Lee Strasberg, director artístico del Actors Studio de Nueva York, afirmó en su discurso pronunciado durante el entierro de Marilyn Monroe el martes 9 de agosto de 1962 (cinco días después de su muerte en condiciones todavía no elucidadas definitivamente) que Norma Jean (nombre auténtico de Marilyn Monroe), “fue la viva encarnación de lo que es capaz una mujer pobre originaria de un medio desheredado y, para todos nosotros, el símbolo de lo eternamente femenino”. Añadiendo que el icono cinematográfico y sex symbol inextinguible “fue también un ser vibrante, audaz, tímido y sensible al mismo tiempo, temiendo constantemente ser rechazado, pero asimismo ávido de vivir, y, sin cese, preocupado por realizarse”. Sabias palabras del fundador del Group Theatre, una compañía que contó con la participación nada menos que de Elia Kazan, John Garfield, Franchot Tone, Stella Adler, Rober Lewis y Sanford Meiner (todos perseguidos por “comunistas”), en las que se encierra el enigma que envuelve al mito Marilyn Monroe. Es decir, el de la realidad visceral y emocional que representa  Norma Jean en su inaccesible propósito de realizarse como mujer respetada frente a la sofisticación que encarna Marilyn Monroe, su otro yo, fabricada artificialmente  por esa máquina de triturar personas en pos del máximo lucro que es Hollywood. Y eso es, precisamente, lo que, basándose en la novela de la escritora norteamericana Joyce Carol Oates, ha tratado de compendiar con mayor o menor acierto cinematográfico, con mayor o menor rigor biográfico, el cineasta neozelandés Andrew Dominik (1967) en su controvertido largometraje Blonde, realizado en 2022.

Objeto sexual

Sin embargo más allá de esas cuestionables conjeturas,  el filme del director de Mátalos suavemente (2012) tiene el mérito de poner en escena, con una Ana de Armas inconmensurable, la dramática trayectoria de Marilyn-Norma Jean que por su condición de mujer se vio despreciada, violentada y explotada por unos y otros, pero muy cruelmente por la implacable y poderosa industria cinematográfica hollywoodiense que la convirtió en objeto sexual para engrosar sus insaciables arcas.

Más aún, la película desvela, aunque sea mínimamente, su vejatoria relación con el depravado presidente John F. Kennedy, pero igualmente (y esto se puede comprobar por otros medios, como por ejemplo a través del libro del investigador estadounidense Donald H. Wolfe Marilyn Monroe, investigación de un asesinato) con su no menos degenerado hermano Robert F. Kennedy, entonces fiscal general de EEUU, algunos miembros de la mafia y con cantantes famosos como el crápula Frank Sinatra. Todo ello rodeado, además, de un clima político deleznable ocasionado por la Guerra Fría y por un anticomunismo asfixiante. Una situación que condujo finalmente a Marilyn Monroe ¿Al suicidio? ¿A ser asesinada?, Andrew Dominik se decanta por lo primero. Muchos indicios, sin embargo, apuntan seriamente a lo segundo.

Rosebud

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