El 30 de mayo, el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, publicó una carta dirigida a los estudiantes de las universidades estadounidenses que protestaban contra la guerra genocida israelí en Gaza.
El título de la carta era “Están ustedes en el lado correcto de la historia, cuyas páginas están pasando ante nosotros”.
Entre sus consejos hubo una declaración sobre el papel de los medios de comunicación: La élite sionista global —que posee la mayoría de las corporaciones de medios estadounidenses y europeas o influye en ellas a través de financiación y sobornos— ha calificado este valiente y humano movimiento de resistencia como “terrorismo”.
Para oídos occidentales, esto puede parecer una explicación exagerada o simplista de cómo funcionan los medios. Pero examinemos los diversos elementos del sistema mediático y cómo influyen en ellos.
Lo primero que cabe señalar es que quizás el elemento más importante que marca el tono de la cobertura en los medios occidentales es el papel de las fuentes oficiales a la hora de definir qué es violencia legítima e ilegítima.
Así, en el caso de Palestina, las fuentes del régimen sionista tienen una ventaja inherente sobre las de la resistencia o incluso sobre los palestinos en general.
Estudiar el sesgo de los medios
Todo estudio decente sobre los medios occidentales concluye lo mismo. Por ejemplo, el trabajo de Greg Philo y Mike Berry en su serie de libros que incluyen Bad News From Israel (Malas Noticias de Israel) y More Bad News From Israel (Más Malas Noticias de Israel), y más recientemente un estudio sobre la cobertura de Gaza.
La reciente muerte de Greg nos priva de uno de los críticos más consistentes de la idea de que los medios de comunicación tienen prejuicios contra el régimen israelí.
Estas prácticas institucionales son la razón por la que vemos la abrumadora cobertura generalizada de inventos sionistas como la afirmación de los 40 bebés decapitados o la tesis de la violación masiva o incluso la afirmación de que “HAMAS mató a 1200”.
Estos han sido desacreditados una y otra vez desde los acontecimientos del 7 de octubre, pero aún conservan un dominio significativo en la imaginación occidental.
¿Y SI ENTONCES YA ES DEMASIADO TARDE PARA PEDIR PERDÓN?
Parafraseamos las palabras de un sacerdote luterano en Jerusalén estas pasadas Navidades, cuando advertía a la sociedad occidental que, cuando vierta sus lágrimas y solicite perdón por el horror silenciado en Palestina, ya será demasiado tarde y nunca, nunca, lo recibirá.
Lo hacemos para advertir que ya ha llegado el momento de sentar las bases y las pruebas para preparar el Juicio Final en el que los Pueblos del mundo, coloquen en el banquillo de los acusados al Imperialismo y al Sionismo y, junto a su más preciada criatura que es el Fascismo, los condenen a muerte porque su existencia es incompatible con la Vida y el futuro de la Humanidad.
Pero también lo hacemos, para advertir a la Sociedad, al conjunto de los individuos de las diversas clases y sectores sociales que nacen, viven y fallecen cada día en este Mundo, que en función de su realidad material, del ser humano de una u otra clase social que todos somos, tienen una responsabilidad por cada una de sus decisiones sociales.
No es lo mismo ser esquirol que ir a la huelga, tampoco decidir ir a la manifestación o quedarse en casa viendo la tele, ni denunciar la injusticia que participar de ella y cobrando un alquiler abusivo o contratando a una trabajadora inmigrante sin darla de alta. Cada decisión con transcendencia social que adoptamos –y prácticamente lo son todas-, determina nuestra existencia y en un sentido u otro, empuja hacia un lado u otro la lucha de clases que nunca deja de estar ahí y condicionarlo todo.
Como ya ha quedado suficientemente demostrado, no hay Fin de la Historia posible. La lucha de clases, en un constante ciclo de idas y venidas que la hacen avanzar o retroceder por la acción de las masas, sigue siendo su partera. Ahí es donde cada cual debe decidir dónde posicionarse y poner su grano de arena a un lado u otro de la balanza.
NUNCA ES DEMASIADO TARDE PARA ACTUAR COLECTIVAMENTE.
Sin embargo, esta responsabilidad individual exigible a todas las personas, por sí sola no mueve los procesos sociales. La Historia no es una simple y sencilla suma de voluntades, sino un complejo y dinámico proceso, absolutamente interrelacionado, de factores económicos, políticos, culturales, sociales, medioambientales… que dependen de la acción política y la decisión de las diversas clases sociales en conflicto.
Los resultados electorales del pasado 9 de junio tienen diversos factores que podríamos analizar por separado, pero que, en su conjunto, lanzan un mensaje muy claro: el declive de la Unión Europea como proyecto político de la burguesía europea.
En este sentido, y a la luz de nuestros propios resultados, cada vez es más evidente la necesidad de conformar una alternativa que, también en lo electoral, articule la necesaria contraofensiva obrera y popular contra la agresión creciente de la oligarquía a sus intereses y necesidades.
El fascismo y la extrema derecha avanzan en todos los terrenos, el ascenso de las posiciones reaccionarias en el campo electoral es la consecuencia de la impregnación de la ideología dominante de la burguesía en amplias capas de la clase obrera.
La Unión Europea está en un proceso inevitable de pérdida de hegemonía política y económica, lo que implica cada vez, una mayor subordinación de sus intereses al imperialismo de los Estado Unidos. Un proceso de degradación que se encamina a cumplir con los mandatos de los EE. UU., los cuales tienen desplegados cien mil soldados y las 275 bases en el territorio de la UE por si a alguien se le ocurre poner en duda sus intereses: continuar con la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania hasta el último ucraniano/a y hasta el último europeo/a si es necesario, permitir el genocidio del pueblo palestino sin ningún tipo de reacción y debilitar la economía de la zona euro.
En este contexto, donde los cañones de guerra cada vez suenan más cerca de nuestras puertas, el capitalismo, una vez más, necesita alentar al fascismo, azuzar a la bestia de la reacción para evitar una movilización de masas que ponga en jaque la única alternativa que tiene el imperialismo para sobrevivir: la guerra. Una guerra a la que no irá la princesa Leonor, si no los hijos y las hijas de tu vecina y de tu compañero de trabajo.
Desde la Planta 9 del Hospital Provincial el tiempo pasa muy lento, casi se para a ojos del paciente, que recobra todo el sentido original de su palabra. Paciente no es sólo quien sufre la enfermedad en sus carnes, sino también las personas allegadas, familiares, que dejan pasar las horas esperando una mejoría.
Aquí es quizás donde más se palpa la frase de “sólo el pueblo salva al pueblo”. El pueblo aquí son las y los profesionales que, además de profesionalidad, destilan humanidad, cercanía, esperanza, cariño. Esas cualidades hacia aquella persona desconocida, con un número de habitación asignado, pero con nombre y apellidos, a la que se dirigen con toda la amabilidad y ternura porque ellas, con su experiencia y estudios, saben por lo que está pasando el paciente. Ellas, ellos, además de profesionales, también son pacientes. Porque las horas pasan lentas en el reloj, y ellas lo saben.
Lo saben aquí, y también lo saben a 50km de distancia, en nuestro ambulatorio, donde nos atienden los pocos profesionales que nos pueden atender. Hay poca gente que conoce los datos, pero es verdad que los datos son fríos y no nos lo dicen todo. El centro de salud de Palma cuenta con el 50% de la plantilla médica. Ese frío dato lo que nos quiere decir es que la mitad de los médicos están de baja o su plaza está vacante, sin cubrir, mientras otros médicos andaluces tienen que emigrar como en este maldito país llamado Andalucía lleva pasando durante generaciones. Ese frío dato también nos dice que un médico tiene que atender a sus pacientes y a los pacientes de la plaza que está vacante o sin cubrir, el doble de pacientes. Pero también significa que las urgencias, turnos de 24 horas, también tiene que doblarlas, y esas 24 horas de trabajo (de 40 horas semanales) no las puede dedicar por entero a sus pacientes.
Difundimos este interesante trabajo de Andrés Piqueras, con el doble propósito de:
Situar nuestro acuerdo con la posición sostenida por su autor en relación derrumbe final del sistema capitalista, motivado por la ley de la acumulación.
Especificar que este es un análisis con imprescindibles consecuencias prácticas que, necesariamente, deben trascender el marco teórico y, en cualquiera de los escenarios en los que se desarrolla la lucha de clases, ser la base de una posición a la ofensiva del movimiento obrero y popular.
Aun así, el capital necesita de esa continua movilidad absoluta (el paso a proletariado) de la población, mediante la continua desposesión de medios de vida. Todo lo cual, además, es fuente de dominación, dado que el poder relativo del Capital sobre el Trabajo está mediado por el factor de reemplazo de la mercancía fuerza de trabajo que aquél sea capaz de mantener.
La creciente explotación extensiva o extensión de la plusvalía absoluta, así como la multiplicación de nuevo de formas de trabajo por fuera de la relación salarial o sólo muy parcial o tangencialmente conectadas a ella, no debieran ser contempladas bajo la inamovible certeza de que “siempre existieron”, desconsiderando de un plumazo con esa evidencia tipo “boutade” tanto su importancia como su especial significado en esta fase del capital. ¿Por qué no considerar más bien estas características como indicadores de una involución capitalista a sus orígenes, como una carencia suya para seguir impulsando vigorosamente las fuerzas productivas y con ellas especialmente la plusvalía relativa?
Hace pocas fechas Iniciativa Comunista (en adelante IC) realizó un texto entrando en debate con el Movimiento Socialista (MS), sobre el documento del Euskal Herriko Kontseilu Sozialista (EHKS) -¿su posible órgano de dirección política?-, titulado Nueva Estrategia Socialista (enlace.
El artículo crítico de IC, titulado “Sobre la centralidad del trabajo” (enlace) alberga su importancia al entrar en el meollo de la cuestión: ¿hablamos de crisis capitalistas recurrentes y reproducidas en el tiempo indefinidamente, o de una Crisis Sistémica de este modo de producción?
Y digo que la cuestión es importante porque marca la manera en que concebimos la vida del capitalismo:
“La LCTTG [ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia] tiene su fundamento esencial en el hecho de que Marx no entiende las crisis crónicas del capitalismo como fenómenos accidentales, exógenos o evitables, sino como elementos consustanciales a la dinámica del sistema. En este sentido, establece implícitamente una distinción teórica que resulta clave para comprender tanto el significado de la propia ley como el funcionamiento del modo de producción capitalista: la diferencia entre la crisis (en singular) y las crisis (en plural) del capitalismo” (Del Rosal, 2024:62; el propio autor indica que también se han distinguido como “crisis cíclicas” y “crisis secular” del capitalismo).
De ahí que la opción por la primera respuesta, descartando la segunda, nos remita por lo general a una suerte de fe en la tendencial infinitud del capitalismo como modo de producción capaz de superar siempre todas sus crisis a falta de sujeto que le supere a él mismo. Una fe que, contra toda evidencia histórica precedente, contra toda dialéctica de la Vida -del propio Cosmos-, está muy arraigada entre bastantes marxistas. Una postura próxima a ello da trazos de ofrecer el texto firmado por Iniciativa Comunista.
A pesar de tener mayoría en el Congreso, los mencheviques viéronse obligados, para no enfrentarse con los obreros, a reconocer la fórmula de Lenin en cuanto al artículo primero de los estatutos, sobre la condición de miembro del Partido.
En el problema agrario Lenin defendió la nacionalización de la tierra, pero sólo la consideraba posible si triunfaba la revolución, si se derrocaba al zarismo. En estas condiciones, la nacionalización de la tierra facilitaría al proletariado, en alianza con los campesinos pobres, el paso a la revolución socialista. Los mencheviques defendían el programa de la municipalización, un programa oportunista: no podía movilizar a los campesinos para una lucha revolucionaria, no se proponía como objetivo la supresión completa de la propiedad terrateniente.
Los bolcheviques tuvieron que decidirse acerca del problema de tomar parte en la segunda Duma o boicotearla. Decidieron participar en las elecciones a la segunda Duma, para utilizarla como tribuna al servicio de la revolución.
En cambio el Comité Central menchevique hizo un llamamiento para que se pactasen acuerdos electorales con los kadetes y se les apoyase en la Duma, considerando a ésta como un organismo legislativo, capaz de poner un freno al gobierno zarista. Los bolcheviques exigieron que se convocase un nuevo Congreso del Partido, reuniéndose en Londres en mayo de 1907 el V Congreso del Partido. Trotski intentó formar en este Congreso un grupito centrista, es decir, semimenchevique.
Debía lucharse por conseguir que la dirección ideológica y política de los sindicatos estuviese en manos del Partido.
La primera revolución rusa había terminado con una derrota. A ello contribuyeron las siguientes causas:
La vuelta del cineasta alemán Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) al primer plano de la actualidad cinematográfica con la coproducción alemana-japonesa Perfect Days (2023) está totalmente justificada. Ante todo por la calidad intrínseca de la cinta en cuestión, pero también por su controvertible propuesta política. Enfrascado últimamente en la realización de filmes autocomplacientes e inaccesibles para el común de los mortales (The Million Dollar Hotel, Palermo Shooting, Los hermosos días de Aranjuez), esta pequeña joya cinematográfica, que entronca con lo mejor y más inteligible de su extensa filmografía, a saber, Alicia en las ciudades (1974), París, Texas (1984) o el documental habanero Buena Vista Social Club (1999), recupera al relevante autor de antaño. Lo aparta de ensimismamientos infructuosos y le clava los pies en la ineludible realidad. Es decir, se concretiza en una película sencilla en su puesta en escena, rebelde e intimista en su planteamiento argumental y sutilmente emotiva. Hirayama (estupendo Kôji Yakusho), el protagonista de la historia, es un hombre de mediana edad que trabaja limpiando lavabos y retretes públicos en la ciudad de Tokio. Vive en un discreto piso de uno de los barrios populares de las afueras de la capital nipona, y cada día hace lo mismo: se levanta al alba, se asea cuidadosamente, toma un desayuno frugal y coge su camioneta para ir al curro, que ejecuta minuciosa y dignamente. Además, a Hirayama le gusta la música, sobre todo el rock y Nina Simone, admira la flora del parque donde almuerza, y no se acuesta sin haber leído antes algún pasaje de uno de los interesantes libros que asiduamente compra en una librería de segunda mano. Y, de ese modo, es feliz. “Se siente bien”, como revela con empatía la secuencia última del filme.
Las odas de Horacio en la Antigua Roma representaban el embellecimiento artificial por parte de la clase de los patricios y su dominación social dentro de lo que el poeta latino concebía como poesía ut pictoris. Las estrofas idílicas campestres sublimes que enmascaran la barbarie de la sociedad esclavista romana.
El viaje de las odas horacianas a las odas y églogas garcilasianas recorren siglos hasta aterrizar en el petrarquismo de nuevo cuño y el animismo como categoría de dominación ideológica de eso que la historiografía burguesa denomina como renacentista. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Renacimiento?
Las odas nerudianas del libro Navegaciones y regresos nos trasladan a una cotidianidad propia de la vida y el mundo inmersos en una maraña de contradicciones. La celebración de la alegría de vivir en términos picassianos en un mundo lleno de turbulencias, un mundo de cambios y esperanzas. No tiene nada que ver con la cotidianidad posmoderna de idílico idealismo individualista.
Neruda se sumerge en el mundo y nos hace emerger la vida a través de las odas. El título de Navegaciones y regresos nos evoca el viaje mítico de Odiseo y su regreso a Ítaca, aunque en este caso dista del hieratismo idealista de Kavafis. Las odas nerudianas nos trasladan siguiendo la senda de Bertolt Brecht. Recordemos los versos brechtianos: «De todos los objetos/ los que más amo son los usados». De esta manera podremos comprender a Neruda inmerso en sus odas como “Oda a las cosas”, donde se reafirma en amar las cosas, las cosas diminutas, la belleza del planeta lleno de llaves, saleros, anteojos, clavos o escobas. Especialmente le dedica una oda a las cosas rotas en el sentido machadiano, el del Machado de poemas como los que dedica a las moscas o a un olmo seco, en el caso de Neruda poemas exentos de melancolía atávica.
El libro nos abre numerosos mundos, multitud de rincones del mundo como la gran muralla en la niebla, la isla de Ceilán, pero también por enseres o animales como el caballo, el elefante o el gato. Neruda canta la grandiosidad de la sencillez de la obra ingente de Lenin.