La Fiscalía del Tribunal Supremo empieza a enterarse, por fin, de lo que es una convicción general en toda la opinión pública, nacional e internacional: Juan Carlos I cobró una comisión de 100 millones. Parece que en esta ocasión, que no es la única en que ha metido la mano, el empuje de un fiscal Suizo, que tiene alguna documentación facilitada por alguna amiga del Rey Emérito, ha obligado al apresurado movimiento del Fiscal del Supremo, para tratar de evitar que una vez más quede en evidencia la complicidad de la Justicia española.
Un Rey a la fuga sería como dar continuidad a una vieja tradición de la familia de los Borbones, y este parece ser un escenario cercano a día de hoy. Algunas publicaciones apuntan que la República Dominicana podría ser el posible retiro dorado del cleptómano. No deja de tener su gracia que el comisionista considere una República como el lugar más seguro para su retiro.
Esta es la historia de un Jefe de Estado que no solo se instaló en el poder bañado por la sangre de la represión del tirano Francisco Franco, sino que en el ejercicio de sus funciones protagonizó todo tipo de escándalos que los Servicios Secretos le tapaban una y otra vez. Juergas de todo tipo, amantes amenazadas por los aparatos del Estado cuando trataron de contar sus aventuras, golpes de Estado y un largo etcétera jalonan la historia de su Jefatura durante casi cuarenta años. Nada de extrañar en realidad, pues su actuación da continuidad a las tradiciones más arraigadas de sus antecesores, con ejemplos tan representativos como Felipe V o Fernando VII, que manejaron este país como finca propia, en la que robar, asesinar o mantener a una corte de vividores, cortesanas y parásitos era lo más normal en la vida.
Al mismo tiempo, en este país hay decenas de miles de personas en prisión por coger algo para comer, o como consecuencia de la pequeña delincuencia que tiene su origen en la opresión y la marginación social que provoca el sistema. Esa pequeña delincuencia, y esas sustracciones por hambre, se pagan con muchos años de cárcel, y para que eso no diera mucho trabajo al Estado se inventaron lo de los “juicios rápidos”, pues no vale la pena dedicar muchas energías a quienes van a estar entrando y saliendo de la prisión durante toda su vida.
Cuando se roba en cantidades grandes no se suele ir a prisión, o se va a prisión en condiciones de lujo como es el caso de Iñaki Urdangarín.
Si este país fuera una democracia, y con la contundente evidencia de los hechos (no solo estos últimos, sino todos los anteriores también), ya habrían faltado minutos para dictar una orden de prisión preventiva ante el alto riesgo de fuga del ladrón. Pero este país no tiene un sistema democrático ……, ni de lejos.
Por eso hay que seguir con la lucha y con la movilización social, para exigir el procesamiento y la prisión inmediata para Juan Carlos I, por este robo y por todos los anteriores. También, para no dejar el trabajo a medias, lo mismo para su cómplice Felipe VI.
Haciendo uso de los términos políticamente correctos, se podría decir que la democracia española no tiene narices para meterle mano a Juan Carlos I. Con el evidente riesgo de fuga de este sujeto, lo primero sería proceder a su prisión preventiva para evitar que tengamos un nuevo Rey a la fuga en nuestra historia. Pero, por ahora, parece que ni tan siquiera una Comisión de Investigación en el Parlamento saldrá adelante ..….
Es el momento del pueblo organizado
Para exigir que se haga justicia y se le condene junto a todos los sicarios con apellidos nobiliarios que han actuado como sus tapaderas durante todos estos años.
Es el momento del pueblo organizado
Para forzar el exilio de toda la familia Borbón y exigirles que devuelvan todo lo que nos han robado.
Es el momento del pueblo organizado
Para proclamar la República Socialista que lleva a la clase obrera al poder y, sobre la base de un nuevo proyecto histórico de estado, resolver en la práctica el problema territorial de España al reconocer el derecho a la Autodeterminación de los pueblos. ¡Y que los Borbones se vayan p´al carajo! A emigrar, para no perder la viejas tradiciones familiares.
Carmelo Suárez