¿Recordáis aquella frase famosa, “mañana será demasiado tarde”, pronunciada por Fidel Castro en un encuentro internacional celebrado en Brasil hace algunos años? ¿No?, pues reconstituyamos aquel momento histórico. Fue el 12 de junio de 1992 en Río de Janeiro, durante una Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. En aquella importante cita el dirigente cubano debía pronunciar el célebre discurso en el que denunciaría sin pelos en la lengua al sistema de producción capitalista como el verdadero causante de la terrible emergencia medioambiental que ya, en aquellos años, era más que evidente. No cabía la menor duda, aquel día se respiraba el ambiente exultante de las grandes ocasiones. Las delegaciones de los países allí presentes esperaban la llegada del mítico barbudo de la Sierra Maestra expectantes e impacientes. Súbitamente, majestuoso e impecablemente vestido con su uniforme verde olivo, apareció Fidel en medio de los absortos asistentes. Con pasos de gigante y seguro de sí mismo se aproximó hasta el funcional atril instalado en la magna tribuna. Entonces, con la parsimonia del que domina totalmente la situación, Fidel Castro sacó del bolsillo interior de su chaqueta varios folios mecanografiados que dispuso cuidadosamente sobre el soporte de madera, y mirando atenta y fijamente al numeroso auditorio inició su esperado discurso. A veces, y pese al quebranto de su voz, la entonación se hacía más o menos intensa según la importancia de la denuncia desvelada, pero constantemente su poder de seducción se dejaba sentir a diestro y siniestro.

Derrotar al capitalismo

El Comandante desplegó su alegato golpeando fuertemente las conciencias de los presentes: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo. Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. (…) Ellas han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmosfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer. Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. (…) Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. (…) Desaparezca el hambre y no el hombre. (…) Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde”. Un silencio impresionante acogió sus premonitorias y graves palabras, después los aplausos prorrumpieron durante largos e intensos minutos.

Han pasado más de 30 años desde aquel elocuente y transcendental discurso, y pese a las burlas de la burguesía tildándolo entonces de “exagerado y tremendista”, hoy comprobamos en nuestras propias carnes la gravedad y pertinencia de aquel grito de alarma contra la destrucción progresiva del planeta por parte del sistema de producción capitalista que fue realmente aquella alocución del Líder Máximo. Sin embargo el capitalismo sigue sin darse por aludido, y persiste en su criminal estrategia de explotación y expolio de la naturaleza. Responsabilizando como mucho a “la actividad humana” del desastre medioambiental y humano que ya no puede ocultar. Y es que como repetimos sin cese los y las comunistas, el capitalismo en su perverso y desaforado afán de lucro lleva implícitas la devastación y la muerte. ¡Organicémonos y derrotémoslo!, o él acabará con la humanidad y el planeta.

José L. Quirante

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