Ya conocemos la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra  por el llamado caso de “la manada” ante el recurso interpuesto por la fiscalía y la acusación particular, tras una de las sentencias más machista, injusta y patriarcal que se ha dictado en los últimos tiempos en el territorio español.

Nuevamente la justicia burguesa ante los innegables hechos, y decimos innegables porque fueron grabados por los propios agresores y se dan por ciertos en la sentencia, se muestra incapaz de dictar una sentencia justa y ejemplar, y mantiene la condena a 9 años de prisión,  reiterando así, que lo que sucedió en la madrugada del 7 de julio en Pamplona se trató de un abuso sexual y no de una violación, que es lo que realmente sucedió, una agresión con violencia e intimidación.

La única diferencia entre esta sentencia y la anterior  es que este Tribunal Superior, para salvar las formas, ante la presión social atiende el recurso de la víctima y ordena a la Audiencia Provincial que dicte una nueva sentencia por un delito contra la intimidad de la mujer, “ya que fue grabada mientras la forzaban”.

El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general (C. Marx y F. Engels, La sagrada familia.).

Si hacemos un balance de este 2018 en cifras, ahora que estamos acabando el año, no encontraremos cambios significativos en los que a la situación de las mujeres trabajadoras en el territorio español con respecto al año pasado.

Según los últimos datos de las EPA publicados en septiembre, en datos macro, en nuestro país existe un 13,5% de parados frente a un 14,9% de paradas, por lo que hay una diferencia del 3% entre mujeres y hombres. En 2017, la tasa de paro de los hombres se encontraba en un 15,0% y la de las mujeres en un 18,4%, es decir, la diferencia era prácticamente la misma.

Las mujeres seguimos teniendo los empleos más precarios con contratos mayoritariamente de media jornada o jornada reducida y, somos empleadas, mayoritariamente, en trabajos altamente feminizados, por ejemplo, el 97% de las empleadas del hogar son mujeres, en los que la diferencia salarial con respecto a los trabajos altamente masculinizados llega, en ocasiones, a los 700 euros. Y, hablando de salarios, la brecha salarial está, en estos momentos, en el 37% en España, según datos oficiales, y, por experiencia, sabemos que los datos oficiales están siempre muy lejos de los datos reales.

Brasilia.- De cada 10 feminicidios ocurridos en 23 países de América Latina y el Caribe en 2017, cuatro se cometieron en Brasil, de acuerdo con las estadísticas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

El informe de esa organización revela que el pasado año al menos dos mil 795 mujeres fueron asesinadas en el continente, en crímenes motivados por la identidad de género. De ese total, mil 133 se perpetraron en el gigante sudamericano.

Respecto al ranking de naciones, a partir de un cálculo de proporción, el organismo vinculado a las Naciones Unidas indica que “sin paralelo” El Salvador encabeza la lista al presentar una tasa de 10,2 ocurrencias cada 100 mil mujeres.

Después aparecen Honduras (5,8), Guatemala (2,6) y República Dominicana (2,2). En las últimas posiciones exhiben mejores tasas Panamá (0,9), Venezuela (0,8) y Perú (0,7).

Al totalizar un índice de 1,1 feminicidio cada 100 mil mujeres, Brasil aparece empatado con Argentina y Costa Rica. Los índices más bajos se registraron en Colombia (0,6) y Chile (0,5).

El siglo XX esta marcado por la presencia activa e intelectual de mujeres que, aun con el intento de hacerlas invisibles en el proceso social y político, fruto de la visión patriarcal y clasista de la historia, tuvieron un papel fundamental en las luchas que marcaron el mundo contemporáneo. Enfrentando el prejuicio y la cultura machista fomentada por la naturaleza de la sociedad de clases desplegaron una intensa lucha, en diversos ámbitos, por la emancipación humana.

Una de ellas nació como Ana Lima Carmo el 13 de abril de 1915 en la ciudad de Quixeramobin. Datos circunstanciales pues se definía a si misma como cearense de nacimiento, carioca de corazón y baiana por elección. También eligió su nombre, Ana Montenegro. Con él es conocida y desarrolló su intensa actividad política, social y periodística.

Detrás de cada mujer asesinada por la violencia machista que sufrimos las mujeres en el capitalismo hay una historia. Se trata de historias de maltrato físico o psicológico, y en muchos casos de ambos, historias de abuso, historias de una educación patriarcal basada en la desigualdad de la mujer frente al hombre, historias de aprieta los dientes y aguanta, pero también hay historias de valentía, historias de mujeres que se atrevieron a romper el cerco pero que no lo consiguieron, y que sin embargo, abrieron una camino a cientos de mujeres que padecieron y padecen la violencia patriarcal.

40 son las mujeres asesinadas en España, según las cifras oficiales1, en el momento de escribir este artículo, 29 de ellas nunca había interpuesto una denuncia hacia su agresor, y, de las 11 que sí lo habían hecho, tan solo cinco tenían medidas de protección en vigor, lo que demuestra, una vez más, la ineficacia de la “Ley contra la violencia de género” y de las medidas que se adoptan para erradicar que de una vez por todas se deje de asesinar a mujeres.

 

Decir que las mujeres alimentan el mundo no es exagerado, las cifras lo ratifican. Las mujeres rurales representan una cuarta parte del conjunto de la población mundial. En los países en desarrollo, suponen el 43% de la mano de obra agrícola y producen, procesan y preparan cerca del 70%  de los alimentos disponibles. En España, contando únicamente a las que constan censadas, son 7 millones de mujeres, un 49,15% de la población, las que viven en zonas rurales. Las condiciones de vida y trabajo son de profunda discriminación, pero en el caso de las temporeras extranjeras se suma la explotación sexual.

De las contradicciones que se producen en el seno del capitalismo,  la de género, nos atraviesa como clase y también a las organizaciones de clase.  Se puede negar o se puede mirar a otro lado y desdeñarlo. Pero la mejor manera de construir una sociedad nueva es contribuir a formar seres humanos nuevos y abordar todas las contradicciones, también la de género, para dar una respuesta desde las organizaciones revolucionarias.

El hermano Partido Comunista Brasileño (PCB) publicó  el pasado 10 de junio este posicionamiento de su CC  sobre el acoso. Lo reproducimos,  no sólo por su interés e importancia, sino para que nos ayude a nosotros y nosotras a mirarnos hacia adentro. (Secretaria Feminista CC del PCPE).

Combate comunista al machismo de cada día

Comité Central del PCB

El machismo está profundamente enraizado en el comportamiento de hombres y mujeres en nuestro país. No bastaba ser un patrón estructural de la sociedad capitalista, en Brasil se agrava por factores sociales que se remontan a la época de la colonia. Es la cultura machista que permite todo tipo de abusos y acoso y que pasan a menudo por comportamientos naturalizados. La constatación de estos hechos no nos exime del fuerte compromiso con el rechazo y la lucha para exterminarlos.

En los últimos tiempos las mujeres se han convertido en las protagonistas de los conflictos laborales más destacadas de nuestro país.

Entre las luchas más importantes podemos destacar las que han llevado a cabo y siguen llevando a cabo las “Espartanas” de Coca Cola, las dependientas de Bershka, las trabajadoras de las residencias de Bizkaia, las Kellys Unión o las trabajadoras de Atento de Toledo.

Cuando hace cuatro años el gigante de Coca Cola tomó la decisión de cerrar la fábrica de Fuenlabrada en Madrid, fueron principalmente las trabajadoras y las compañeras de los trabajadores las que dieron un paso al frente para visualizar esta lucha. “Las Espartanas” como las conocemos, fueron conscientes de que su lucha no solo era por conseguir que la fábrica no cerrase y mantener los puestos de trabajos, sino que ellas mismas decían: “Debemos ser un ejemplo. Es un antes y un después en la lucha obrera”

Las trabajadoras de las residencias de Bizkaia comenzaron sus primeras movilizaciones en marzo de 2015, estas movilizaciones dieron lugar a una huelga que finalmente duró 370 días, convirtiéndose en la huelga más larga protagonizada por mujeres en nuestro país.

Tras este pulso consiguieron firmar un nuevo convenio con mejoras salariales y reducción horaria, sin embargo, saben que la lucha debe continuar, la Diputación se ha comprometido a subir las ratios por número de pacientes y continúan vigilantes para que esto se lleve a cabo. En una entrevista concedida al UyL Marina Costa Bonone (representante de las trabajadoras por el sindicato ELA) nos dejaba estas palabras:

No son pocas las críticas que recibe el movimiento feminista dentro de la propia izquierda por su escasa organización de clase, y precisamente, una de las singularidades del colectivo es su diversidad. Actualmente el principal vínculo que articula el movimiento no radica en la pertenencia a una misma clase social sino que, el sentimiento que nos une, surge de la indefensión que sufrimos por el mero hecho de ser mujeres.

La lucha feminista en estos momentos parece ser una guerra entre sexos donde uno de ellos reivindica su posición frente al otro para sobrevivir. Se ponen en el punto de mira cuestiones discriminatorias que en gran medida tienen que ver con la opresión y explotación del capitalismo, pero que tratadas separada y aisladamente no supone un verdadero cuestionamiento del sistema. Sabemos que a las organizaciones feministas les falta el componente de clase, sin embargo, no exigiríamos, por ejemplo, al colectivo LGTBI+ que fuese en su integridad un colectivo con máximas marxistas-leninistas, que su lucha, además de querer erradicar las desigualdades discriminatorias, fuera consciente de quien es el generador de todos estos males.

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