26 de julio, 1875. Nace Antonio Machado en Sevilla, hijo de padre abogado con el mismo nombre, en el seno de una familia burguesa y liberal –78 años después, otro 26 de julio que él nunca verá, un grupo de revolucionarios liderados por otro abogado, asaltarán el conocido cuartel Moncada, en Cuba , dejando tal fecha señalada en la Historia–.

8 de junio, 1916. Coincide por primera vez con Federico García Lorca. Machado era entonces catedrático de francés en la Universidad de Baeza, y Lorca estudiante de la Universidad de Granada. En ese momento, Antonio no podrá imaginar que, años después, uno de sus más famosos poemas llevará por título “El crimen fue en Granada” y como tema el asesinato de aquel joven poeta que acaba de conocer.

8 de septiembre, 1922. Ya consagrado, Machado comienza a tomar posiciones cada vez más definidas, sobre la política y la cultura. En este día publica, en el periódico La Voz de Soria: “No soy partidario del aristocratismo de la cultura, en el sentido de hacer de ésta un privilegio de casta. La cultura debe ser para todos, debe llegar a todos”.

 14 de febrero, 1931. Dos meses antes de la proclamación de la República, Machado interviene en el primer mitin de la Agrupación al Servicio de la República. Meses después pasará a formar parte del Patronato de las Misiones Pedagógicas.

4 de noviembre, 1934. El olor a sangre y fuego aún se respiran en Asturias y otras partes del Estado, hace solo dos semanas del final trágico de la revolución de octubre. Antonio Machado comienza entonces sus publicaciones en nombre de Juan de Mairena, en el Diario de Madrid. Unos meses antes sentenciaba, combinando su voz propia en primera persona con la de su alter ego: “Con todo, de cuanto se hace hoy en el mundo, lo más grande es el trabajo de Rusia. Porque Rusia trabaja para emancipar al hombre, a todos los hombres, de cuanto es servidumbre en el trabajo. Y eso es lo único que merece cantarse en nuestros días”. Un año después, Machado se adhiere a la Asociación de Escritores para la Defensa de la Cultura, al poco, reconvertida en Alianza Internacional de Escritores Antifascistas.

12 de enero, 1937. El adorable profesor, el emérito maestro de las letras españolas, reconocido por su pueblo y en todo el mundo como uno de los más grandes escritores, se aleja cada vez más de la interesada imagen de “simple hombre bueno” con la que le pretender condenar. Pero Machado no está viejo, sino más joven que nunca, y por eso toma la palabra en la Conferencia donde se fundan las Juventudes Socialistas Unificadas, el gran ejemplo unitario de la Juventud Comunista en España. Y allí deja claro su compromiso y su lealtad, con total honestidad: “Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás. Mi pensamiento no ha seguido la ruta que desciende de Hegel a Carlos Marx. [...] Veo, sin embargo, con entera claridad, que el Socialismo, en cuanto supone una manera de convivencia humana, basada en el trabajo, en la igualdad de los medios concedidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase, es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa la gran experiencia humana de nuestros días, a que todos de algún modo debemos contribuir”

11 de julio, 1937. En la entonces plaza Castelar, en Valencia, se dispone a clausurar el II Congreso de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Avejentado y enfermo, pero con el pulso vivo de una conciencia combativa, insiste: “escribiendo para el pueblo se escribe para los mejores”.

18 de julio, 1938. “El Quinto Regimiento fue, en su actuación concreta y limitada, algo admirable y, en cuanto es asequible a la obra humana, perfecto. […] Honda y sustancialmente, cuanto en España no fue Quinto Regimiento, cuanto no estuvo de corazón con el Quinto Regimiento, fue –admitamos otra expresión de valor simbólico– quinta columna”. Machado sabe identificar ya tan certeramente al enemigo que su posición es inequívoca.

27 de enero, 1939. El escritor Corpus Barga, al parecer, le toma la última fotografía que le retrata en vida, al paso de la frontera por Portbou. El primer plano de Antonio Machado no es el del anciano enfermo que perdió la cabeza, ni el del “hombre bueno” confundido, del que pretende convencer la historiografía burguesa. Su mirada inmortalizada no es la de un hombre con la cabeza perdida, sino todo lo contrario, alguien con una lucidez brutal, con una conciencia muy definida, y dedicada a la lucha de su pueblo.

22 de febrero, 1939. Muere exiliado Antonio Machado, en una pequeña pensión en el pueblo francés de Collioure. En su bolsillo unos últimos versos: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Fallecía no el más viejo, sino el más joven de los poetas revolucionarios españoles.

Eduardo Corrales

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