Jim Sakouman, un buen amigo canadiense, profesor de la Universidad de Acadia, en Nueva Escocia, me comentaba con preocupación los peligros que derivan de que Estados Unidos marche hacia la suficiencia energética a partir de la técnica de fracturación hidráulica (hydraulic fracturing) para la extracción de gas natural, conocida como “fracking”.

Este procedimiento ha dejado en Canadá experiencias muy lucrativas desde el punto de vista económico, pero muy tristes y negativas para el medio ambiente y las poblaciones aborígenes, me decía Sakouman.

Interesándome en el asunto, conocí que este sistema consiste en la inyección de gran cantidad de agua, arena y productos químicos a alta presión y a distancias de hasta diez mil pies de profundidad y horizontalmente. Esta mezcla presurizada provoca fisuras en los estratos de rocas calizas que las partículas de arena mantienen abiertas dejando escapar el gas natural contenido en ellas para su aprovechamiento económico.

La práctica de este método en nueve de cada diez pozos de gas natural en Norteamérica significa que cotidianamente millones de galones de agua, arena y productos químicos son bombeados a grandes profundidades para fracturar las rocas y dejar escapar el hidrocarburo atrapado en ellas permitiendo su obtención por medio de extracción horizontal.

Fue en 2008 que la crisis económica global llevó al alza del precio del crudo que hizo rentable la nueva tecnología del “fracking” y provoco que comenzara su fase de experimentación.

La producción de gas natural con el sistema “fracking” desde entonces, ha significado para Estados Unidos un incremento de un 30% de la producción total, pasando de 600 mil barriles diarios a 3,5 millones.

La preocupación de los científicos ambientalistas reside en que los productos químicos que se usan para la fracturación constituyen un peligro en las profundidades, y también lo son en la superficie, cuando son manipulados o esparcidos los fluidos de desecho.

En cada trabajo de fracturación se utilizan entre uno y ocho millones de galones de agua que se mezclan con arena y unos 40 mil galones de agentes químicos que incluyen carcinógenos y toxinas tales como plomo, uranio, mercurio, radio, metanol, ácido hidroclórico, formol y otros.

Se calcula que en Estados Unidos están activos 500,000 pozos para la extracción de gas natural mediante fracturación y en cada pozo puede practicarse esta operación 18 veces. Por simple cálculo aritmético se deduce que son necesarios 72 billones de galones de agua y 360 000 millones de galones de agentes químicos para operar el número actual de pozos de gas natural por fracturación.

Durante el proceso de fracturación de las rocas, el gas metano y los tóxicos contaminantes se disuelven y contaminan la tierra y las aguas cercanas a la zona.

Solo entre un treinta y un cincuenta por ciento de los fluidos empleados en la fracturación son recuperables. El resto, los de desecho, quedan a cielo abierto y emiten al evaporarse compuestos orgánicos volátiles que contaminan el aire en la atmósfera y provocan  lluvia ácida y ozono en las capas más bajas de la atmósfera.

En Estados Unidos se han documentado unos mil casos de ciudades y otras poblaciones cuyas fuentes de agua cercanas a las áreas de extracción de gas natural por fracturación han sido contaminadas, así como casos de daños sensoriales, respiratorios y neurológicos debido a la ingestión de agua contaminada.

La fracturación hidráulica produce a Estados Unidos 300,000 barriles de gas natural, pero ello es al precio de grandes riesgos para la seguridad humana, el medio ambiente y la salud.

Se dice que la industria del “fracking” no las tiene todas consigo, que su futuro no está asegurado porque si baja el precio del barril desciende por debajo de 80 dólares el barril, los márgenes de beneficio comenzarían a ser escasos para la extracción de gas natural por este sistema que  solo se hizo viable a partir de una baja grande y sostenida de los precios del petróleo por tener sus  pozos un declive más rápido que los explotados de modo convencional.

Pero, aunque las compañías de “fracking” argumentan que su tecnología también está progresando y sus inconvenientes pueden perder importancia en los próximos años, habrá que ver si pueden resistir las imputaciones relacionadas con sus agresiones al medio ambiente y la salud humana.

Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional.


Artículo extraído de la web CubaInformación

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