Mientras que los periódicos se llenan de titulares sobre una bajada récord del desempleo desde 2007, niveles previos a la crisis de 2008, la realidad de un mercado laboral cada vez más precario queda oculta.

Nos encontramos, además, ante un blanqueamiento de la situación de las mujeres trabajadoras. Mientras las hojas de los periódicos se hacían ecos de titulares como “La caída del desempleo en diciembre beneficia especialmente a las mujeres”, las últimas publicaciones del Gobierno, en las que se señalaba la caída de un 4,33% del paro femenino respecto al año anterior era motivo de jolgorio y orgullo.

¿Qué esconde realmente esta subida del empleo femenino? ¿Es realmente un acicate para la mejora de la situación económica de la mujer?

Las noticias exaltan cómo desde 1976 las estadísticas del empleo femenino se han triplicado, pero la cruda realidad es que el paro sigue siendo una problemática femenina. Aunque el gobierno nos pinte un progreso vertiginoso en materia de empleo, nada más lejos de la realidad.

Seguimos encabezando las estadísticas de desempleo, 3 puntos por encima del desempleo masculino en el último trimestre de 2023. Seguimos a la cabeza de la pobreza y la exclusión social. Si atendemos a las prestaciones, veremos cómo el sector femenino ocupa tasas más altas, siendo las mujeres, en mayor medida, las que acceden a subsidios por haber agotado las prestaciones. ¿Y a qué se debe esto? Se debe a que el paro de larga duración también tiene rostro femenino: 715.200 mujeres frente a 567.600 hombres.

Los motivos de  esa mayoría femenina en la larga duración del desempleo los encontramos en la tasa de temporalidad en el empleo, que sigue siendo más elevada en el sector femenino, lo que nos lleva a más parones de empleo y más largos para las mujeres. Además, cuando hablamos de trabajo en tiempo parcial, encontramos 1,92 millones de mujeres frente a los 640.000 hombres.

Esta cronificación del desempleo afecta en mayor medida a mujeres de más de 55 años, a mujeres víctimas de violencia de género, a migrantes, a discapacitadas… Esta situación conduce al riesgo de exclusión económica y social, lo cual enlaza con la salud física y mental que empeora en el caso de estas mujeres.

Si observamos la vida laboral de la mujer de principio a fin encontramos que la carrera en el acceso al mundo laboral sigue siendo más accidentada para las mujeres que para los hombres. Desde el inicio, el acceso a carreras y formación que da lugar a un empleo mejor remunerado sigue siendo territorio masculino.

Se sigue limitando el acceso de mujeres a puestos de responsabilidad por la posibilidad de la maternidad.

Continuamos viendo que los trabajos altamente feminizados cuentan con peores condiciones y salarios más bajos. Cuidados, servicios, conserveras… trabajos en los que la precariedad e incluso los abusos verbales, físicos o sexuales están a la orden del día.

Las mujeres siguen cargando con el trabajo no remunerado de hogar y cuidados, por tanto seguimos contando con mayor parcialidad en los empleos, lo que nos lleva a salarios más bajos y, de nuevo, a más pobreza.

Al final de la vida laboral de las mujeres la cosa no mejora. Además de que la jubilación llega más tarde, pues tras años de trabajo no remunerado, temporal o parcial, se encuentran que para conseguir acceder a una pensión algo más elevada deben trabajar más allá de la edad de jubilación. Aun así, llegan a una pensión media de 500 euros por debajo de las pensiones medias masculinas.

Estos datos muestran a grandes rasgos la falsedad de esos titulares que se empeñan en gritar a los cuatro vientos.

Nos oprimen y explotan, nos denigran, se aprovechan de nuestra fuerza de trabajo y de reproducción y, por si no fuera suficiente, nos utilizan como campaña política. La socialdemocracia continúa haciendo de las mujeres su mejor eslogan, mientras, nuestras condiciones y nuestras vidas empeoran día a día.

No caigamos en sus falsos datos y veamos la realidad de la situación de la mujer obrera, abramos los ojos a la necesidad de lucha y organización.

Inés

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