. Esta situación empeoró la posición de los exportadores rusos y obligó al Gobierno a tomar medidas para frenar este crecimiento. El índice del tipo de cambio efectivo nominal, en constante descenso, es un claro indicio de ello, lo que solo podría haber ocurrido si los grandes actores hubieran influido deliberadamente en este indicador.

En estas circunstancias, las salidas netas de capital a gran escala de la economía rusa son un factor positivo para el gobierno, ya que reducen la oferta de dólares en el mercado de divisas y frenan así la apreciación de la moneda nacional. Es más, el Estado ruso ha estado retirando activamente capital del país todos estos años por su cuenta en cantidades no inferiores a las del sector privado. Para ello, el gobierno y el Banco Central han utilizado dos instrumentos principales: la acumulación de reservas internacionales y el reembolso de la deuda nacional (Figura 5).

Como se desprende de los datos anteriores, el Estado actúa como sujeto activo de la salida de capitales de Rusia. Además, cuando el sector privado dejó de retirar activos de la economía nacional (2006-2007), el Estado empezó a hacerlo. Fue durante este periodo cuando el Banco Central empezó a acumular rápidamente sus reservas de divisas, recomprando dólares que habían entrado en el mercado de divisas ruso, reduciendo su oferta. Estos fondos se invirtieron entonces en gran medida en la compra de valores del mundo desarrollado. Por ejemplo, entre 2007 y 2013, la cantidad de dinero invertida por Rusia en bonos del Tesoro estadounidense pasó de 8.000 millones de dólares a 164.000 millones. Este dinero no funciona en Rusia y no se invierte en el desarrollo de la economía nacional, sino en las economías de los países occidentales, con escasos beneficios para el inversor debido a los bajos tipos de interés establecidos actualmente en Occidente 1. Otro instrumento de retirada de activos en dólares de la economía es el reembolso de la deuda externa por parte del Estado. En 2000, las obligaciones externas del Estado ruso ascendían a 149.000 millones de dólares, en 2017 esta suma se había reducido a la tercera parte, hasta 51.000 millones [27]. Como la deuda externa se paga en divisas, su reembolso es también un instrumento importante para «aliviar la presión» en el mercado nacional de divisas. Combinando ambos canales de salida de capital de Rusia (privado y público), encontramos que la salida total de activos de la economía nacional se mueve en una tendencia ascendente (Figura 6).

Sumando estas cifras año tras año se obtiene el importe de las salidas netas de capital de la economía rusa en las dos últimas décadas. Ascendieron a más de 1 billón de dólares.

Así pues, el gobierno no puede considerar las salidas de capital como un factor negativo para el funcionamiento del modelo económico ruso. Al contrario, el sector privado ayuda al Estado a alcanzar un importante objetivo de política económica, típico de los países periféricos y semiperiféricos: mantener la moneda nacional a un nivel infravalorado. Sin embargo, ¿qué significa esto para la economía rusa?

En última instancia, mantener un determinado tipo de cambio de la moneda nacional no hace al país más rico ni más pobre. Es sólo una herramienta para redistribuir activos entre los participantes en la economía. Si el rublo se infravalora, los importadores pierden activos: sufren los consumidores ordinarios que compran productos extranjeros, la industria manufacturera nacional y, en particular, la agricultura, que depende en gran medida de maquinaria, fertilizantes, semillas, etc. importados. Al mismo tiempo, los exportadores rusos (y éstos son el 70% de las empresas de materias primas) están «bañados» en rublos contantes y sonantes…

…Según el Servicio Federal de Aduanas, en 2016, el 47% de las importaciones rusas fueron maquinaria y equipos, y el 18%, productos químicos [29]. Y se trata de tractores y cosechadoras, herramientas de transporte y maquinaria, fertilizantes y productos químicos, los componentes más importantes de los costes de producción de los bienes de consumo básicos. Al mismo tiempo, las industrias de materias primas se han convertido en las principales beneficiarias del rublo barato. La cuota del petróleo y el gas en las exportaciones nacionales, incluso en el contexto de una caída del doble del precio de estas materias primas, es del 60%. Los sectores de materias primas, debido a su alta rentabilidad, absorben una parte cada vez mayor de la inversión en la economía nacional, necesaria para el desarrollo de nuevos yacimientos [30, p. 18]. La posición privilegiada de la industria de materias primas debido a la infravaloración del rublo hace que resulte más rentable exportar combustible que venderlo en el mercado nacional. Esto provoca una escasez de oferta en el mercado nacional y un aumento adicional del precio del combustible y los productos energéticos. El rublo infravalorado reduce la eficacia para atraer préstamos en divisas y debilita el papel de Rusia en la economía mundial como inversor, ya que los activos extranjeros se vuelven demasiado caros. En resumen, observamos que las salidas de capital son inherentes a las economías de la periferia mundial, que mantienen relaciones de cambio no equivalentes con los países desarrollados.

Dado que Rusia sigue formando parte del sistema capitalista mundial, al ser proveedora de materias primas, la lucha contra la salida de capitales parece inútil y carente de sentido. Los llamamientos cada vez más frecuentes a devolver a Rusia el oro y las reservas de divisas invertidas en valores extranjeros también suscitan dudas. Si se mantiene el actual modelo socioeconómico (dominado por la industria de materias primas y abierto al mercado mundial mediante la participación en la OMC), el país sólo conseguirá una caída de los ingresos por exportación y desequilibrios presupuestarios.

No se puede cambiar un elemento manteniendo inalterado el sistema. La lucha contra la salida de capitales de Rusia debe ir acompañada de la elaboración de una nueva estrategia para el desarrollo de la economía nacional, para su reindustrialización. Utilizando mecanismos de planificación, el Estado debe concentrar los recursos en una serie de las industrias más importantes, principalmente las intensivas en conocimiento. En este caso, la retención del capital que sale de Rusia se convertirá en una fuente de inversiones iniciales, mientras que el fortalecimiento del rublo permitirá dotar a estas industrias de equipos modernos de forma rápida y barata. A medida que estas industrias se hagan más fuertes y competitivas, Rusia podrá entrar en el mercado mundial con un nuevo papel, proporcionando productos que actualmente importa en grandes cantidades. Sin embargo, con la actual estrategia socioeconómica dirigida principalmente a proteger los intereses de las corporaciones de materias primas, la puesta en práctica de un plan de este tipo es dudosa».

Estas larguísimas citas, por desgracia, son necesarias como explicación científica de lo que está ocurriendo en la economía rusa. Inmediatamente después de la imposición de las sanciones occidentales, pudimos observar -no por casualidad en absoluto- que el rublo subió repentinamente con fuerza frente al dólar y el euro (de 80-90 en febrero a 60, y antes incluso 50 rublos por dólar). Los mecanismos de depreciación del rublo han dejado de funcionar (ahora se están recuperando, según el propio Komolov, razón por la cual no vemos más crecimiento de la moneda rusa; Rusia sigue exportando materias primas, simplemente redirigiendo los flujos, y se espera que el rublo caiga en interés de los exportadores).

Rusia es, pues, un típico Estado capitalista periférico. Aunque la visión en blanco y negro aquí sería errónea, ya que hay tanto salidas como entradas de capital en Rusia, pero las salidas de capital predominan claramente, y la posición de proveedor de materias primas baratas a Europa no es en absoluto saludable ni enriquecedora para el pueblo ruso. Putin no ha cambiado en absoluto esta situación, e incluso la difunta URSS había empezado a asumir gradualmente el papel de exportador de materias primas ( ), pero por supuesto en la URSS no había fuga de capitales a los bancos occidentales ni propiedad privada de estos capitales.

Rusia está gobernada por la burguesía compradora, los reyes de las mercancías, que tienen muy poco interés en la integridad territorial y la independencia de Rusia. Incluso si la Federación Rusa se divide en muchas entidades pequeñas y se saquea por completo, incluso si las empresas extranjeras obtienen acceso directo al petróleo y al gas, estos oligarcas seguirán obteniendo su parte de los beneficios y se contentarán con ello. Tienen villas y castillos en Occidente, sus hijos se han educado en Occidente y, en cualquier caso, no se sienten tan rusos como ciudadanos del mundo occidental. Algunos altos funcionarios se comportan de la misma manera y sirven a los intereses de estos compradores.

Parece haber otra facción de funcionarios en el entorno de Putin que apoyan una política rusa relativamente independiente. El gobierno de Putin intenta encontrar aliados alternativos, así como mantener algunas conquistas sociales (aunque aquí también hay retrocesos, como el aumento de la edad de jubilación o la «optimización» de la educación y la medicina).

Sobre la base de los hechos conocidos del cerco de la OTAN a Rusia (puedo referirme aquí al excelente artículo del camarada Kissel en KO, 18, enlace de traducción allí) y las políticas y retórica generalmente agresivas, podemos concluir que la situación actual en Rusia no es lo suficientemente rentable para el imperialismo colectivo. Quiere conseguir los ricos recursos de nuestro país aún más baratos y sin condiciones, tal vez las corporaciones estadounidenses sólo quieren tomar el control y desmantelar Rusia como les parezca. Esta es la razón por la que Ucrania, así como otros países vecinos, han empezado a convertirse en «bases militares» diseñadas para la guerra contra Rusia.

Ya se ha escrito mucho sobre el trasfondo político y los detalles que rodean la operación especial y no quiero repetirlo aquí.

De todo lo escrito anteriormente se pueden extraer las siguientes conclusiones:

  1. Rusia es una periferia imperialista, su economía está explotada y tiene pocas posibilidades de desarrollo, los beneficios de Rusia van a parar principalmente a los imperialistas colectivos.

  2. No obstante, el gobierno ruso sigue una política independiente (más o menos independiente) y quiere preservar al menos la independencia política, la integridad territorial y un cierto nivel de vida para el pueblo.

  3. La gran burguesía propia es en gran medida una burguesía compradora y está a favor del imperialismo colectivo.

  4. La crisis de Ucrania ha sido preparada por los servicios secretos del imperialismo colectivo desde 2014, y de hecho mucho antes, para poner a Rusia en su lugar políticamente y, si es posible, desmantelarla para que ya no pueda tomar decisiones independientes (sin armas nucleares, sin un gran ejército, con un territorio dividido, etc.).

  5. Sin duda, la política de los imperialistas occidentales y de la OTAN es también extremadamente peligrosa para la clase obrera rusa. La «victoria» sobre Rusia descrita anteriormente y la privación de su independencia significarían también un deterioro masivo de la clase obrera, económica y políticamente (la palabra clave es «descomunización»).

  6. La clase obrera en Ucrania ya está sufriendo un régimen fascista y totalmente dependiente, al menos desde 2014 (al imperialismo colectivo le gustaría ver algo similar en Rusia). Aparte de una situación social muy mala, el anticomunismo y en parte (especialmente en el este y el sur) el terror fascista, según el Ministerio de Defensa ruso, los imperialistas ni siquiera se han detenido en la realización de experimentos biológicos con personas en los laboratorios de la OTAN. Por supuesto, la guerra actual también está acarreando grandes sufrimientos al pueblo ucraniano. El fin de esta guerra es muy deseable. Pero puesto que la guerra ya ha comenzado, debe terminar cuando los intereses de todos los pueblos implicados -Rusia, Donbass y Ucrania- estén protegidos, y no el interés del imperialismo colectivo que, con el pretexto de «una lágrima de niño» (Dostoievski), anhelaría conseguir Crimea y el acceso a la costa del Mar Negro, los ricos recursos de Donbass y Táurida, y a largo plazo el desmembramiento de Rusia y su completa dependencia.

  7. Esta guerra no puede llamarse «interimperialista» porque es la gran burguesía rusa, la que no tiene ningún interés en ella, como demuestran las numerosas declaraciones de los oligarcas y la fulgurante marcha de, por ejemplo, Chubais, Projorov y otros superricos. Esta no es una guerra librada por los «imperialistas rusos», sino una guerra librada por la burguesía de orientación nacional y los funcionarios de mentalidad patriótica con un gran apoyo del proletariado (75% de apoyo popular según las encuestas y un notable movimiento de voluntarios).

Se trata de una guerra defensiva antiimperialista.

– Esta guerra inhibe las ambiciones globales de los imperialistas. En este sentido, cualquier equidistancia, cualquier condena de Rusia como «también agresor» y «también imperialista» es una traición a la solidaridad internacional.

Hoy podemos observar de primera mano cómo los pueblos del mundo entienden espontáneamente esta situación: en África o en el lejano Perú, los luchadores antiimperialistas izan de repente banderas rusas y carteles con las palabras «¡Putin, intervén!», «¡Rusia, ayuda a proteger nuestra patria!». Perciben a Rusia como un «camarada» en posición periférica, pero con un ejército más poderoso, como una fuerza que está de su lado, contra el imperialismo.

Por supuesto, no hay que idealizar de ese modo a Rusia; la presencia de una poderosa clase de burguesía compradora le impide llevar a cabo una política antiimperialista consecuente: de ahí los numerosos fracasos y las vacilaciones y problemas observados en la Operación Militar Especial. Pero la posición de los comunistas que salen diariamente a la caza del «imperialismo ruso», en lugar de ponerse resueltamente del lado de los pueblos en lucha, es débil y conciliadora.

Jana Zavadski

 


NOTAS:

1 – Vasilis Opsimou, «La teoría del imperialismo de Lenin y sus distorsiones». La traducción al alemán nos fue facilitada por la Organización Comunista y puede solicitarse allí o a los representantes del KKE.

2 – V.I. Lenin, OO.CC., vol. 41, p. 241. Discurso en el II Congreso de la Comintern.

3 – Stalin, OO.CC., vol. 8, p. 69. 69. «Sobre las perspectivas de la revolución en China».

4 – Kim Jong Il, Ausgewählte Werke T 1. Agosto 1960-Junio 1964.

5 – Ernesto Che Guevara. «Mensaje a los Pueblos del Mundo Enviado a la Conferencia de los Tres Continentes» Mensaje a los Pueblos del Mundo Enviado a la Conferencia de los Tres Continentes // Ernesto Che Guevara (scepsis.netПослание народам мира, отправленное на Конференцию трех континентов // Эрнесто Че Гевара (scepsis.net)

6 – Michael Opperskalski. «Einige Thesen zur sogenannten ‘Neuen Weltordnung'», en: «Imperialismus und anti-imperialistische Kämpfe in 21. Jahrhundert», 28/29 de octubre de 2020, Hrsg: Offensiv.

7 – E. Cervi, S. Vicario «Die Notwendigkeit der Klarheit über die ökonomische Struktur Russlands» en: Offensiv 02-2022.

8 – F. Flegel, J. Geppert «Ökonomische Analyse Chinas», 2019.

9 – Lenin, «El imperialismo como fase superior del capitalismo» OO.CC. T. 27, p. 299.

10 – Dzarasov, R. S. El desarrollo en el mundo moderno. Es posible el capitalismo de orientación nacional?»/ R. S. Dzarasov // Economía de megápolis y regiones. – 2013. – № 1(48). – С. 8-35.

11 – Samir Amin. Imperialismo americano, Europa y Oriente Medio. 2004. Referencia: Samir Amin. American Imperialism, Europe and the Middle East (archive.org). Самир Амин. Американский империализм, Европа и Ближний Восток (archive.org)

12 -Statista.de. USA und China – Vergleich des Militärs 2015 | Statista. USA und China – Vergleich des Militärs 2015 | Statista

13 – Statista.de de.statista/statistik/daten/studie/157935/umfrage/laender-mit-den-hoechsten-militaerausgaben/

14 – F. Engels. Prefacio a la edición alemana de «La situación de la clase obrera en Inglaterra», 1892.

15 – V.I. Lenin, «Congreso Internacional de los Socialistas en Stuttgart», OO.CC., vol. 16, p. 79.

16 – О. Komolov. «La salida de capitales de Rusia en el contexto del análisis de los sistemas mundiales». Verfügbar unter: Отток капитала из России в контексте мир-системного анализа – тема научной статьи по экономике и бизнесу читайте бесплатно текст научно-исследовательской работы в электронной библиотеке КиберЛенинка (cyberleninka.ru)

17 – Comercio Exterior de la URSS. Внешняя торговля СССР | Проект «Исторические Материалы» (istmat.org)

18 – Ph. Kissel. «Zur Kritik der «Joint Statement» und zur NATO-Aggression gegen Russland».

19 – Verfügbar unter: Zur Kritik am „Joint Statement“ und zur NATO-Aggression gegen Russland | Kommunistische Organisation

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