El discreto encanto de la burguesía” ha desaparecido de la formalidad narrativa de la clase dominante en el momento histórico al que la lucha de clases nos ha conducido. Insistentemente asistimos a algarabías y festejos que, analizados en su contexto, demuestran la incontestable crisis general del capitalismo. Nos toca presenciar entre atónitos, boquiabiertos, las distintas manifestaciones de la pobreza propagandista que los media reproducen hasta el hartazgo, para, aunque sea un ejercicio de masoquismo, observar los movimientos de la guerra que el enemigo está empleando a modo de  “bombas de racimo” que lanzan la escuadrilla de los “Enola Game” actuales con objetivo de masacre colectiva.

Complicada tarea resulta “explicar lo obvio” (Berthold Brecht) en el mundo apasionado de la bebida alcohólica y las sustancias dopantes de quienes están expuestos a toda esta ingesta que se concentra en el cerebro, y se muestran reacios a acudir al especialista ante la constante sintomatología de fiebre, espasmos, vómitos y descomposiciones; la deshidratación consecuente la combaten con ¡más tabaco!

Fuera de los obscenos marcos de intoxicación, manipulación y falsedades de las batallas que se libran en Palestina y Venezuela, nos hemos encontrado con ¡la fiesta de la “democracia” de la ¡izquierda! norteamericana¡¡. Sin pudor, sin complejos, sin vergüenza, los medios, sus corresponsales, a modo servil, han transgredido las mínimas formas de presunta neutralidad de la convención del Partido Demócrata y de su candidata Kamala (las dos sílabas finales son lo único cierto) Harris, para continuar alienando al pueblo español. El esplendor de las risas de los personajes asistentes (los Obama, los Clinton) contrasta con su pasado criminal de guerras, bloqueos, amenazas y hasta su impulso al genocidio del pueblo palestino. Burda, simple, casposa, ha sido la narrativa de los corresponsales que no sangran ni enferman al parir comentarios entre pueriles y paupérrimos (los argentinos utilizarían el término de “sorete”).

Con ese entusiasmo, la noticia de la Convención ha sido cabecera en los informativos de todos los medios (públicos y privados, por tv o radio), anteponiéndola a Palestina, Venezuela y demás frentes de guerra abierta. El minutado de cada informativo dedicado a este obsceno evento, ha estado cercano a la mitad del espacio total. Las escenas en primer plano y cenitales mostraban las sonrisas de los protagonistas, familiares, amigos y la comparsa del auditorio.

El formato lo ha absorbido todo. Nadie que haya estado atento a este espectáculo podrá defender las propuestas políticas de la candidata, ¡no se conocen!, aunque se advierten: la guerra como motor de la economía, continuará el bloqueo contra Cuba, Venezuela, RPD de Corea, etc., defensa de la entidad sionista, más y más liberalismo (salvo con la RP de China), fortalecimiento del terrorismo a través de la OTAN....

La conclusión es que la crisis general del capitalismo se transmite también en la desesperación por mostrar el aspecto triunfal, feliz, de manifestación de masas en la espina dorsal que sujeta un cuerpo avejentado e inestable, que busca el ruido para opacar su amoralidad estructural y su criminal comportamiento. Rebuscan en el triunfal pasado lo que no pueden ofrecer ya. Hollywood no da para más y pueblan las salas de cine de “estrenos” ya manoseados (El Conde de Montecristo, Los Tres Mosqueteros, etc.)

Banales, misérrimos y de escaso desarrollo intelectual,  a todos los verdugos “berlanguianos” que reproducen los primeros balbuceos onomatopéyicos de los homínidos, con la intención de estructurar la arquitectura de la información deformada, no les arrendamos porvenir; sólo encontrarán reconocimiento en su “democracia otanista” cual siervo defensor de su señor (vestigios del feudalismo)

Otro día nos adentraremos en los escaparates de las librerías más céntricas y afamadas, para visualizar los títulos, temas y autores del área de Sociología y Política con los que se topa el cliente lector, ¿será sorpresa o corroboración de la crisis cultural del capitalismo? ¡Cuidado con dormir con el enemigo!

Víctor M. Lucas

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