Desastre ecológico, catástrofe ambiental, negligencia criminal: cualquiera de estas descripciones de lo que ocurrió en la balsa de residuos mineros de Aznalcóllar en la madrugada del 25 de abril de 1998 es correcta, excepto la de “accidente”. Administraciones central (Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica) y autonómica (Consejería de Industria y Agencia del Medioambiente de la Junta de Andalucía) tenían desde cuatro años antes sobrada constancia de denuncias de organizaciones ecologistas, así como de un ingeniero que había trabajado 19 años en aquella mina.

Alertaron del peligro inminente de rotura de una balsa minera que, una vez colmatada por una explotación anterior y por vertidos ilegales procedentes del polo químico de Huelva, fue recrecida para albergar residuos de la corta Los Frailes. Incluso un informe de la mismísima Agencia del Medioambiente confirmó en febrero de 1996 las denuncias de filtraciones de metales pesados a los Ríos Agrio y Guadiamar procedentes de la balsa. Las Administraciones no escucharon y la empresa que se lucraba con la explotación minera, Boliden-Apirsa, lo negó todo. Dos años más tarde estalló la realidad.

Cuantitativa y cualitativamente, el derrame de la balsa minera de Aznalcóllar constituye el mayor desastre contaminante terrestre en toda la historia de España, afectando al entorno del Parque de Doñana, la mayor reserva de aves de Europa. 6 millones de m3 vertidos de aguas y lodos ácidos cargados de metales pesados carcinogénicos, neurotóxicos, teratogénicos,… (16.000 toneladas de plomo, 10.000 de arsénico, 50 de cadmio y 30 de mercurio, entre otros); a lo largo de 60 km y un ancho de 400 m a ambos lados del río; 4.286 hectáreas de tierra contaminada (2.557 dedicadas a actividades agrícolas), 2.656 en Parque Natural y 98 en Parque Nacional de Doñana; 37 toneladas recogidas de peces muertos; todos los cangrejos y marisco desaparecieron de las aguas contaminadas. Son sólo algunos datos de la catástrofe (1).

En 1985 Boliden pactó con la Chile de Pinochet el envío de 20.000 toneladas de lodos cargados de arsénico, mercurio, cadmio y plomo de una fundición en Suecia a cambio del pago de 1 millón de dólares.

Los residuos fueron apilados a las afueras de Arica, causando graves efectos sobre la salud de unas 12.000 personas, principalmente en niñas/os. Tras el desastre de Aznalcóllar, la misma empresa sueca se hizo la ídem, sin pagar un céntimo de los 89,8 millones de euros que todavía le reclama la Junta de Andalucía por el coste de la retirada de lodos, si bien la restauración del territorio exigió la inversión de 240 millones del erario público. En cambio, Boliden sí cobró en subvenciones públicas el equivalente a 38 millones de euros entre 1994 y 1999 con el único compromiso de mantener ¡430 puestos de trabajo! Es decir, les pagamos el 60% de la masa salarial (2).

A pocas semanas de las elecciones autonómicas de 2015 la Junta de Andalucía otorga, en concurso denunciado judicialmente por prevaricación, la concesión de derechos de explotación de la mina de Aznalcóllar a Grupo México. Sólo medio año antes dicho monopolio había provocado uno de los peores desastres mineros de México con el vertido a los ríos Bacanuchi y Sonora de 40.000 m3 de lixiviados cargados de metales pesados, exponiendo a más de 22.000 habitantes.

Ala derecha e izquierda del capital, Junta de Andalucía y Gobierno de España, celebran el 25 aniversario del desastre ecológico reabriendo la explotación minera que lo causó. La autorización ambiental para la reapertura incluye un vertido de 14 millones de m3 (¡más del doble del derrame “accidental”!) al Guadalquivir en año y medio para vaciar la corta Los Frailes. Según la Consejería de Política Industrial y Energía, se generarán 2.000 puestos de trabajo, incluyendo los indirectos, para 17 años de explotación: pan para hoy y metales pesados para mañana. El alcalde de Aznalcóllar (IU), ejemplo de visión cortoplacista, localista, miope y oportunista, muestra su satisfacción con un “Nos ha tocado la lotería”.

La España nacionalcatólica rabia por la parodia sobre la Virgen del Rocío en TV3, pero nada importa la anunciada catástrofe ambiental de una mina que ahora se reabre poniendo en riesgo pueblos, tierras de cultivo y el Parque Natural de Doñana en que se sitúa el mismísimo santuario, o que sea el territorio del Estado español con las tasas de mortalidad más elevadas poniendo en serias dudas, por cierto, la eficacia de la protección mariana. ¡Y buena falta haría si finalmente se reabre la mina!

José Barril

(1)           Grimalt, J.O. (1999). The mine tailing accident in Aznalcollar. The Science of the Total Environment 242: 3-11.

(2)           González, A.R. (2018). 20 años de la catástrofe ambiental de Aznalcóllar. Revista Ecologista No 95.

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