Hay que estar en las redes sociales, sin duda, y no podemos en ningún momento ni pensar en prohibir que nuestros jóvenes estén en las redes sociales. Pero, al mismo tiempo, debemos hacer lo posible porque estén en las redes de una manera más responsable, que no repliquen una fake news, que no se sumen a una campaña, que no se dejen conducir de un lado a otro
La Casa de las Américas es un sitio de referencia para el arte y la cultura cubana y latinoamericana. Su labor en defensa de la idiosincrasia de nuestra región la convierte en un ícono de emancipación y lucha. Y fue precisamente en uno de sus salones donde conversamos con su presidente, el destacado intelectual Abel Prieto Jiménez, sobre colonización cultural, redes sociales, neofascismo y los métodos para, desde Cuba, enfrentar estos gravísimos fenómenos que amenazan nuestra nacionalidad, valores y raíces.
Periodista: Abel, usted ha afirmado que la colonización cultural en Cuba debe enfrentarse con mucha inteligencia y coherencia entre las organizaciones y organismos. ¿Qué pasos se han dado en este sentido? ¿Son suficientes, están siendo efectivos?
Abel Prieto: Uno de los dramas es que hoy esta colonización se ensaña con las nuevas generaciones: niños, adolescentes y jóvenes, quienes, además, crean adicción a los móviles. Eso es un problema global y hace sonar las alarmas con respecto a los retrocesos intelectuales. Estamos viendo una incapacidad para el aprendizaje en el mundo entero por la dependencia del móvil y la adicción que crean las redes sociales.
“Un muchacho de 15 años puede estar desde que amanece hasta que se duerme interactuando con el móvil. Muchos también se quedan de madrugada jugando en el celular o intercambiando a través de ese dispositivo. Este fenómeno está clasificado como una especie de droga que genera autismo. Hay un nuevo tipo de autismo generado por la adicción a la red y la adicción a los móviles.
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Crisis capitalista y crisis de dominación imperialista.
El transcurso de estos últimos años para la lucha de clases ha sido de una velocidad enorme, tanto internacional como a nivel estatal. La crisis general capitalista de carácter estructural, especialmente sentida en los últimos 15 años, ha llevado a un callejón sin salida al imperialismo, que como una hiena herida, lanza dentelladas sin respetar ya ni siquiera los mínimos consensos y formalidades democrático-burguesas de los que se fue dotando tras el fin de la segunda guerra mundial (guerra de liberación antifascista). Hoy, desata una guerra mundial contra los pueblos del mundo que reivindican su soberanía y frente a toda una realidad de países que han decido levantar relaciones autónomas y diferenciadas de los circuitos de dominación imperialista, materializada en los BRICS+, y que son un amenaza para el mantenimiento de esta dominación imperialista. Guerra mundial en su forma militar, a través de la OTAN y del ente sionista. Y en materia económico-financiera, mediante bloqueos, vetos, sanciones y saqueos de los depósitos internacionales de países terceros, a través del poder que siguen ostentando en los circuitos internacionales del capital, principalmente EE.UU., y en menor medida sus aliados, Reino Unido y la Unión Europea, aunque esta última en plena posición de sumisión al amo yanki.
De esta forma tratan de perpetuar su dominio del mundo, a cualquier precio, sin dudar en llevar a cabo abiertamente un genocidio en Palestina, continuas provocaciones en territorio chino o una guerra de la OTAN contra Rusia iniciada por el gobierno fascista ucraniano en 2014 en el Donbass, con la constante amenaza nuclear, entre otros muchos focos de inestabilidad y guerra que mantiene en el mundo en una lista interminable (Cuba, Corea, Venezuela, Sáhara a través de la dictadura marroquí, financiamiento de grupos yihadistas en el Sahel,…), que hemos venido a llamar en artículos anteriores como OTAN 360º. Porque es a través de la OTAN como actúan, cada vez de forma más extensiva, para agredir a los pueblos del mundo.
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Para no olvidar y no perderse nunca en una cuestión básica de la economía del capital ¿Qué es el Valor de uso y el valor de cambio?
Introducción
Cada año, Pew Research publica un estudio sobre las prioridades políticas de la población estadounidense. Su informe de 2024 muestra que, al igual que en años anteriores, “ningún tema en particular se destaca después de la economía”, ya que casi el 75 por ciento de los encuestados la califica como el objetivo principal de la próxima administración, una tasa “considerablemente mayor” que cualquier otra política 1. Sin embargo, cuando vemos a los expertos hablar de “la economía” en las noticias, hablan un lenguaje confuso.
La economía es una abstracción, en el sentido de que no existe tal cosa como la economía. Lo que llamamos “la economía” es, en realidad, la forma en que los seres humanos producen, distribuyen, intercambian y consumen productos o servicios. En este sentido, “la economía” tiene una historia tan antigua como la humanidad.
Sin embargo, existen diferentes formas de organizar la economía. A diferencia de lo que nos enseñan, la economía capitalista es un fenómeno relativamente reciente y no es la forma final, justa, más eficaz ni posible de organizar qué, cómo y por qué producimos.
Este artículo explica una de las contradicciones más fundamentales del capitalismo: la que se da entre el valor de uso y el valor de cambio 2.
Comprender esta contradicción es de gran ayuda para entender el antagonismo entre quienes vivimos trabajando y los pocos que viven haciéndonos trabajar. El conflicto entre el valor de uso y el valor de cambio es una expresión de la lucha entre clases.
Esta entrada explica algunos aspectos de la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio, cómo nos ayudan a comprender mejor el mundo que nos rodea y algunas formas en que podemos utilizar esa comprensión para explicar la explotación que padecen los humanos, todas las criaturas vivientes y la Tierra, lo cual es necesario para eliminar la causa raíz de ese sufrimiento.
Mercancías capitalistas
El valor de uso describe la utilidad de los bienes y servicios que producimos y consumimos. A primera vista, parece simple, pero en realidad es muy amplio y detallado.
El valor de uso designa lo que una sociedad en general considera útil, ya sea que nosotros, como individuos, lo consideremos útil o incluso seamos conscientes del uso que nos proporciona.
El valor de uso de un mismo producto puede variar de una persona a otra: una persona puede comer pan por su sabor mientras que otra lo come por sus carbohidratos. Los valores de uso son dinámicos en un nivel superior, en el sentido de que lo que una sociedad considera útil ahora, puede no resultarle útil el año que viene.
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Cuando la evidencia demoscópica demuestra que el giro social favorable a posiciones de derechas que se viene produciendo en el último lustro afecta sobre todo a la juventud y, muy especialmente, a los jóvenes varones, se impone hacer un análisis y una valoración del hecho, más allá de los recurrentes: “eso ya lo sé yo” o “la juventud está echada a perder”.
Un recorrido que, a nuestro entender, debe partir de aquel 15M que en 2011 llenó las plazas de consignas huecas por otro mundo posible con más pan y menos chorizo, pero que, necesariamente no puede quedarse ahí, pues para entender las razones por las que, según el CIS, en las últimas elecciones europeas un 20 % de la juventud entre 18 y 25 años ha votado a Vox o a Albise1, hay que remontarse a otros acontecimientos que, como finalmente trataremos de demostrar, acaban produciendo la situación que analizamos:
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La traición eurocomunista de un todopoderoso y multitudinario PCE que, tras las elecciones municipales de 1979, decidió desmontar el movimiento vecinal e institucionalizar su acción sociopolítica.
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Interpretar por qué nació Podemos del 15M y por qué acabó gobernando con el PSOE, qué razones y qué consecuencias conllevó volver a institucionalizar la acción de las masas.
- <p">Valorar lo que ha supuesto en la conciencia de las masas, el tránsito de una realidad marcada en los últimos 50 años por experiencias colectivas de organización y lucha a otras situada en la individualidad de las redes sociales. De la vivencia de unas asociaciones vecinales que determinaban la vida de los barrios obreros, un movimiento anti OTAN que movilizaba a cientos de miles de personas, un movimiento sindical que era capaz de paralizar el país, la radical lucha juvenil por la insumisión y, finalmente, las movilizaciones de millones de personas contra la guerra de Irak ya en este siglo, a la realidad en la que un 64 % de la juventud dice informarse políticamente mediante Instagram, hay mucha distancia y muchas cosas a tener en cuenta.
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La contradicción entre el alto desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción cobra más actualidad que nunca, a partir del desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial (robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, Internet de las cosas, impresión 3D y vehículos autónomos) y a la vista de la crisis general del sistema capitalista.
Por ejemplo, el debate en la Unesco sobre la IA, sobre su incursión en la búsqueda de soluciones al problema de la desigualdad en materia de acceso al conocimiento, investigación y diversidad de las expresiones culturales, sobre la implementación de garantías para que la IA no amplíe la brecha tecnológica dentro de los países y entre ellos, sobre su desarrollo ético… se resquebraja ante la evidencia del uso (¿experimental?) que las Fuerzas Armadas del Ente sionista y criminal está llevando a cabo en Gaza, a través de la automatización “Lavanda”, un algoritmo que selecciona con “mayor eficacia metódica”, objetivos de guerra humanos, incluyendo niños.
Indiscutiblemente, la cuestión ética del desarrollo de las fuerzas productivas, no solo no se debe dejar de lado en el análisis, sino que debiera ocupar un espacio central. Es precisamente el humanismo, en la concepción científica del término que Marx nos brinda, lo que nos impulsa a buscar el “ser nuevo”.
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Incluso en las relaciones humanas mejor consensuadas, se hace necesario el ejercicio dialéctico y permanente de autocrítica. No es suficiente que el pensamiento sea “crítico”, es crucial que sea revolucionario, empezando por “mirar hacia adentro” porque también la ideología de la clase dominante ha sabido ser “crítica”, en el peor sentido, y con ello destructora de la conciencia y la organización, emancipadoras. Y es que, incluso, la más fundamentada de las críticas y autocríticas puede ser estéril si no contiene motores transformadores. Marx lo dijo con justeza: “No basta que tal idea clame por manifestarse: es necesario que la realidad misma clame por la idea”.
No es suficiente detectar yerros o descuidos, propios o colectivos, voluntarios o involuntarios, ni es suficiente, aunque pueda ser útil, la sola observación erudita, creativa o reveladora. La autocrítica debe nutrirse con una identidad y sentido de clase expresados en compromisos y plan de lucha incluyéndose ella misma. Su forma más poderosa es la de la praxis. La que contiene proyecciones organizativas, participativas y transformadoras para intervenir de manera directa autónoma y consensuada, al mismo tiempo crítica de sí, permanentemente.
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El embrutecimiento de las masas es una estrategia planificada del actual sistema de dominación, en fase imperialista, para sostener su dictadura de clase. El capitalismo agotó ya la etapa histórica en la que fue capaz de producir una elevación de la cultura y del desarrollo social, como consecuencia de los potentes cambios que en todos los órdenes generó el inicio de este modo de producción. Hace tiempo se acabó esa etapa de florecimiento, ahora en el capitalismo todo está impregnado del hedor de la muerte.
CAPITALISMO PARASITARIO Y EN DESCOMPOSICIÓN
Una acusada contradicción, entre el alto desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes, determina el presente momento. Hoy, dentro del capitalismo, se ha creado ya la base material necesaria para la construcción de la sociedad socialista.
Entonces, esas fuerzas productivas altamente desarrolladas, que ya no caben dentro del sistema capitalista, son usadas por la burguesía de manera ajena a la utilidad social histórica que les es intrínseca. Por situar un ejemplo que ilustre esta idea: los drones son magníficos inventos de gran utilidad para la siembra agrícola o para controlar los incendios, pero en manos de la oligarquía monopolista se convierten en letales instrumentos de muerte. También es un ejemplo, en este sentido, el uso de la IA en las operaciones de guerra, como hace el sionismo en estas fechas.
Son fuerzas productivas casi socialistas, pero que no están regidas por el poder de la clase obrera -la clase que las crea-, sino regidas por su clase antagónica, que las usa de forma pervertida para perpetuar su dictadura de clase.
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“La producción capitalista solo es capaz, por tanto, de desarrollar el mecanismo del proceso social de producción socavando, al mismo tiempo, las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre” Karl Marx El Capital Tomo I
Así de claro lo exponía Marx, y así de evidente se ha demostrado en el desarrollo histórico del Capitalismo hasta la actualidad.
Un simple análisis de la realidad realizado bajo el prisma de la honestidad y el más primario sentimiento de fraternidad humana, conduce a ello sin lugar a duda. Mucho más aun, si el diagnóstico que realizamos lo fundamentamos en las categorías científicas de la dialéctica materialista.
El Capitalismo destruye la Vida humana y el nicho ecológico que permite su reproducción.
Una afirmación que, desde el campo revolucionario, no es posible negar sin abandonar el mínimo rigor y coherencia argumental y, lo que es todavía más grave, sin incurrir en un error de principios.
En la consideración del ser humano y la naturaleza como parte del capital que se integran en la Ley del Valor, está la base material de esta aberración destructiva en la que se basa el Capitalismo y es, en consecuencia, del hecho que tiene que desprenderse nuestra propuesta programática para enfrentarla.
La burguesía gestiona la crisis medioambiental como si de una crisis económica más se tratara.
En consecuencia, y al margen de la fachada del discurso que desarrolla, su único objetivo a la hora de abordar la destrucción de los hábitats naturales y el calentamiento global producido por la acción humana, es recuperar un punto de equilibrio desde el que volver a iniciar un nuevo ciclo de acumulación para volver a generar la suficiente tasa de ganancia. En su existencia como clase, no hay ningún atisbo de interés por el futuro del Planeta, solo la voluntad de reproducir el capital para mantener la plusvalía. Todo le vale para ese objetivo de desposesión comunitaria para el que disciplinadamente, aplica las más complejas políticas tendentes, por un lado a desvalorizar y privatizar todos los recursos naturales al margen de las consecuencias medioambientales que tenga y, por otro, propiciar la concentración de capitales en un creciente proceso monopolístico.
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Es difícil detallar la denominada posmodernidad, ya que la mayor parte de la veces tan solo funciona como una etiqueta, que si bien, en alguna ocasión se ha empleado de mantera afirmativa para situar alguna nueva elaboración teórica, desde hace un tiempo se la emplea siempre para situar un rechazo. Desde luego que el tema es algo más que una etiqueta, el pensamiento posmoderno existe, negarlo sería ridículo. El problema sin embargo es delimitarlo, porque aunque ofrecer una caracterización genérica es tan posible como igualmente útil, es difícil, e incluso contradictorio señalar dónde empieza y dónde acaba la susodicha posmodernidad. Empecemos diciendo, de manera general, que todo aquello que replica a otra cosa ya forma parte del movimiento de la misma cosa que replica, que en la historia del pensamiento -expresión que debe ser matizada, ya que no hay una historia del pensamiento separada de la economía, de la política, de las costumbres, o de la estética, en la historia todo está co-implicado-, las reacciones a un mensaje son ecos del mismo mensaje y lo importante no es tanto su afirmación o negación sino su síntesis dialéctica. Cuando algo aparece en la historia, ya sea un objeto físico o una idea, o incluso una impostura, negarlo es ridículo.
Ahora bien, aun asumiendo el papel de eco o de réplica, lo cual no importa porque por algo se dijo aquello de que caminamos a hombros de gigantes, es de honradez jugar el papel que nos toca y tratar de establecer criterios analíticos con los que poder avanzar. Así, en lo que se refiere a la posmodernidad, podemos considerarla formalmente como una cualidad objetiva que se encuentra en cualquier expresión intelectual propia del actual momento de crisis general del capitalismo, considerando así la modernidad como la expresión filosófica de la era histórica de la burguesía y del capitalismo, que ahora, en su momento de colapso y desintegración, solo puede expresarse mediante la retórica posmoderna, es decir, caracterizarla como la época en la que vivimos.
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