Ningún bolchevique dudaba ya de que, en adelante, la convivencia de los bolcheviques con los mencheviques en un solo partido era algo inconcebible. La unidad con los mencheviques dentro de un solo partido convertíase en una traición a la clase obrera al partido de ésta. No se trataba solamente de romper con los mencheviques y constituir un partido independiente sino que se trataba, ante todo, de crear, rompiendo con los mencheviques, un nuevo partido distinto de los partidos socialdemócratas corrientes de los países occidentales, un partido libre de elementos oportunistas y capaz de conducir al proletariado a la lucha por el poder.

¡¿Qué eran, por aquel entonces, los partidos socialdemócratas de Occidente?! Una mezcla, un conglomerado de elementos marxistas y oportunistas, de amigos y adversarios de la revolución, de partidarios y adversarios del principio del Partido, con una conciliación ideológica gradual de los primeros con los segundos y una sumisión gradual y efectiva de aquéllos a éstos.

Después de la muerte de Engels, los partidos socialdemócratas de la Europa occidental habían comenzado a degenerar de partidos de la revolución social en partidos de “reformas sociales”.

La VI Conferencia nacional del Partido que se celebró en Praga en enero de 1912, hizo el balance de toda la lucha anterior de los bolcheviques contra el oportunismo y acordó expulsar del Partido a los mencheviques.

Los partidos de la II Internacional, aunque se llamasen de palabra marxistas, de hecho toleraban dentro de sus filas a los adversarios del marxismo, a los oportunistas descarados, permitiéndoles descomponer y echar a pique a la Segunda Internacional.

Al llegar a una determinada fase de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. Y se abre así una época de revolución social.

Los partidos revolucionarios en los períodos de auge de la revolución aprenden a avanzar; en los períodos de reacción deben aprender a replegarse certeramente, a pasar a la clandestinidad, a mantener y fortalecer el Partido como organización clandestina, a utilizar todas las posibilidades legales y todas las organizaciones legales, principalmente las organizaciones de masas, para fortalecer los vínculos con éstas.

El objetivo político fundamental de los bolcheviques seguía siendo el mismo de 1905: derrocar el zarismo, llevar a término la revolución democrático-burguesa, pasar a la revolución socialista.

Los bolcheviques aplicaron su línea revolucionaria luchando en dos frentes contra dos variedades del oportunismo en el interior del Partido: contra los liquidadores, enemigos abiertos del Partido, y contra los llamados otsovistas, adversarios encubiertos de él. Lenin señalaba que los liquidadores eran agentes de la burguesía liberal dentro del Partido. Los “otsovistas” disfrazaban su oportunismo con frases “izquierdistas”. Se comenzó a dar ese nombre a un grupo de ex-bolcheviques que exigían la retirada de los diputados obreros de la Duma y la renuncia, con carácter general, a toda actuación dentro de las organizaciones legales [“otsovat”: revocar, retirar]. Los otsovistas negabanse resueltamente a trabajar en los sindicatos obreros y en las demás organizaciones legales. Con ello rompían los vínculos entre el Partido y el proletariado, privaban a aquel de enlace con las masas sin partido, querían encerrarse en la organización clandestina y al mismo tiempo exponían a ésta a los golpes del enemigo, al privarla de la posibilidad de atrincherarse detrás de las organizaciones legales.

Tanto los liquidadores como los “otsovistas” no habían sido nunca más que elementos pequeño- burgueses circunstancialmente adheridos al proletariado y a su Partido y que, al llegar los momentos difíciles para el proletariado, evidenciaron con particular claridad su verdadera naturaleza.

La historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción entre los hombres.

El Partido del proletariado debe, ante todo, conocer las leyes del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

La segunda característica de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción.

Bajo el régimen capitalista, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores que carecen de medios de producción por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas dotadas de maquinaria. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen las grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola.

Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas industriales a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base. Estas contradicciones irreductibles entre el carácter de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas.

La fuente donde se forma la vida espiritual de la sociedad, la fuente de la que emanan las ideas sociales, las teorías sociales, hay que buscarla en las condiciones de la vida material de la sociedad, en el ser social, del cual son reflejo estas ideas, teorías, concepciones, etc.

Según sean las condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas. En lo tocante a la importancia de las ideas y teorías sociales y de las concepciones e instituciones políticas el materialismo histórico subraya la importancia del papel y la significación que les corresponde en la vida y en la historia de la sociedad.

Las nuevas ideas y teorías sociales surgen precisamente porque son necesarias para la sociedad, porque sin su labor organizadora, movilizadora y transformadora es imposible llevar a cabo las tareas que plantea el desarrollo de la vida material de la sociedad y que están ya en sazón de ser cumplidas.

El medio geográfico es, indiscutiblemente, una de las condiciones constantes y necesarias del desarrollo de la sociedad e influye, naturalmente, en él, acelerándolo o amortiguándolo. Pero esta influencia no es determinante. Para que el medio geográfico experimente cambios de cierta importancia, hacen falta millones de años, mientras que en unos cientos de años pueden producirse incluso cambios de la mayor importancia en el régimen social.

El crecimiento de la población, la mayor o menor densidad de población, es un factor que forma también parte del concepto de las “condiciones materiales de vida de la sociedad”.

El método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a lo superior no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino poniendo siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un proceso de “lucha” entre las tendencias contrapuestas que actúan sobre la base de aquellas contradicciones.

Dentro de nuestras condiciones actuales en la URSS, la reivindicación de la república democrático-burguesa sería absurda y contrarrevolucionaria ya que comparada con la república soviética la república burguesa significa un paso atrás.

No puede haber ningún régimen social “inconmovible”, ni pueden existir los “principios eternos” de la propiedad privada y la explotación, ni las “ideas eternas” de sumisión de los campesinos a los terratenientes y de los obreros a los capitalistas.

En política, para no equivocarse, hay que mirar hacia adelante y no hacia atrás. Si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos cambios cualitativos constituye una ley del desarrollo, es evidente que las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las clases oprimidas representan un fenómeno absolutamente natural e inevitable. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que ser revolucionario y no reformista hay que mantener una política proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista, de armonía de intereses entre el proletariado y la burguesía, una política oportunista de “integración gradual” del capitalismo en el socialismo.

En esto consiste el método dialéctico marxista, aplicado a la vida social y a la historia de la sociedad.

El materialismo filosófico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:

a) en oposición al idealismo, que considera al mundo como la encarnación de la “idea absoluta”, el materialismo filosófico de Marx parte del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material.

A pesar de tener mayoría en el Congreso, los mencheviques viéronse obligados, para no enfrentarse con los obreros, a reconocer la fórmula de Lenin en cuanto al artículo primero de los estatutos, sobre la condición de miembro del Partido.

En el problema agrario Lenin defendió la nacionalización de la tierra, pero sólo la consideraba posible si triunfaba la revolución, si se derrocaba al zarismo. En estas condiciones, la nacionalización de la tierra facilitaría al proletariado, en alianza con los campesinos pobres, el paso a la revolución socialista. Los mencheviques defendían el programa de la municipalización, un programa oportunista: no podía movilizar a los campesinos para una lucha revolucionaria, no se proponía como objetivo la supresión completa de la propiedad terrateniente.

Los bolcheviques tuvieron que decidirse acerca del problema de tomar parte en la segunda Duma o boicotearla. Decidieron participar en las elecciones a la segunda Duma, para utilizarla como tribuna al servicio de la revolución.

En cambio el Comité Central menchevique hizo un llamamiento para que se pactasen acuerdos electorales con los kadetes y se les apoyase en la Duma, considerando a ésta como un organismo legislativo, capaz de poner un freno al gobierno zarista. Los bolcheviques exigieron que se convocase un nuevo Congreso del Partido, reuniéndose en Londres en mayo de 1907 el V Congreso del Partido. Trotski intentó formar en este Congreso un grupito centrista, es decir, semimenchevique.

Debía lucharse por conseguir que la dirección ideológica y política de los sindicatos estuviese en manos del Partido.

La primera revolución rusa había terminado con una derrota. A ello contribuyeron las siguientes causas:

Los socialdemócratas de la Europa occidental entendían que en la revolución socialista el proletariado estaría solo contra toda la burguesía, sin aliados, frente a todas las clases y capas no proletarias. No querían tener en cuenta el hecho de que el capital no explota solamente a los proletarios, sino que explota también a millones de hombres de las capas semiproletarias de la ciudad y del campo, asfixiadas por el capitalismo y susceptibles de convertirse en aliados del proletariado en la lucha por emancipar a la sociedad del yugo capitalista.

Los bolcheviques veían en los soviets el germen del Poder revolucionario. Y entendían que la fuerza y la importancia de los Soviets dependían por entero de la fuerza y de los éxitos de la insurrección. Los mencheviques consiguieron poner el Soviet de Petersburgo en contra de la política de la insurrección. En vez de acercar a los soldados al Soviet y ligarlos a éste en la lucha común, exigieron que fuesen alejados de Petersburgo. Totalmente distinto fue el papel que desempeñó en la revolución el Soviet de diputados obreros de Moscú. El Soviet de Moscú llevó a cabo desde los primeros días de su existencia una política revolucionaria consecuente. La dirección de este Soviet estaba en manos de los bolcheviques. Gracias a estos surgió en Moscú, al lado del Soviet de diputados obreros, un Soviet de diputados soldados. Los bolcheviques llamaban a las masas a la insurrección armada contra el zar y los terratenientes y les explicaban la inevitabilidad de la misma.

Los obreros, empeñados en la lucha contra el zarismo exigían la unidad de las fuerzas del Partido, la unificación del Partido del proletariado. Bajo la presión de las masas obreras, los mencheviques no tuvieron más remedio que acceder a la unificación.

Lenin era partidario de la unificación, pero de una unificación en la cual no se eludiesen las discrepancias referentes a los problemas de la revolución. Lenin exigía que los bolcheviques se presentasen en el Congreso con su propia plataforma, para que los obreros pudiesen ver claramente cuáles eran las posiciones de los bolcheviques y sobre qué bases se operaba la unificación. A consecuencia de la represión que se desató contra las organizaciones bolcheviques durante la insurrección de diciembre y después de ella, no todas pudieron enviar sus delegados al Congreso. Además los mencheviques habían acogido en sus filas una masa de intelectuales pequeñoburgueses que no tenían la menor afinidad con el marxismo revolucionario. Esta composición del Congreso determinó el carácter menchevique de los acuerdos tomados por él respecto a toda una serie de problemas.

En este Congreso se estableció una unificación puramente formal. En el fondo, bolcheviques y mencheviques siguieron manteniendo sus ideas y sus organizaciones propias e independientes.

Lenin, al criticar la táctica de los mencheviques, pone también al desnudo la táctica del oportunismo internacional, y al fundamentar la táctica marxista en el período de la revolución burguesa y trazar las diferencias entre ésta y la revolución socialista, formula también los fundamentos de la táctica marxista en el período de transición de la revolución burguesa a la revolución socialista.

1) La tesis táctica fundamental que informa la obra de Lenin es la idea de que el proletariado puede y debe ser el jefe de la revolución democrático-burguesa en Rusia. Para que el proletariado se erija de hecho en el jefe, en el dirigente de la revolución burguesa, tienen que darse, por lo menos, según Lenin, dos condiciones.

En primer lugar, es necesario que el proletariado cuente con un aliado que se halle interesado en el triunfo decisivo sobre el zarismo y que esté dispuesto a colocarse bajo la dirección del proletariado. Este aliado era, según Lenin, los campesinos.

En segundo lugar, es necesario que la clase que se halla en pugna con el proletariado por dirigir la revolución, por erigirse en su único dirigente, sea eliminada del campo de la dirección y aislada. Esta clase era, según Lenin, la burguesía liberal.

Dentro de la nueva situación histórica el problema se planteaba, con arreglo al punto de vista de Lenin, de un modo nuevo: el proletariado pasaba a ser la fuerza dirigente de la revolución burguesa, la burguesía era desplazada de la dirección del movimiento revolucionario y los campesinos se convertían en la reserva del proletariado.

2) Lenin consideraba como el medio más importante para derrocar el zarismo y conquistar la república democrática la insurrección armada victoriosa del pueblo. “La victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo es la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

3) Al luchar por el triunfo de la revolución burguesa y por la conquista de la república democrática, Lenin no pensaba ni mucho menos detenerse en la etapa democrática y reducir el alcance del movimiento revolucionario a la consecución de los objetivos democrático-burgueses. Por el contrario, entendía que, inmediatamente después de conseguidos los objetivos democráticos, habría de comenzar la lucha del proletariado y de las demás masas explotadas por la revolución socialista.

Cap. 3: Los mencheviques y los bolcheviques en el período de la guerra ruso-japonesa y de la primera revolución rusa (1904-1907)

Los mencheviques, incluyendo a Trotsky, descendieron a las posiciones del defensismo, es decir, abrazaron la defensa de la “patria” del zar, de los terratenientes y de los capitalistas. En cambio los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, entendían que la derrota del gobierno zarista en aquello guerra de rapiña sería beneficiosa, pues conduciría al quebrantamiento del zarismo y al fortalecimiento de la revolución.

El 9 de enero,  ”Domingo sangriento”, murió fusilada la fe de los obreros en el zar. Comprendieron que sólo luchando podían conquistar sus derechos. De las huelgas económicas y de solidaridad los obreros pasan a las huelgas políticas, a las manifestaciones y en algunos sitios, a la resistencia armada contra las tropas zaristas.

Gracias al oportunismo y a la labor escisionista de los mencheviques, la socialdemocracia rusa hallábase, en aquellos momentos, escindida en dos fracciones. Los bolcheviques decidieron tomar en sus manos la iniciativa de convocar el III Congreso. Los mencheviques se negaron a participar en el Congreso y decidieron convocar otro por su cuenta.

Ponían al descubierto en toda su profundidad las discrepancias tácticas existentes entre el III Congreso del Partido y la Conferencia menchevique. He aquí los puntos fundamentales de estas discrepancias:

Línea táctica del III Congreso: el Congreso entendía que, a pesar del carácter democrático- burgués de la revolución que se estaba desarrollando y a pesar de que ésta no podía, en aquellos momentos, salirse del marco de las medidas compatibles con el capitalismo, su triunfo total interesaba de un modo primordial al proletariado.

La táctica del proletariado, encaminada a la victoria total de la revolución democrático- burguesa, sólo podía ser apoyada por los campesinos, ya que éstos no conseguirían desembarazarse de los terratenientes y obtener sus tierras más que con la victoria total de la revolución. Los campesinos eran, pues, los aliados naturales del proletariado.

La revolución sólo podrá triunfar si se pone a la cabeza de ella el proletariado.

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