El Secretario de Estado para la Agenda 2030 está pletórico. ¡Quién iba a decirle a él que llegaría a alcanzar tan altos honores! Antes de acomodarse en el ansiado Gobierno de España y sentarse en el Consejo de Ministros, se hizo con la Secretaría General del PCE y con cuatro garatusas y arrumacos convenció a Pablo Iglesias, que le ofreció un tercer puesto en la Candidatura de Unidas Podemos y, de la noche a la mañana, se convirtió en diputado.

Codearse con lo más selecto y distinguido de la política española ya era mucho arroz pal pollo, pero la ascensión al Gobierno más progre de toda la progresía y ocupar un cargo de tan prominente rango, colma todas las pasiones del oportunista más pintao.

Pero claro, lo ministerial debe de tener sus servidumbres y, de tarde en tarde, son necesarias algunas declaraciones para que nuestros hábiles políticos informen del panorama nacional.

¡Qué sustos, la virgen! Los medios de comunicación empezaron a hablar, de pronto, de mociones de censura aquí y allá. Parece que la primera se gestaba en Murcia. Los de Ciudadanos arrullados por la dulzona palabrería del PSOE casi tocaban la Presidencia con los dedos, pero en unas pocas horas, el tablao se puso patas “p´arriba” y sin darnos tiempo a reponernos de la conmoción inicial, el PP pasó al contraataque y con cuatro carantoñas y tres Consejerías, convenció a los naranjas para que no hicieran ascos a Vox (que contribuye al “desaguisao” con tres expulsados) y rompieran la baraja con los socialistas, de forma que, en el Gobierno de Murcia, tras prometer por su conciencia y honor los nuevos Consejeros, de momento, la “reunificación del centro-derecha” es una realidad hecha carne.

¡Por fin buenas noticias! Tras diversos intentos, nos anuncian a bombo y platillo que se deroga la Ley Mordaza. Bueno, no exactamente, se reforma la Ley Mordaza. Mejor dicho, se retoca un poquito la Ley Mordaza. Vaya, que el gobierno retoma el asunto de la Ley Mordaza. Quizás no lo hemos entendido bien, pero algo han hablado de la Ley Mordaza, porque nosotros lo hemos oído ¿No me digan que no es un formidable acontecimiento?

En tres ocasiones, por lo menos, amagaron con meterle mano; pero, por una cosa o por otra, siempre se retorcía el plan, a última hora. Tampoco el coronavirus ayudó y el proyecto se retrasó un año más.

En realidad, a la ley le habían puesto un nombre muy terrenal: Ley de Seguridad Ciudadana. Sonaba muy bien, aunque la gente, siempre tan lenguaraz, enseguida le buscó mote.

Qué hermosos tiempos aquellos, cuando Juan Carlos aceptó solícito la Jefatura del Estado. Todo resultaba tan lirondo... Se iniciaba una democracia joven, jaranera, cachonda. El PCE  puso mucho de su parte,  con la entrega de las llaves para una nueva Constitución y la renuncia a lo que hiciera falta para no alborotar el gallinero...

Es cierto que hubo varios centenares de muertos, pero aquello era la Transición, tampoco se podía soñar con un cuento de hadas tras 40 añazos de brutal dictadura. Españita avanzaba hacia una nueva etapa histórica, hacia la modernización y  gozaba  de los parabienes de EEUU, que consideraba la Transición española un logro fundamental en su política exterior.

Ayuso es el personaje más mustio y espeluznante del momento. Ha convertido la sanidad madrileña en un espectáculo oscuro y lúgubre que el alcalde Almeida trata de alumbrar con una navideña y kilométrica bandera española porque, según sus cálculos, el rojo y el gualda tienen poderes curativos para acabar con la crispación e incentivar al comercio.

En cuestión sanitaria también andan muy clarividentes. Ayuso se embarcó en junio en un proyecto que sorprendería al mundo: la construcción de un hospital destinado a enfermos de Covid, a levantar en una zona desierta de las dimensiones de seis campos de fútbol. El hospital debía estar en funcionamiento para tratar el rebrote que se preveía en otoño. 45 millones de euros tienen la culpa, y una decena de empresas que rápidamente se pusieron manos a la obra: Ferrovial, Dragados, Sacyr y otros conocidos.

Para la derecha, caza y tauromaquia tienen un toque de distinción muy delicado y son las tradiciones más arraigadas en la cultura de España.

El Gobierno de España, tan sensiblero con las manifestaciones culturales, sale al ruedo e incluye la tauromaquia en el sector cultural y en esa voluntad de “no dejar a nadie atrás” aprueba un plan, a través de una línea de crédito de 40 millones, para las empresas dedicadas a “las bellas artes” y bonificaciones fiscales en favor de la caza para matar dos pájaros de un tiro: garantizar la continuidad de esta tradición cultural y aplacar los efectos de la crisis de la Covid19.

No podíamos renunciar a darle la enhorabuena al nuevo candidato al Premio Nobel de la Paz.

Dicen que un parlamentario ultraderechista noruego llamado “Christiansuputamadre” (no hay posibilidad de recordar el apellido) ha visto que en el Presidente de EEUU se condensaban los más altos valores para ser merecedor del preciado galardón, y va él y le escribe una cartita al Comité de los Nobel y lo propone.

Oye, no es que pidamos la decapitación ni la horca pero juzgarlo sí, que vemos que no va a haber forma humana de meterle mano al tipo este.

La Fiscalía del Tribunal Supremo, no es que se haya dado mucha prisa, pero ha acabado considerando que Juan Carlos de Borbón ha podido cometer un delito de fraude fiscal y otro de blanqueo de capitales, al haber ocultado, desde 2014, una importante fortuna al fisco español. Buscan aclarar el destino de 100 millones de dólares recibidos de Arabia Saudí por el cobro de comisiones que según la amiga entrañable del ex-rey, se repartieron entre varias personas.

¡Para lo que ha quedado el barrio de Salamanca! Aquella balsa de aceite en la que todo era conformidad con lo que Dios disponía, aquel remanso de paz donde coexistían mansamente militantes de Acción católica, Consejeros de Banca, Subsecretarios, Ministros, hacendados, duques, grandes de España , señoras viudas de rentistas y aristócratas , curas, boticarios y gente de mucho lujo, pompa y fachenda, se ha convertido, en los últimos días, en un suburbio de seres primitivos y camorristas, un arrabal donde la cortesía y los buenos modos han sido desplazados por el griterío, el abucheo, la vulgaridad y las bajas pasiones de matachines pendencieros

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