“Cava el pozo antes de tener sed”. (Proverbio chino)
La República Popular China lleva décadas empeñada, primero, en erradicar el hambre en su extenso territorio, luego, en garantizar la seguridad y calidad de los alimentos y por fin, en alcanzar la autosuficiencia.
El reto nunca fue sencillo. Se trata de una población de algo más de 1.400 millones de personas, de un territorio que, a pesar de su tamaño, cuenta con algo menos del 9 % de la tierra cultivable y que dispone solo del 6 % del agua dulce del planeta. A pesar de ello, el 25 % de los alimentos que se producen en el mundo los desarrolla China. (Dongsheng Explica N°6)
El Banco Mundial, en un informe publicado el 10 de abril de 2014, incidía en que el crecimiento económico, a pesar de ser fundamental para reducir la pobreza1 , no llega a acabar con ella, a no ser que los países hagan un esfuerzo por erradicarla, asignando recursos públicos para ello.
Gráfica: Datosmacro
En este sentido China ha sido un ejemplo de implicación y un espejo para muchos países del Sur Global. Sin embargo, el “milagro” no es cosa de los últimos años, sino un proceso que arranca con la propia Revolución en 1949 y que, sin duda, demuestra la superioridad de la planificación económica.
“El que ha desplazado la montaña es porque comenzó quitando las pequeñas piedras”. (Proverbio chino)
Según escribe Li Xiaoyun en “El desarrollo a favor de los pobres: cómo China erradicó la pobreza”, publicado 03 de enero de 2024 en la WEB de Progressive International, antes de 1978, el desarrollo provocó tres efectos sobre la pobreza en China. En primer lugar, alivió la pobreza en términos de hambre; en segundo, la pobreza multidimensional (educación, sanidad, infraestructuras y género); y, por último, proporcionó una importante base material y humana para lograr un posterior crecimiento económico. Y es que en China, la reducción a gran escala de la pobreza es un proceso histórico.
A pesar de los éxitos en la lucha contra el hambre y la pobreza, al Occidente “malicioso” Colectivo, siempre le gustó incidir sobre los errores cometidos durante la Revolución, maximizarlos y a partir de estos, deducir el “fracaso” del socialismo. En concordancia, en el paquete se incluye obviar los grandes logros.
Esperanza de vida al nacer, total (años) 1960-1978 – China. Elaboración propia con datos del Banco Mundial.
Entre 1978 y 1993 se producen una serie de reformas que condujeron al país a un crecimiento que nunca había experimentado. En ese periodo, el PIB creció durante varios años a un ritmo anual de más del 10%. Se calcula que más de 150 millones de personas salieron de la pobreza durante ese periodo.
Siguiendo a Sergi Bujosa, en “La reforma y apertura económica de China (1978-1993): de la planificación al mercado”, las principales características reformistas incidieron en la apertura progresiva de los mercados, la recuperación de incentivos, la transformación rural enfocada a su industrialización, la reconversión al mercado de la industria estatal y la extensión del modelo Wenzhou, de iniciativa privada. Tal y como señala el autor, sin embargo, “el enfoque de China no fue privatizador, sino pro-mercado...China siguió manteniendo el monopolio de muchos sectores clave bajo el amparo gubernamental. Sectores como la banca o el petróleo siguen hoy día etiquetados como “estratégicos” y, por tanto, bajo el total control del gobierno”
El PCCh estableció la opinión de que superar la etapa primaria del socialismo sin que mediara un gran desarrollo de las fuerzas productivas era una actitud utópica sobre el rumbo de desarrollo de la revolución y, asimismo, una importante fuente de los errores de desviación de izquierda.
Durante este periodo, fue Deng Xiaoping quien resumió su propuesta ideológica en el concepto “socialismo con peculiaridades chinas”. Las reformas fueron recibidas por la izquierda revolucionaria, sobre todo la occidental con un amplio rechazo, negando en muchos casos el carácter socialista del proceso chino y etiquetando su política como “capitalismo de estado”, o incluso, bajo la conocida denominación que David Harvey acuñó de “neoliberalismo con peculiaridades chinas”.
En este sentido, y sobre todo, en vista a la realidad actual, al papel de la República Popular China en la conformación de un mundo multipolar basado en el respeto a las soberanías, la cooperación internacional y, por lo tanto, vertebrador de la respuesta antiimperialista, tenemos que hacer autocrítica y reconocer nuestra ignorancia ante un proceso que bien por eurocentrismo y/o dogmatismo antidialéctico, quizá, no supimos comprender.
El socialismo en China, necesariamente debe tener características chinas, es decir, apegado a su propia realidad concreta. De no ser así, difícilmente sería dialéctico y por tanto revolucionario y socialista.
“Por supuesto que debemos estudiar libros de marxismo, pero ese estudio debe integrarse en las condiciones reales de nuestro país.” (Mao Tse Tung)
Olvidamos por ansia occidental que el socialismo es un estado de transición, contradictorio e imperfecto; un largo camino de prueba-error, de feroz lucha de clases en los ámbitos interno y externo, encaminado a emancipar a la humanidad en armonía con la naturaleza. Sobre esta base, se sigue construyendo una sociedad que da pasos decididos a cambiar un mundo con vocación unipolar que también nos dio una sola visión de los procesos revolucionarios. China no puede marchar hacia el socialismo, sino hacia el comunismo. El socialismo es precisamente esta fase desconcertante y contradictoria.
"Un granero lleno asegura la paz bajo el cielo" (Proverbio chino).
La nueva etapa liderada por Xi Jimpin se enfrenta a nuevos retos. Entre otros, mitigar la distribución desigual y otras consecuencias de la “política de mercado” y enfrentar la seguridad y la autosuficiencia alimentaria. Los impactos de la pandemia, la guerra comercial, la pugna por la soberanía energética, la seguridad de suministro o el control de los recursos estratégicos, el aumento de las hostilidades y la beligerancia del imperialismo, cada vez más violento y explícito en las relaciones internacionales, los retos climáticos y ambientales, nos adentran en un periodo, si no de desglobalización absoluta, si al menos de “friendshoring”, ese término que indica que las relaciones internacionales y comerciales, se llevarán entre aliados.
En consonancia con ello, China quiere garantizar la alimentación de sus 1.400 millones de habitantes. Es fundamental para el bienestar de la población, la estabilidad política y la seguridad nacional.
Las medidas para encontrar la autosuficiencia alimentaria se incrementan. El 1 de junio de este año, entró en vigor la nueva Ley de Seguridad Alimentaria. Con ella se da un paso adelante en la protección de las tierras cultivables, se aseguran y optimizan las cadenas de suministro de alimentos, se reduce el desperdicio alimentario y se avanza en lograr la “autosuficiencia absoluta” en cereales básicos.
El autoabastecimiento no solo es fundamental para la propia China, también alivia presión al incremento de precios mundiales y contribuye a luchar contra el reto del hambre en el mundo.
“Cuando bebas agua, recuerda la fuente”. (Proverbio Chino)
Kike Parra