La popularización y masificación de Internet supuso grandes cambios para nuestra sociedad.

Su propia evolución, pasando de la Web 1.0 (páginas web de solo lectura, sin interacción con el contenido) a la Web 2.0 (Web Social en la que se puede interactuar. Usuario como creador-consumidor de contenidos), ha dado un giro de 180 grados, no solo a la forma de entender Internet, sino también a muchos aspectos de nuestras vidas.

En el centro de este nuevo modelo, las principales protagonistas de esta transformación son las Redes Sociales.

Desde la creación en 1997 de SixDegrees (primera red social que surgió) a la actualidad, hemos vivido una auténtica explosión y proliferación de las mismas. A día de hoy, contamos con plataformas sociales para todos los gustos y colores: generalistas, especializadas en un tipo de contenido (fotografías, vídeos...), especializadas por temática (profesionales, de ocio...).

Todo este abanico digital nos ofrece herramientas muy útiles que, quien más y quien menos, utilizamos en nuestro día a día: nuevas formas de contactar con nuestra gente, de comunicarnos, de trabajar, de ocio, de informarnos, de transmitir conocimientos, de formarnos... y por qué no, para organizaciones como la nuestra, suponen nuevas herramientas con las que difundir nuestro programa así como nuestro trabajo en la calle, centros de trabajo y estudio, llegando a más gente y generando nuevas formas de contacto con la clase trabajadora.

Cada día se van incorporando nuevas funciones y nacen nuevas aplicaciones pero, ¿quién está detrás de todo esto? Pues evidentemente, son los grandes monopolios del sector (Google, Microsoft...) quienes controlan las principales redes.

Y como todo producto que nace en el seno de este sistema económico, las redes sociales en manos de estas multinacionales no se crean para satisfacer nuestras necesidades, sino para asegurar sumas millonarias cuentas de beneficios a quienes las dirigen.

La fuente principal de estos beneficios va a ser la publicidad. Y es que, si algo permiten las actuales plataformas, especialmente las más generalistas (Facebook, Tuenti, Google+...), es sectorizar a la población al máximo. Estas redes sociales son en la práctica una inmensa base de datos con nuestros nombres, direcciones, gustos, opiniones... que permiten a la empresa privada campañas publicitarias totalmente adaptadas y pormenorizadas.

Pero estas bases de datos pueden también ser utilizadas de una forma menos sutil que la anterior. Existe en la actualidad todo un negocio de compra-venta de datos que gira en torno a los Medios Sociales. A pesar de la negativa de estas, se ha denunciado que las propias plataformas venden información confidencial de los usuarios a distintos organismos y empresas. Independientemente de esto, sí que es cierto que existen empresas privadas que se dedican a una forma moderna de “investigación'', utilizando para ello estas herramientas.

Sin embargo, no tenemos que irnos tan lejos. El problema de privacidad en estas plataformas es un hecho constatado por todo usuario habitual de las mismas. A las dificultades que existen para cancelar una cuenta (en las propias condiciones, aceptas que les cedes tus datos por lo que, aunque la canceles, siguen disponiendo de lo que subieras hasta ese momento), se une la complejidad para gestionar los criterios de privacidad de los contenidos subidos, más aún cuando estos interactúan con los criterios de privacidad de tus amistades con los que compartes los mismos.

Esto hace que internet sea una puerta abierta, pudiendo entrar por la misma tanto gente con la que quieres compartir contenidos, como aquellas personas que no quieres que sepan nada de tu vida. En este sentido, internet se usa cada día más en los procesos de selección de las empresas privadas, obteniendo “datos extra'' a lo explicado en una entrevista de selección. Por otro lado, se está extendiendo también el uso de estos instrumentos por parte de las empresas como forma de control sobre los trabajadores, suponiendo un grave ataque a la intimidad de estos.

En definitiva, nos encontramos ante unas herramientas con un enorme potencial social y comunitario que entra en contradicción con el único objetivo de lucro de quienes las controlan, castrando sus grandes capacidades y atentando contra nuestra intimidad al ser utilizadas para intereses económicos privados.

La ruptura con el sistema económico actual basado en la propiedad privada, y la construcción de una nueva sociedad cuya base sea la propiedad social, supondrá una revolución, también en este campo, pudiendo desarrollarse estas herramientas en todo su potencial con el único objetivo de servir y cubrir las necesidades de la clase trabajadora.

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