URGENCIAS Y EMPLAZAMIENTOS

La audaz acción defensiva del Eje de la Resistencia, el pasado día 7 de octubre en Palestina, ha provocado un salto cualitativo en el escenario internacional de la lucha de clases.

Antes de esa fecha, Ucrania fijaba las coordenadas centrales en la escena internacional, en su expresión más violenta hasta entonces, la guerra imperialista.

Es arriesgado hacer una previsión de cómo evolucionará, en términos concretos, la agresión actual contra el pueblo palestino. No obstante, sin poder precisar ritmos y plazos, todo indica una acelerada evolución hacia una barbarie extrema superior, como factor intrínseco del bloque imperialista occidental en su etapa agónica.

VIOLENCIA SIN LÍMITES

Después de las Torres Gemelas, en el 2001, el capitalismo occidental implementó la retórica de “la lucha contra el terrorismo”, como requisito necesario para mantener su proceso de acumulación de capital.

Ahora, en un salto directo hacia las profundidades del infierno y consciente de sus fracasadas políticas, ese capitalismo occidental naturaliza los crímenes más execrables como intento desesperado para el mantenimiento de su decrépita hegemonía y, así, tratar de amortiguar la inexorable caída tendencial de la tasa de ganancia.

Colapsa el discurso anterior, que se sostenía en la apropiación de la defensa de los DD. HH., las libertades y la democracia, para legitimar sus violencias. Eso hoy ya resulta insostenible. Ninguna potencia occidental condena el ataque sionista contra los hospitales palestinos ni ninguno de sus otros crímenes de lesa humanidad, incluso contra los miles de niños.

El altísimo desarrollo de las fuerzas productivas ha sido el factor que ha llevado a este tanatocapitalismo a tal degeneración. La guerra bacteriológica, como exterminio masivo de poblaciones, es el paso siguiente si las fuerzas de la revolución no lo impedimos. Las potencias del Occidente Colectivo tienen una capacidad de destrucción y muerte como nunca antes en la historia y su determinación es darle uso, expresión de la evidente contradicción entre ese desarrollo de las fuerzas productivas (socializantes) y las relaciones de producción vigentes, todavía capitalistas.

LA CLASE OBRERA OCCIDENTAL

Ayer, durante el colonialismo, las potencias occidentales cooptaron una parte de la clase obrera (aristocracia obrera) con retribuciones algo mejores como un factor de amortiguación en la lucha de clases y mantenimiento de la paz social. Es importante valorar críticamente el papel de esa fracción de la clase obrera en la perpetuación de la bárbara situación colonial.

Hoy, las necesidades del capitalismo occidental son más extremas y el chantaje que plantea a la clase obrera es aún más pervertido y degradado, al mismo tiempo que más generalizado. Aceptar el exterminio de las disidencias con cualquier método es un coste que hay que asumir para mantener un cierto nivel de bienestar de la clase obrera occidental.

Así, esa clase obrera come en familia viendo en la televisión el asesinato masivo de la infancia palestina. Sin hacer nada.

¿Se acepta el chantaje?

No lo han aceptado así colectivos de estibadores que se han negado a operar barcos con destino a Israel. Tampoco lo aceptan millones de hombres y mujeres que se suman a todo tipo de acciones de repulsa.

GASTO MILITAR SIN CESAR

Borrell, meses atrás, vino a reconocer que no es posible atender más gastos sociales por las necesidades de los presupuestos de guerra. Es correcta esa afirmación.

El Gobierno en funciones, a pesar de no tener competencia para ello, aprobó incrementos extraordinarios del gasto militar. Hasta el extremo que este año ese presupuesto en nuestro país creció un 23 % con respecto al de 2022.

La consigna “Los capitalistas quieren la guerra, la clase obrera y los pueblos queremos la paz” sintetiza el antagonismo de clases hoy.

LA CLASE OBRERA CONTRA LA GUERRA

La lucha por la paz interpela a toda la humanidad consciente. No obstante, la clase obrera tiene una responsabilidad mayor, más allá de esa convocatoria general.

Los gastos de guerra, directamente, implican la reducción de los gastos sociales y condenan al pueblo y a la clase a peores condiciones de vida.

Además, la clase obrera pone siempre los muertos en las guerras del imperialismo. Y, si no se le detiene, las víctimas ahora sumarían decenas de millones. En realidad esa contabilidad ya se inició. Es hora de llamar ya a las fuerzas militares profesionales a la deserción.

La clase obrera, en su propio país, y también como clase obrera internacional (mundial) tiene todo el poder necesario para detener la guerra. Dicho a la inversa: la guerra es imposible si la clase obrera se opone a ella.

Las cadenas de producción, internacionalizadas y fragmentadas en una multiplicidad de centros de trabajo, ofrecen un flanco oportuno para la paralización efectiva de la fabricación y transporte de recursos de guerra. Ello hace posible un bloqueo total de todos los medios necesarios para la intervención militar genocida.

Además, en los casos necesarios, está el sabotaje. Un contenedor con destino Israel que se desengancha de una grúa a diez metros del suelo va directamente a la basura.

LA MILITARIZACIÓN TOTAL

Una intervención obrera coordinada contra la guerra traerá como paso siguiente la militarización de todas las actividades de producción y transporte de los recursos de guerra. Tenemos antecedentes: ya Zapatero militarizó a los controladores aéreos en el 2010, cuando hicieron huelga para reclamar sus derechos.

Sin embargo, esa militarización, previsible, no haría más que profundizar la crisis de hegemonía del capital y llevaría a la misma clase obrera a un nivel superior de protagonismo en la lucha de clases, fortaleciendo su posición en ella, así como la maduración de su conciencia.

PAZ, O MUERTE Y DESTRUCCIÓN DEL PLANETA

La contabilidad mundial de la huella de carbono queda absolutamente quebrada por las acciones de guerra del eje de la OTAN. Su responsabilidad es directa en el incremento de la crisis climática.

La vida, como futuro para la Humanidad, solo estará garantizada a partir del momento en que la clase obrera internacional adquiera la conciencia necesaria para colocar la lucha contra la guerra imperialista como una cuestión central de su intervención colectiva. Antes solo habrá destrucción y muerte.

Una sociedad de productores libres asociados es la construcción social histórica que abrirá el camino a la paz. Una sociedad regida por el valor de uso y no por la ley del valor (valor de cambio).

El inicio de la construcción de la sociedad socialista es la esperanza que se abre ante la clase obrera mundial para alcanzar la paz. La hora de la revolución ya está aquí.

C. Suárez

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