La heroína nacional Vera Gucunja (también conocida por el nombre en clave de Ljubica y Sonja), nació el 31 de enero de 1917 en  Popovac (Baranja). Vera acabó el bachillerato en Sombor en 1935, luego estudió derecho y más tarde medicina en Belgrado. Allí, se unió al movimiento estudiantil progresista, la llamada red de Vojvodina. Luchó por mejorar las condiciones de vida del estudiantado y la autonomía de la Universidad de Belgrado. Fue  organizadora  del movimiento económico juvenil-cultural de Vojvodina (provincia autónoma de Serbia), entre  1936 y 1937. Destacó activamente en la diseminación de ideas de carácter social entre el pueblo trabajador y la juventud de todas las nacionalidades.

 En 1937, Vera Gucunja participó en el Encuentro Internacional de la Juventud en París con Ivo Lola Ribar.  En plena persecución del movimiento comunista en el antiguo Reino de Yugoslavia, Vera fue detenida en 1938, año en el que se afilió a la Liga de la Juventud Comunista. Al comienzo de la ocupación nazi de Yugoslavia en 1941, Vera fue detenida por los nazis alemanes. Estuvo en la cárcel de la Policía Especial de Belgrado y luego en una prisión hospitalaria en la calle Vidinski, de donde el Partido Comunista de Belgrado y la Liga de la Juventud Comunista de Yugoslavia (SKOJ) lograron liberarla.

Nacida en 1910 en el barrio obrero de La Calzada de Gijón, murió en 2001 en  su tierra natal. Los 90 años de vida son también años de lucha obrera, de resistencia al franquismo, de sufrir los horrores del nazismo,  de   sobrevivir   para ver su derrota y… años de silencio.  El 30 de abril de 1945 fue liberada por el Ejército rojo del campo de exterminio nazi de Ravensbrück , junto con 300 víctimas más. En ese campo se estima que 92.000 prisioneras fueron asesinadas y 130.000 mujeres soportaron torturas, humillaciones y trabajos forzados. 

Trabajadora en la fábrica textil La Algodonera, fue militante de CNT y sus convicciones republicanas y antifranquistas la llevan a realizar un curso de enfermería a fin de colaborar con la causa republicana atendiendo a los heridos junto al Socorro Rojo Internacional.

Con 27 años, una  madrugada a finales de septiembre de 1937, embarcó en El Musel junto a cerca de 1.000 niños y niñas y un grupo de cuidadoras rumbo a la Unión Soviética.

Ya en la URSS  quedó al cuidado de una de esas Casas de los Niños  en Pushkin, donde conoció y se casó con Dimitri, un soldado del Ejército Rojo. Tras  la invasión y avance de las tropas nazis sobre Leningrado en el verano de 1941, se pierde el rastro del marido y Olvido, que estaba embarazada, cayó prisionera del  ejército alemán. Encarcelada en Tallín (Estonia) en ese momento también territorio ocupado,  es obligada a trabajar de manera forzosa. A los tres meses de dar a luz un niño al que llama Dimitri, como el padre, fueron separados. Nunca más supo de él.

Ana Carmona Ruiz, Nina, nació en Málaga el 16 de mayo de 1908. Hija de un estibador del puerto malagueño, creció viendo a los marineros ingleses jugar al fútbol en las explanadas portuarias. Ello levantó una pasión que la llevaría a romper barreras.

Ya en la edad de juvenil hizo todo lo posible y empezó a jugar al futbol en el Sporting Club de Málaga. Obviamente, en esa época el deporte de masas por excelencia estaba reservado para los hombres exclusivamente, por lo que Nina tuvo que hacerse pasar por uno de ellos y así poder disfrutar de su mayor pasión.

Jugaba cubriéndose el cabello, usando ropa ancha y se vendaba el pecho. Veleta la apodaban, afirmando sus compañeros que llegaba como mujer y saltaba al campo como “futbolista”. Llegó a ser una jugadora fundamental en los dos equipos en los que jugó, destacando sobre muchos de sus compañeros. Entrenaba a escondidas durante horas, frente a la pared y se ponía las botas que podía en cuanto veía oportunidad, a diferencia de sus compañeros de equipo, de los cuales, la mayoría, no entrenaba entre partidos. Aún así, cuando cierta afición o las autoridades se percataban de su condición, sufría numerosas humillaciones: hasta el punto de que le raparon el pelo, la apedrearon o pasó por arresto domiciliario por alteración del orden público.

Conocida como la mujer que trajo al mundo a Mary Shelley -autora de Frankenstein- en algunos ámbitos es también considerada como precursora e impulsora del feminismo moderno, el burgués, claro

Nacida un 27 de abril de 1759 en Inglaterra, murió a finales de 1797 tras una infección postparto. Su persona y sus trabajos han de verse a la luz de la época en la que vivió. La rescatamos en esta breve reseña porque representa  una parte de la lucha contra la sociedad patriarcal del momento y al impugnar sus preceptos, contribuyó a que se fueran erosionando y cuestionando. También porque algunos de sus postulados son actualmente el envoltorio ideológico en el que las clases dominantes nos venden la emancipación de las mujeres.

Establecida en Londres desde muy joven como escritora profesional  independiente, eso fue algo inusual para su tiempo. Sus dos primeras obras tratan el tema de la educación. La primera de ellas, Reflexiones sobre la educación de las hijas (1787), es una guía de comportamiento, que aconseja acerca de asuntos morales y de temas relacionados con la etiqueta, como el vestir. En sus páginas deja constancia de que la mujer era inferior porque su educación era menor que la del hombre, no por desigualdades genéticas. Asimismo, defendía la idea de la mujer como sujeto de su vida, no como objeto de la vida de sus maridos.

Dolores Gaos González-Pola -Lola Gaos- tendría hoy 100 años. Nació en Valencia y pertenecía a una familia numerosa, culta y republicana. En su juventud soñaba con ser médica, pero la guerra civil y la posterior represión trastocaron sus planes. Tras la muerte de su padre en un campo de concentración francés, siguió a su familia al exilio en Méjico y allí comenzó su carrera teatral.

Trabajó en más de 50 películas con los mejores directores, formó parte de prestigiosas compañías teatrales y fueron muy frecuentes sus intervenciones en obras y series emblemáticas en televisión. Lola Gaos fue una magnífica actriz de papeles secundarios y en su único papel como protagonista en "Furtivos" (1975), una crítica velada al régimen franquista, reveló su admirable talento para la interpretación y obtuvo la Medalla a la mejor actriz protagonista, concedida por el Círculo de Autores Cinematográficos.

Hace unas cuantas columnas contábamos la historia de Tina la de Joécara, y su participación en la conocida como Huelgona de 1962. En ese artículo mencionábamos a su fiel compañera de lucha, Anita Sirgo. Es el momento de conocer su historia.

A Anita la vida se lo puso fácil para crear en ella un carácter luchador. Nacida en 1930 en el seno de una familia minera con un gran compromiso comunista, al final de la guerra civil su padre se tiró al monte y su madre acabó en la cárcel como muchos de sus familiares y personas cercanas. Para ella la lucha no era solo una responsabilidad hacia su clase, también era un asunto personal.

A la corta edad de 9 años ya hacía labores como enlace para la guerrilla y a los 12 es detenida por primera vez. Muchas fueron las tareas para la revolución que llevó a cabo esta mujer como militante comunista, tantas que sería difícil recopilarlas todas. Aunque hay un momento de su vida y de su lucha que la convirtieron una reconocida revolucionaria: La Huelgona.

Cuando la huelga minera del pozo Nicolasa empezaba a volverse tan dura que los mineros comenzaban a flaquear, Anita se negaba a rendirse. Tomó la iniciativa de organizar a las mujeres de los mineros para realizar agitación y piquetes para frenar los relevos de las minas.

En noviembre recibíamos la triste noticia del fallecimiento de una gran escritora y de toda una mujer nueva, Almudena Grandes. Una escritora que tantas veces me ha emocionado, que me ha contado historias que nunca me habían contado de una forma tan intensa y real. La historia de mi gente que tanto cuesta encontrar escrita en páginas.

Quizá las posiciones de Almudena no fueron las más revolucionarias ni las más radicales, pero sí acometió una lucha que pocas personas públicas y referentes en este país se atreven a llevar a cabo, la de la memoria histórica.

Es por esa lucha por la que hoy hablamos de Almudena como un ejemplo de mujer nueva, porque tuvo el valor de colocar en sus obras la historia de los vencidos y las vencidas. Con un arte y una sensibilidad innegable sus obras relatan la historia de un bando, el bando que aún sigue en las cunetas de este país.

A través de gran parte de su obra Grandes relata cómo fueron los años de la guerra civil y de la posguerra para el bando republicano, centrándose especialmente en los y las militantes comunistas y su fundamental papel en esta etapa olvidada de nuestra historia.

En 1917 las mujeres palestinas fueron parte activa en las manifestaciones  contra la Declaración Balfour. Durante el levantamiento palestino contra los británicos en 1936 participaron masivamente tanto en las manifestaciones, como en las operaciones de contrabando de armas y de suministro a la guerrilla.

Las mujeres palestinas han estado presentes y activas en momentos políticos y nacionales fundamentales, no solo como esposas, hermanas o madres, sino también como luchadoras, organizadoras y dirigentes con una capacidad de acción que no se define por su relación con los hombres. Así, no resulta extraño el alto número de dirigentes palestinas con nombre propio en la historia Palestina.

Cuando nace en Nablus el 8 de enero de 1949, Shadia Abu Ghazaleh,  la sociedad palestina había sido desgarrada por la Nakba o la Catástrofe palestina de un año antes. La infraestructura social e institucional creada en las décadas anteriores por el movimiento de mujeres estaba devastada y el camino a la participación en la lucha armada, no solo como soporte de la resistencia o como correos, estaba cimentándose.

“La lucha continuará”, dijo la capitana Lakshmi Sehgal, sentada en su atestada clínica de Kanpur donde, a los 92 años, todavía veía pacientes diariamente,  a la cineasta que grababa un documental sobre su vida.

Revolucionaria nacida en 1914, ligada toda su vida al proceso soberano Indio: como joven estudiante de medicina atraída por la lucha por la libertad; como líder del regimiento de mujeres del Ejército Nacional de la India; como médica en Kanpur entre los refugiados y los sectores más marginados de la sociedad; y finalmente como militante del Partido Comunista de la India y la Asociación de Mujeres Democráticas de Toda India. 

Después de graduarse como médica en el Madras Medical College, en 1938 vio como su familia acomodada se involucraba en la lucha contra el imperio Británico y su representante colonial, el  Raj Británico. Lakshmi,  hasta ahora al margen del INA, escuchó que a los nacionalistas, con Bose a la cabeza, les interesaba reclutar mujeres para la organización.

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