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Editorial Junio 2023

Tras el nuevo reparto de funciones entre las diversas fracciones del Partido del Capital, merece la pena interpretar las elecciones del pasado 28M abordando los elementos reales que se han expresado, analizando a las clases sociales, su ideología y subjetividad en función del lugar que ocupan respecto a la propiedad de los medios de producción. Y no el que los diversos medios de propaganda nos han mostrado.

Como Partido Comunista, esto último es imprescindible para entender la realidad y situar los elementos básicos (programa, táctica y alianzas), que cimenten la contraofensiva revolucionaria, capaz de darle la vuelta a la correlación de fuerzas entre las clases sociales y volver a poner a la ideología socialista y el paradigma de una nueva sociedad en una posición destacada frente a las caducas propuestas del poder burgués.

A lo largo de la campaña ha quedado claro, una vez más, que no basta la evidencia del creciente grado de pobreza1, ni tampoco el progresivo e imparable desmantelamiento de los servicios sociales, no ya para propiciar una respuesta social sostenida a esta situación, sino para situarla en el centro del debate electoral. Menos aún la implicación directa en una guerra o la consideración compartida de avanzar hacia una sociedad más desestructurada, insolidaria y, sobre todo, polarizada entre pobres y ricos, son suficiente para una reacción de masas, que sitúe como su objetivo principal la superación de esta realidad del “sálvese quien pueda” en la que, a la amenaza de la pobreza y la guerra, se suma la acelerada destrucción del nicho ecológico por parte de la irracional sociedad de consumo capitalista.

Una vez más, el férreo control político e ideológico que exige el mantenimiento de un amplio consenso social en torno al régimen monárquico y burgués como única formación social posible ha funcionado. El circo electoral en el que, como charlatanes de feria, salen todos a prometer soluciones fundamentadas en “su” mejor gestión de lo que hay, se circunscribe al marco que permite el sostenimiento del poder burgués. Ni palabra de las cuestiones centrales y realmente determinantes que afectan a la vida de las personas.

ETA, ocupaciones, la unidad de España, votar con ilusión, la energía verde, la seguridad, diversidad... y todo tipo de significantes vacíos que se usan indistintamente por unos y otros, han ocupado el debate electoral en un propósito muy calculado en el que se menciona casi todo, pero no se aborda la realidad de nada y la única diferencia es el caladero de votos que se busca entre una derecha cada vez más radicalizada y una izquierda moderada absolutamente desclasada, que ha descartado radicalmente de su discurso cualquier propósito de transformación social.

 

Un escenario complejo, marcado por el pacto social y la conciliación de clases2, que requiere de todas nuestras capacidades y del máximo compromiso político para revertirlo y abrir nuevos horizontes de protagonismo obrero y popular que enfrente la dominación burguesa que esta vez se ha resuelto con una victoria de los partidos de la derecha que, en lo concreto significa:

  1. Progresivamente se va recuperando un bipartidismo imperfecto que es expresión del déficit democrático de una sociedad crecientemente determinada por los medios de comunicación que, a través de los más diversos terminales al alcance de la poblaciónn, teléfonos móviles y tablets las 24 horas del día, conforman un electorado absolutamente manipulable conforme a las necesidades del sistema.

  2. La opción que claramente representa el fascismo españolista se institucionaliza sin ningún tipo de cortapisa.

  3. El PSOE, como legítimo representante de la socialdemocracia liberal, se constituye en el único representante estatal del ámbito político de la izquierda del sistema. Junto a él, ocupan ese espacio socialdemócrata las diversas opciones del llamado nacionalismo periférico progresista, que sí refuerzan o sostienen sus posiciones.

  4. La práctica liquidación institucional del posmodernismo. Tras el 15M, esta opción política que ha ido subsumiendo el campo del oportunismo y el revisionismo, ha llegado a su fin institucional de la mano de su decadencia ideológica, apartado de cualquier referencia de clase. Su subjetividad situada en debates mayoritariamente ajenos a los intereses y necesidades de la clase trabajadora, no solo les ha golpeado electoralmente, sino que ha abierto la puerta de la extrema derecha en los barrios obreros. Su existencia depende únicamente de su legitimación institucional, por lo que en los próximos días veremos movimientos que, de la mano de SUMAR y Yolanda Díaz, les acerquen más a la casa común de la socialdemocracia (PSOE).

Igualmente, y fundamentando la convocatoria de Elecciones Generales para el 23 de julio, en la misma lógica que nuestro análisis anterior, es imprescindible entender que la misma está dirigida a tratar de ofrecer la estabilidad institucional que solo garantizan PP y PSOE, a la gestión de la profundísima crisis económica y social que se avecina en los próximos meses. En la compleja combinación de un gobierno fuerte que tome decisiones antiobreras y de recortes sociales y, a la vez, mantenga la paz social, se sitúa la estrategia de la oligarquía y las exigencias de la Comisión Europea.

No es suficiente el espacio para el debate político que abren las elecciones burguesas para transformar la subjetividad de las masas.

Se requieren referentes organizativos con la prioridad del movimiento obrero y sindical, pero sin desdeñar el amplio abanico de oportunidades que ofrece el movimiento vecinal, juvenil, medioambiental, cultural, feminista, internacionalista, por la Paz y contra la OTAN… para enfrentar la dominación y la opresión del Sistema, la tarea más urgente que nos debe ocupar en este momento es levantar y consolidar multitud de espacios de encuentro militante abiertos a las masas, desde los que iniciar la acumulación de fuerzas necesaria para enfrentar la violencia del sistema capitalista.

Un ejercicio previo de recuperación de espacios comunitarios de trabajo y sociabilidad compartida desde los que, apoyándose en las experiencias de organización y lucha anteriores, recuperar la capacidad de construir referentes propios de la clase obrera y los sectores populares. Luchando por los derechos de la mujer trabajadora o por un convenio, igual que cuando organizamos una actividad cultural o levantamos una asociación vecinal, enfrentamos el proceso de destrucción cultural y comunitario impuesto por el capitalismo para mantener su dominación.

En definitiva, recuperar los conceptos de masas y protagonismo social transformador, vinculándolos al de pueblo organizado luchando por sus derechos bajo la única lógica de la defensa exclusiva de sus intereses y necesidades. Una tarea compleja, pero que como ha demostrado la Historia, solo requiere de unas bases sólidas para que, en el momento en el que estalle el conflicto social, existan los referentes necesarios para elevarlo a político.

Se avecinan tormentas

"Todavía tenemos que tener tipos de interés altos, sostenidamente altos... Es momento de apretarnos el cinturón" Christine Lagarde. Presidenta del BCE.

Tormentas en forma de destrucción de derechos y servicios sociales que van a traducirse en mucha más explotación y pobreza.

Las políticas monetarias que han mantenido la ficción de un crecimiento económico a base de emisión de moneda sin valor y crecimiento de la deuda pública y privada, han llegado ya a su fin y es el momento de paga entre todos la “fiesta” que solo ha disfrutado el Capital.

¡La crisis capitalista que la paguen ellos! Esa es la verdad que, al estilo de la Buena Nueva, debemos proclamar a los cuatro vientos para romper el mito del único mundo posible en el que estamos condenados a vivir esperando el Apocalipsis.

Asimilemos ese concepto profundamente dialéctico, para comprender la magnitud de la oportunidad que se abre ante la Sociedad y derrotar al fetichismo de la mercancía y la sociedad de consumo.


1 Según datos del INE el 21.7% de la población

2 A los pocos días del 1º de mayo y en la víspera del inicio de la campaña electoral, la Patronal y CC.OO y UGT firmaron un acuerdo para la negociación colectiva a tres años por debajo de la carestía de la vida y consolidando la pérdida de poder adquisitivo de los salarios.

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