Todas las propuestas que se recogen en el Programa del PCPE para las elecciones municipales y autonómicas están encaminadas a dar solución a los enormes problemas que está soportando hoy la clase trabajadora. Nuestra tarea, como comunistas, es denunciar y hacer frente a los planes de la burguesía que cada día nos condena a peores condiciones de vida y nos arrastra a situaciones de precariedad y penuria, y a luchar para que se nos garantice el derecho a vivir con dignidad.

El derecho a la vivienda digna es ignorado y la clase obrera tiene que enfrentarse al pago de alquileres altísimos que se hacen inasumibles, con el escaso salario que nos pagan y quienes, con muchísimo esfuerzo, se embarcaron en la compra de una vivienda están asfixiados por la subida de las hipotecas, y se ven abocados a la disyuntiva de pagar la hipoteca o comer. Es imprescindible regular el precio de los alquileres.

Necesitamos con urgencia la creación de un parque de viviendas de alquiler a precios que podamos pagar.

Hay que parar los desahucios de familias trabajadoras. Diariamente, se producen más de 100 desahucios en el estado español, es necesaria la creación fondos autonómicos que subvencionen el alquiler, total o parcialmente, a las familias en dificultades económicas, no se puede consentir que se siga golpeando a la clase trabajadora dejándola en la calle.

El IBI no deberían pagarlo aquellos hogares que perciben ingresos inferiores a 60,000 euros.

Llega cualquier convocatoria electoral y el debate siempre es el mismo, incluso con muchas amistades, familia y compañeros y compañeras con quienes compartimos espacios de trabajo en el movimiento obrero y el popular.

Si votamos a quienes no van a sacar representación se pierde el voto y se beneficia la derecha; ya sé que no han hecho nada de lo que prometieron, pero me da miedo que llegue la derecha; me da vergüenza que aplaudieran a Zelensky y que hayan prorrogado las Bases yanquis, pero los otros son peores….y así hasta el infinito, pues son múltiples y variadas las excusas que se pueden usar para plegarse a la lógica “democrática” que, en función de sus intereses y en cada momento histórico, impone el sistema electoral burgués a favor de sus legítimos representantes.

La apariencia: elecciones libres, en las que se puede presentar quien quiera (o casi y con condiciones, pero ese es otro tema) y cada persona es un voto que elige entre variadas propuestas. Pura formalidad que encorseta la libertad y la participación a la representatividad de los partidos políticos y, tras nombres y colores diversos, oculta que, entre los verdaderos intereses que defiende cada opción de las que promociona el sistema (sistémica), no hay más diferencias que las que expresan al interno las diversas fracciones del Capital y del Estado que domina y dirige.

Como bien situó el filósofo marxista István Mészáros a raíz de la victoria de Tony Blair en el Reino Unido “tal como están hoy las cosas, el trabajo, en tanto antagonista del capital, se ve obligado a defender sus intereses no con una, sino con ambas manos atadas a la espalda. Una le ha sido atada por fuerzas abiertamente hostiles al trabajo, y la otra por su propio partido y sus dirigentes sindicales reformistas”

Poco a poco nos vamos adentrando en otra profunda crisis del sistema capitalista (quizá la última), que aunque esté amortiguada por las intervenciones políticas de salvaguarda del Capital, inexorablemente, va siguiendo las pautas inherentes al funcionamiento del propio sistema y sus contradicciones.

La caída de los criptovalores, de las “Big Tech”, de la bolsa, el arrastre de la crisis de rentabilidad a la banca… Como es de prever, la crisis se manifiesta, en primer lugar, en aquellos sectores que más alejados están de la economía real. Aquellos cuyos valores están inflados por los procesos especulativos.

Es cierto que en la base causal de las crisis, está la economía real, la productiva y las dificultades que atraviesa para mantener el ciclo de reproducción ampliada, sobre la realidad del descenso de la rentabilidad de las inversiones y, por lo tanto, la huida a valores especulativos, especialmente facilitados por la laxitud monetaria que ha permitido a grandes fondos de inversión comprar oro, plata, bienes raíces… Sin embargo, la crisis, aunque se manifieste inicialmente en estos mismos sectores, no son la causa de las mismas, sino, el síntoma de lo que se avecina. Como un bumerán, las dificultades económicas aterrizan sobre la economía productiva, afectando a su proceso, auténtica causa de la degeneración del ciclo.

Y sobre esta realidad, el siguiente elemento de degradación no puede ser otro que el  inmobiliario.

En China, el sector ha pasado por momentos complicados ante la caída de la inversión y las ventas de viviendas particulares durante los dos primeros meses de 2023.  Sin embargo, empieza a mostrar signos de mejora. La contracción de la inversión es menos brusca que en meses anteriores y las ventas totales de viviendas, también mejoran sus datos interanuales en relación a los meses precedentes. Los peores momentos de la crisis inmobiliaria en el gigante asiático han pasado. Pero la realidad de China, con una planificación, que ha demostrado alta eficacia de su sector público y una gran capacidad de intervención en el privado, requiere como casi siempre, un análisis diferenciado y poco hay que extrapolar a nuestra economía.

Será este próximo 12 de mayo en la Casa Blanca y solo la sucesión de los hechos que acontezcan posteriormente evidenciará la totalidad de concesiones que el Presidente del Gobierno español realizará en este Encuentro al Presidente de los EE.UU. y, a la vez, dueño y señor de la OTAN.

Con un innegable tufo electoralista que sitúa la reunión al inicio de la campaña electoral del 28 de mayo, su desarrollo sería absolutamente intrascendente si solo obedeciera al propósito de una foto comprada para tratar de posicionar a Pedro Sánchez como un estadista de talla y reconocimiento internacional. Sin embargo, como la visita al rancho de Texas que protagonizó el genocida de las Azores, esta reunión trasciende la instantánea y va a suponer el refrendo al acuerdo por el que el Reino de España autoriza a los EE.UU. a tener dos nuevos destructores en la Base Naval de Rota.

Sin pasar por el Parlamento, como su propia formalidad democrática exigiría, esta reforma del Convenio de Defensa, mandatada en junio de 2022 durante la visita de Biden a La Moncloa, supone la autorización a la presencia de dos nuevos destructores, que se suman a los cuatro que ya tienen su base permanente en la Bahía de Cádiz. Además de cuestiones de soberanía innegables y de violación de los términos planteados en el Referéndum sobre la OTAN de 1986, esta decisión es un paso más en la participación activa de España en la guerra que la OTAN desarrolla en Ucrania contra Rusia.

Explícitamente, el Consejo de Ministros ya señaló el pasado enero que esta ampliación de los términos del Convenio de Defensa iba a “reforzar el sistema de defensa contra misiles balísticos de la OTAN” y se enmarca en la “contribución de ambos países a la Alianza Atlántica y la seguridad internacional”.

Cada 9 de mayo es un buen momento para escribir unas líneas de homenaje a los millones de personas que combatieron al nazismo y al fascismo hasta culminar con su derrota en 1945, victoria reflejada de manera icónica en esa foto del soldado del ejercito rojo colocando la bandera soviética sobre el Reichstag de Berlín.

Echar la vista atrás, no desde un perspectiva autocomplaciente y folclórica, si no desde la admiración y el ejemplo que nos dejó toda aquella generación que entendió que luchar contra el nazi-fascismo y el capitalismo era la única alternativa para lograr la paz.

Esa victoria sobre el fascismo y el nazismo es una victoria colectiva, pero sin duda, una proeza que no se podría haber conseguido sin la revolución bolchevique de 1917, la posterior intervención de la URSS y el papel dirigente del PCUS.

Unos de los grandes logros del capitalismo ha sido desvirtuar el carácter de clase del nazismo, equiparándolo con el comunismo y desvirtuando el papel de la URSS y de las y los combatientes antifascistas en la II Guerra Mundial; y de ahí, que no es casual que el 9 de mayo haya sido sustituido por el día de Europa. Merece la pena resaltar, por hipócrita y cínico, el comunicado de la UE para este próximo 9 de mayo:

“El Día de Europa, cada 9 de mayo, celebramos la paz y la unidad en Europa. Esta fecha marca el aniversario de la histórica «Declaración Schuman», en la que este expuso su idea de una nueva forma de cooperación política en Europa, que haría inconcebible la guerra entre naciones europeas” (1)

Podría ser el argumento de alguna película de ficción o más bien de terror, pero no, el 9 de mayo del 2023, mientras se conmemora el día de Europa, la UE incrementa el gasto militar hasta cifras no vistas desde el final de la Guerra Fría (2) y no tiene ningún tipo de reparo en financiar y blanquear al fascismo ucraniano para defender sus intereses como polo imperialista (los suyos y por supuesto, los de su principal aliado, los E.E.U.U.).

DECLARACIÓN DEL COMITÉ EJECUTIVO DEL PCPE

Cada 9 de mayo es un buen momento para homenajear a los millones de antifascistas que combatieron al nazismo y al fascismo hasta culminar con su derrota en 1945. Un recuerdo que es un deber militante para el PCPE y la JCPE, pues lejos de haber acabado con el fascismo y la reacción, vivimos un momento en el que el homenaje a aquellas y aquellos luchadores por la libertad se torna más importante que nunca.

Esa victoria sobre el fascismo y el nazismo es una victoria colectiva, pero sin duda, una proeza que no se podría haber conseguido sin la Revolución Bolchevique de 1917, la gesta de la URSS y el papel dirigente del PCUS.

La tergiversación del papel primordial de la URSS para poder derrotar a la Alemania nazi no es casual, al igual que tampoco lo es el blanqueamiento al cual los medios de propaganda del capital están sometiendo al nazismo ucraniano. Stalingrado, Pròjorovka, Kurst son batallas libradas en el frente oriental por el Ejército Rojo comandado por el General Zhúkov que cambiaron el curso de la guerra y de la Historia, hace ahora 80 años. La desmemoria intencionada de los masmedia no podrá ocultar los 27 millones de soviéticos fallecidos tanto en estas batallas como también en las heroicas defensas de Leningrado y Moscú.

La imposibilidad actual del capitalismo de revertir la tendencia a la caída de la rentabilidad empresarial y la dificultad creciente de mantener el ciclo generalizado de reproducción ampliada del capital determina su realidad y le condiciona a todos los niveles. La guerra es la única alternativa del bloque hegemónico liderado por los E.E.U.U. (al cual se pliega cada vez más el gobierno del PSOE/UP) para continuar imponiendo su dominación en todo el mundo.

 

En el anterior UyL comenzamos a desgranar parte del programa político que el PCPE presentará en las próximas elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Sin la intención de ser reiterativos en la idea, es necesario volver a situar la importancia del programa del PCPE. 

Ni somos un partido electoralista ni vendemos humo a la clase obrera poniendo todas nuestras esperanzas en cambiar la realidad desde las instituciones. El programa que presentamos son reivindicaciones que mejoran la calidad de vida del pueblo. Sin embargo, pensar que sin hacer partícipe de la defensa de nuestros intereses colectivos a la mayoría de la clase obrera y de los sectores populares podemos comenzar esa transformación radical de la sociedad por la que luchamos, simplemente es ponerse unas vendas en los ojos o mentir a quienes depositan el voto comunista en la urna. 

Nuestras propuestas son reivindicaciones para la lucha de masas, para hacer partícipe a tu vecina, a tu compañero de trabajo y de clase. Presentamos nuestro programa político porque entendemos que su cumplimiento es la única alternativa para cambiar la situación de miseria y de violencia que suda este sistema por todos sus poros, pero que sin tu organización no es posible llevarlo a cabo.

Hoy queremos situar algunas de las propuestas que venimos señalando como absolutamente necesarias en nuestro Plan Urgente de Emergencia Social. 

 

Si tuviéramos que analizar la posición política que el parlamentarismo español está asumiendo en los últimos tiempos, con respecto al papel de la OTAN, las últimas incorporaciones a tan “magna institución” o la asignación de recursos y su relación con el conflicto con Rusia, concluiríamos, para ser breves y certeros, que hay dos posiciones. Quienes apoyan a la OTAN a las claras y quienes la apoyan a las oscuras. 

Por un lado están aquellos grupos o partidos políticos que mantienen un acercamiento mayor a la “institución bélica”, que se corresponden con la rama más derechizada del parlamento español. Para todas las cuestiones, mostraron un respaldando sin fisuras a la Alianza Atlántica.  

Es curioso, cómo el Partido Popular y, particularmente, Vox, al margen de votaciones puntuales tácticas, hacen patria de una alianza militar que realmente somete la soberanía económica, territorial y militar, a intereses ajenos a España. Esa España grande y libre, que aclaman vehementes, empequeñecida por los gastos militares, tributos obligados al yankee y tan libre como lo puede ser un Estado ocupado militarmente por otro. Actualmente en España hay dos bases militares, en Morón de la Frontera, Sevilla, y en Rota, Cádiz, con cerca de 8 mil militares estadounidenses. Pero esto no es una invasión. 

También el PSOE ha hecho un esfuerzo supremo para entrar en este selecto grupo de entusiastas otaneros. Desde la traición del referéndum hasta hoy, con el apoyo de Unidas-Podemos, sin los cuales no hubiera sido posible esta legislatura. El PSOE es por mérito propio, el principal artífice de la sumisión del Estado Español a los intereses del eje anglosajón . 

Tanto PSOE como PP han demostrado con creces ser eso que se viene en llamar “partidos de estado”, que realmente significa que toman las decisiones correctas para salvaguardar los intereses del perro que les da de comer y poner todos los recursos del Estado a su servicio.

 

Primero tenemos la guerra que todos conocemos por los medios, la de Ucrania, en la que no se sabe muy bien qué pasa, si se avanza, si se retrocede, quién lo hace, sabemos que se envían armas, cada vez más potentes, y que se da toda la cobertura a Zelenski, que vaya donde vaya, siempre aparece con la misma guisa, como si nunca saliera de la primera línea de fuego, pero también, al forzar su atuendo, haciendo ver que éste forma parte de una representación, que es puro atrezo. En esta guerra, cuando logra algo el gobierno que la UE y los EEUU tienen en Kiev, nos hablan de una gran victoria contra la autocracia de Putin y sus tiránicos planes contra esta Europa nuestra, la misma que no ve a los miles de migrantes que se hunden frente a las soleadas y ricas playas del Mediterráneo. 

Luego está la otra guerra, la de siempre, la del capitalismo contra la clase obrera y los pueblos del mundo. Esta otra es el principal instrumento del capitalismo en su fase imperialista para hacerse con nuevos mercados, controlar materias primas, mover la industria, y destruir fuerzas productivas. Cuando el bloque hegemónico de la pirámide imperialista no tiene rival, esta guerra se hace en el denominado tercer mundo, en los patios traseros de turno, como si se tratase de escaramuzas. Pero cuando el bloque hegemónico ve peligrar su dominio, cuando su poder se tambalea, aparecen las grandes guerras, esas que luego los historiadores llaman mundiales. 

En la última década, la guerra de siempre se ha agudizado, y nos encontramos con una conjunción de circunstancias que a la fuerza llenará páginas de los libros de historia. Si, por un momento, miramos cómo empezó la Iª guerra mundial, debido al choque inevitable entre el imperialismo liderado por el bloque franco-británico y las necesidades imperialistas del capitalismo germano. Y miramos también que la IIª guerra mundial fue, entre otras cosas, la desembocadura de la crisis del 29. Veremos que en estos momentos  se dan ambas circunstancias; tenemos un bloque hegemónico cuyo dominio es incompatible con las potencias emergentes, y a su vez, nos encontramos con la imposibilidad de volver al crecimiento anterior a la crisis del 2008. Además podemos añadir que nuestro ecosistema está al borde del colapso y el infernal potencial destructivo de los arsenales de hoy.      

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