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Editorial Julio-Agosto 2024

¿Y SI ENTONCES YA ES DEMASIADO TARDE PARA PEDIR PERDÓN?

Parafraseamos las palabras de un sacerdote luterano en Jerusalén estas pasadas Navidades, cuando advertía a la sociedad occidental que, cuando vierta sus lágrimas y solicite perdón por el horror silenciado en Palestina, ya será demasiado tarde y nunca, nunca, lo recibirá.

Lo hacemos para advertir que ya ha llegado el momento de sentar las bases y las pruebas para preparar el Juicio Final en el que los Pueblos del mundo, coloquen en el banquillo de los acusados al Imperialismo y al Sionismo y, junto a su más preciada criatura que es el Fascismo, los condenen a muerte porque su existencia es incompatible con la Vida y el futuro de la Humanidad.

Pero también lo hacemos, para advertir a la Sociedad, al conjunto de los individuos de las diversas clases y sectores sociales que nacen, viven y fallecen cada día en este Mundo, que en función de su realidad material, del ser humano de una u otra clase social que todos somos, tienen una responsabilidad por cada una de sus decisiones sociales.

No es lo mismo ser esquirol que ir a la huelga, tampoco decidir ir a la manifestación o quedarse en casa viendo la tele, ni denunciar la injusticia que participar de ella y cobrando un alquiler abusivo o contratando a una trabajadora inmigrante sin darla de alta. Cada decisión con transcendencia social que adoptamos –y prácticamente lo son todas-, determina nuestra existencia y en un sentido u otro, empuja hacia un lado u otro la lucha de clases que nunca deja de estar ahí y condicionarlo todo.

Como ya ha quedado suficientemente demostrado, no hay Fin de la Historia posible. La lucha de clases, en un constante ciclo de idas y venidas que la hacen avanzar o retroceder por la acción de las masas, sigue siendo su partera. Ahí es donde cada cual debe decidir dónde posicionarse y poner su grano de arena a un lado u otro de la balanza.

NUNCA ES DEMASIADO TARDE PARA ACTUAR COLECTIVAMENTE.

Sin embargo, esta responsabilidad individual exigible a todas las personas, por sí sola no mueve los procesos sociales. La Historia no es una simple y sencilla suma de voluntades, sino un complejo y dinámico proceso, absolutamente interrelacionado, de factores económicos, políticos, culturales, sociales, medioambientales… que dependen de la acción política y la decisión de las diversas clases sociales en conflicto.

Esta evidencia, capaz de desmontar el trampantojo ideológico de que “vivimos en la única sociedad posible y no se puede hacer nada para cambiarla por mal que pinten las cosas”, sería suficiente para transformar la sociedad y, desde la base de acabar con el modo de producción capitalista que todo lo emponzoña, enfrentar la totalidad de retos civilizatorios que la Humanidad necesita abordar con urgencia y que, en última instancia, todos ellos, se desarrollarán dependiendo de la voluntad y la acción humana.

La paz y la soberanía de los pueblos o la guerra imperialista de la OTAN y el fascismo, la primacía de lo social y lo público o el individualismo y la competitividad como valores supremos, las evidencias científicas del calentamiento global, el avance de la desertificación y la pérdida de tierras fértiles, el uso social de la energía disponible o su despilfarro, la demografía, las pandemias, la producción sostenible de los alimentos necesarios, el transporte posible, el derecho a la vivienda, la Inteligencia Artificial (IA) por qué y para qué, la biotecnología al servicio de quién... son solo algunas de las más importantes cuestiones cuyas respuestas dependen de la clase que esté en el Poder.

Pongamos solo algún ejemplo que ayude a entender lo que decimos: ¿a quién beneficia que lleguen este año a España 90 millones de turistas? ¿Es sostenible para el pueblo trabajador o solo interesa al capital? ¿Qué afectación tiene para el territorio, los recursos hídricos, el consumo de energías fósiles, el derecho a la vivienda…? Y si hablamos de la IA, ¿acaso es posible hablar de ella sin abordar su propiedad y para qué objetivos va a usarse?

En consecuencia, si nada es neutral y nada de lo que se hace es indiferente ni deja de determinarlo todo, ya es hora de que como pueblo trabajador empecemos a andar por un camino diferente en el que la meta y la luz que todo lo ilumine y permita cambiar realmente las cosas, sean el Socialismo y el Poder Obrero.

¿Y CÓMO DAR EL PRIMER PASO?

Tomando conciencia de la necesidad de organizarse con tus iguales para transformar la realidad. En el centro de trabajo, en la asociación de vecinos, en el colectivo contra la OTAN, en la asamblea de mujeres…viviendo la experiencia, en lo concreto de las luchas por lo más cercano y que más nos afectan, de toda la fuerza que tiene un Pueblo organizado y unido luchando en exclusiva por sus intereses y necesidades.

Hay que mirarse en el espejo de la explotación y la injusticia que compartimos con nuestros hermanos y hermanas con los que nos une la clase, y no nos separa ni el pasaporte ni el género ni el idioma ni la religión ni el color de la piel, para hacer que tiemblen los cimientos de esta maldita sociedad dividida en clases.

Cuando un Pueblo se levanta, no hay represión que pare su decisión de tirar para adelante y ser el sujeto de su realidad y no un mero objeto de usar y tirar en manos del capital.

ORGANIZARSE Y MILITAR EN EL PCPE Y EN LA JCPE

Ese es el siguiente paso que corresponde a los sectores más conscientes de esta lucha, que ya no admite más demora. Un propósito que exige ya, que le marquemos las referencias organizativas en torno a las que empezar a intervenir, haciendo frente a la ofensiva global que desarrolla el Capital contra el pueblo trabajador.

Organizar la contraofensiva obrera y popular y desarrollarla como un torrente imparable que avanza por su cauce y no se dispersa porque sabe cuál es su meta, es la tarea que asume la militancia comunista.

Aun nos faltan muchas manos, ¡te esperamos!

¡Sin organización del pueblo trabajador, no hay revolución!

 

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